EL PAíS › POR LA “MASACRE DE FLORESTA”
Amenaza policial
Por Carlos Rodríguez
A cinco días del comienzo del juicio oral por la llamada Masacre de Floresta, un triple crimen del que está acusado el suboficial retirado de la Policía Federal Juan de Dios Velaztiqui, los familiares de las víctimas denunciaron la persecución que sufre la hija menor de la testigo más importante, por parte de personal uniformado de esa repartición. La hija de 13 años de Sandra Bravo (37), empleada del maxikiosco de Gaona y Bahía Blanca, donde ocurrió la tragedia, fue intimidada en cuatro oportunidades en las últimas dos semanas por policías. En una ocasión la chica vio que se movilizaban en un patrullero de la comisaría 43ª. El múltiple homicidio se produjo en la jurisdicción de esa seccional, a cuyo servicio se encontraba Velaztiqui cuando cumplía tareas de custodio en el maxikiosco.
La denuncia se hizo en una conferencia de prensa realizada en el despacho del defensor adjunto del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, Gustavo Lesbegueris, quien acompañó a los padres de Cristian Gómez, Adrián Matassa y Maximiliano Tasca, los tres chicos asesinados por el sargento Velaztiqui el 29 de diciembre de 2001. Lesbegueris le dijo a Página/12 que “ante la gravedad de la denuncia, que involucra a la Policía Federal, se remitió un pedido de informes a su jefe”, el comisario Roberto Giacomino.
En la investigación del caso son fundamentales los testimonios de Sandra Bravo, testigo presencial, y de Enrique Díaz, de 21, un joven que acompañaba a las víctimas y que pudo escapar al ataque a balazos de Velaztiqui. Las intimidaciones contra la hija de la testigo comenzaron el sábado 8, a las 17, en Juan B. Justo y Bahía Blanca.
Bravo vive allí con su familia y tanto ella como su hija de 13 años son conocidas por los vecinos y obviamente por la policía de la zona. La chica volvía a su casa luego de hacer compras en la carnicería y, cuando estaba abriendo la puerta, un policía uniformado le preguntó: “¿Qué estás haciendo?”. La chica le respondió lo obvio, que estaba abriendo la puerta de su propia casa con su propia llave, y el agente le respondió que la tenía que “revisar”.
La menor le recordó que él, por ser hombre, no podía tocarla, y fue entonces cuando del patrullero bajó una mujer policía que le dijo: “Yo sí” y le recorrió el cuerpo con las manos como si quisiera comprobar si llevaba armas. El miércoles siguiente se produjo una situación similar y, en esa ocasión, la hija de Sandra Bravo pudo ver que el patrullero que se había parado cerca de su casa pertenecía a la comisaría 43ª. Los otros dos episodios ocurrieron el domingo y el lunes pasados. “Esto fue claramente una intimidación, por cuanto la policía conoce perfectamente a la chica y sabe que es la hija de una vecina del barrio; además, es sugestivo que ocurra a pocos día del juicio”, resaltaron los familiares de los tres chicos asesinados.