PSICOLOGíA › HERIDAS ACTUALES COMO EFECTOS TARDIOS DE LA DICTADURA

El temor, el terror, la violencia

Por Roxana Yattah*

Los estudios sobre violencia familiar no deberían desconocer las características singulares que adquirió la violencia en nuestro país a partir de las sucesivas dictaduras del siglo XX, pero sobre todo de la última, desde 1976 a 1983. Esos años fueron un laboratorio ampliado de todo cuanto está escrito sobre el tema: la anulación del otro, su avasallamiento, el uso de la fuerza, la instalación del poder, la inermidad de la víctima, la racionalización como justificación del exceso, la manipulación de todos los afectos del miedo –temor, pánico, terror–.
¿Qué efectos produjo esta dosis masiva de pulsión de muerte en la población? Las secuelas de miedo y de silencio, la exacerbación del reducto de la intimidad como único protector y seguro, produjeron un alejamiento del espacio exterior, considerado como hostil y peligroso.
Las secuelas de autoritarismo priorizaron la acción sobre la palabra, la fuerza sobre el pensamiento. Estas condiciones conformaron un caldo de cultivo propicio para que se multiplicara, décadas después, la violencia social y familiar.
Pero es más. Experiencias tan masivas de muerte, cuyas características fueran el arrebatamiento del cuerpo, de la palabra, del nombre, abrieron un surco, un espacio sin inscripción. Espacio a partir del cual un golpe, un rapto, una amenaza, una violación, un robo, en tanto actos individuales, pueden remitir a esa marca padecida por la sociedad, a ese agujero abierto, denunciando que existe allí un duelo masivo, no elaborado, que sólo ahora parece entrar en vías de esclarecimiento.
En la clínica, los dispositivos institucionales que se ocupan del incremento de casos de violencia no pueden desconocer esas marcas en el seno de la sociedad ni el terror que se apoderó de la población, produciendo aún hoy heridas por donde sangra. Sin desmerecer lo que se hizo hasta ahora –hoy se cuenta con una de las legislaciones mas avanzadas en materia de derechos del niño y la mujer–, la violencia en nuestro país trasciende por mucho la mera lucha de géneros y los estrechos márgenes en los que una “especialidad” pueda encasillar la lectura y abordaje de estos casos.

* Coordinadora del proyecto de asistencia e investigación “Sujetos en situaciones de violencia”, en el Centro de Salud Mental Nº 1 de la Ciudad de Buenos Aires.

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