Jueves, 10 de abril de 2008 | Hoy
Por Sergio Rodríguez *
Participé, desde mitad de los ’50 hasta la de los ’70 del siglo XX, en la pugna por cambiar la política y las sociedades e instalar el paraíso en la tierra. Ejercimos decididamente la política. Asumimos todos sus riesgos, incluida la equivocación. Soñamos que “la Tierra será el paraíso, patria de la Humanidad”, como decía La Internacional (himno del movimiento obrero internacional; letra de Eugène Portier y Pierre Degeyter). Soñamos con lo imposible; me refiero a la categoría redefinida por Jacques Lacan, en su seminario Encore, como “lo que no cesa de no inscribirse” (trad. S. R.), o sea, un saber al que resulta radicalmente imposible acceder.
En 1982, Envar “Cacho” El Kadri (que había sido jefe del grupo guerrillero Uturuncos y de las Fuerzas Armadas Peronistas) hizo una fuerte crítica a su accionar guerrillero y al de otros. Lo hacía, dijo, para que los jóvenes no tropezaran dos veces con la misma piedra. No tengo esa esperanza: la piedra reaparecerá de tal manera que no parecerá la misma. El tropezón será imposible de evitar. Alcanza con observar el resurgimiento de fanatismos fundamentalistas monoteístas, fogoneados por sectores diversos, corporaciones diversas. Pero, igual que “Cacho”, trato de avisar, de no resignarme a lo imposible. No dejo de desear.
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