PSICOLOGíA › FAMILIAS ENSAMBLADAS

“Mis hijos, tus hijos...”

 Por Rodolfo Moguillansky y Silvia Nussbaum *

Con respecto a las diferencias entre familias modernas y posmodernas, entendemos que no es necesario un radical cambio teórico, ni para comprenderlas ni para operar con ellas. Sí hace falta dar cuenta de algunas cuestiones adicionales. Los conflictos vinculares de las familias ensambladas pueden ser más complejos, dado que tienen que procesar los conflictos y ambivalencias derivados de vínculos con mayores diferencias: los que se dan entre mis hijos, tus hijos, nuestros hijos; vínculos con la madre o padre de los hijos que no se tienen en común, y que suelen ser importantes a la hora de comprender la vida emocional familiar.

En las familias ensambladas los hijos suelen sentir que han perdido la familia que tenían y en ocasiones fantasean con volver a ver a papá y mamá juntos, volver a tener un espacio que compartían, recuperar aquellos hábitos cotidianos. Las familias ensambladas se suelen conformar sobre la base de pérdidas importantes: un divorcio o la muerte de un progenitor. A esto se suman otras pérdidas y cambios también relevantes, como la pérdida de la relación cotidiana con los hijos, la casa, el barrio, amigos, parientes, la pérdida de la estructura de la familia nuclear (padres e hijos conformando un mismo grupo familiar) y de la total coincidencia entre los vínculos conyugal (el que une a los esposos) y parental (el que une a los padres entre sí); la pérdida del sueño de un matrimonio para toda la vida o, para la persona soltera que se une a otra divorciada con hijos, la pérdida de la ilusión de iniciar la vida matrimonial sin hijos ajenos; para los chicos, perder la esperanza de que sus padres vuelvan a estar juntos. Es importante dar lugar emocional a esta serie de pérdidas para que se pueda producir un buen acople en la nueva familia. Sin embargo, los procesos no deben precipitarse, no se debe esperar que las familias ensambladas se integren en un breve lapso, pues harán falta experiencias compartidas para que se fomenten las relaciones. Tanto los hijos como los padres suelen guardar en su memoria expectativas provenientes de sus familias anteriores, que deberán confrontar con la nueva.

Es importante en estas familias tener en claro que los hijos serán miembros de dos hogares diferentes, en los que siempre estará ausente uno de los dos padres biológicos. No hay que esperar de la nueva vida juntos un mundo de maravillas, sencillamente porque no ocurre eso en una familia. Los miembros de la familia se irán topando con dificultades y tendrán todos que consensuar modos de vida, afectos y tiempos. Es muy importante romper mitos como que la nueva pareja del progenitor ha de querer a los chicos inmediatamente; esto no es así, el cariño vendrá con el tiempo, con el conocimiento de todas las personas; no se ama lo que no se conoce. En las familias ensambladas ocupan un lugar central los padres biológicos, ya que pueden facilitar o entorpecer el proceso para que los hijos puedan aceptar la pareja de su ex cónyuge. Son frecuentes las descalificaciones de la figura de la madrastra o el padrastro por los padres biológicos.

Las usuales desavenencias y las pérdidas suelen confundir a las nuevas parejas, cuando son interpretadas como que “algo no debe andar bien”. Hay que admitir que los hijos preceden a la formación de la pareja; hay otro progenitor en otro hogar o en la memoria; hay más de dos adultos en función parental; los chicos por lo general circulan entre dos hogares, hay más vínculos y personas involucradas, las emociones que desencadenan las transiciones entre las diferentes etapas del ciclo vital son más intensas, los sentimientos de pertenencia e identidad familiar tardan en aparecer, hay menos control y cohesión familiar. En las familias ensambladas las relaciones no se dan espontáneamente, sino que se construyen lentamente, son el resultado de tareas que demandan esfuerzo y paciencia.

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