PSICOLOGíA
De este amor eres el fruto
Por J. M.
Un hombre y una mujer se unen en pareja. Entre los dos hacen un mundo de amor. Para hacer este mundo resignan y postergan anhelos, porque amarse significa anular las diferencias, adormecer deseos propios a favor de la ilusión común. Pero en algún momento, inevitablemente, se despierta algún deseo que quiebra la ilusión del mundo de amor; un deseo propio, diferente del mundo amoroso acordado, ilusionado por ambos, del narcisismo compartido. Una de las formas universales para resolver este conflicto, para “solucionar” el quiebre del amor, para emparcharlo, es tener un hijo. Cuando es necesario recauchutar, remendar con algo el amor de los dos, es porque una diferencia (el deseo propio de uno) quiebra ese mundo, y esto se llama, guste o no, odio.
Donde el otro al que amo no concurre con mi amor, lo odio. Y en lo inconsciente considero que me odia. Esto se “soluciona” muy frecuentemente con un hijo.
Como se observa, el hijo es fruto del amor, pero hay una elipsis, porque el hijo es fruto del amor... frustrado. Viene para remendar el amor, allí donde el amor se abre en una herida de diferencia que para el narcisismo, para el yo, es odio.