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Por J.C.K.

Una de las características más importantes en el área de la sexualidad es que los problemas disfuncionales, los trastornos de la eyaculación y de la erección no aparecen en forma inmediata, sino meses y a veces años después de las “alarmas”. Por ejemplo, alguien pierde el empleo; si bien se angustia y deprime, hace un esfuerzo extra para superar el trance, cambiar de vida, adaptarse a otro trabajo. Durante el tiempo que transcurre hasta resolver el problema, echa mano a todos los recursos psíquicos y físicos de los que dispone. No se advierten en él grandes trastornos: apenas algún dolor de cabeza, ligero insomnio, más cansancio que el habitual... pero al cabo de cierto tiempo, y una vez solucionado el cambio de vida, aparecen las primeras pérdidas de la erección o eyaculaciones precoces.
¿Qué ocurrió? Todo el sistema había funcionado al máximo. Las hormonas produjeron más de lo acostumbrado, se movilizaron las reservas de glucosa y vitaminas, los músculos fueron tensionados al máximo y el psiquismo todo, para poder luchar contra la adversidad, concentró la atención y el interés en la meta. Pero, luego de alcanzada, es como si todo el sistema se relajara, en un intento por reponer la energía, ya al límite del agotamiento. Habitualmente el hombre se desconcierta: “¿Justo ahora me viene a pasar esto? ¿Justo ahora que ya conseguí otro empleo? Si no tuve dificultades mientras duró el problema, ¿por qué ahora, cuando la situación está dominada?”. Han transcurrido muchos meses, a veces hasta 24 o 36, y el síntoma sexual aparece como secuela del esfuerzo pasado.