Jueves, 3 de abril de 2008 | Hoy
SOCIEDAD › OPINION
Por Grupo de Curas en la opción por los pobres
A la sociedad argentina:
Frente a los hechos relacionados con el paro de productores agropecuarios, que son de dominio público, como Grupo de Curas en la opción por los pobres queremos aportar nuestra voz escuchando “con un oído al pueblo y con el otro al Evangelio”.
Adherimos a la declaración de los obispos llamando al diálogo de las partes en conflicto. La intolerancia y la desmesura –sea del lado que fuere– no favorecen la convivencia democrática. Debería aclararse también que en ese diálogo deben estar representados los pobres y los que siempre sufren los avatares de una lógica injusta de acumulación irracional y cuyos reclamos nunca suelen atenderse.
En este sentido no sólo los grandes productores agropecuarios, sino también los grupos concentrados del comercio, la industria y los servicios han acumulado capital de forma descomunal e insolidaria en estos años: un gran volumen de ganancias no se redistribuye ni queda en el país. La fuga de capitales al exterior se calcula en 150.000 millones de dólares.
El modelo capitalista neoliberal de acumulación ilimitada es el mal de fondo que está detrás del conflicto de los productores de hoy o de mañana. La riqueza desproporcionada de pocos contrasta con la pobreza y precariedad de vida de muchos. Y los que tienen más siempre quieren tener aún más.
No habrá paz sin justicia social. No habrá justicia social sin distribución equitativa y solidaria de la renta nacional. Nos preguntamos si el destino de las reservas provenientes de impuestos y retenciones debe servir sólo para hacer funcionar el sistema financiero. Tampoco nos parece adecuado utilizarlo para pagar deuda, como se hizo años atrás. El Gobierno habla de un modelo redistributivo que no vemos concretado en los hechos con la claridad necesaria.
Los pequeños productores tanto del campo como de otros rubros también sufren los embates de una competencia desigual. El mercado no es la panacea que se suele pintar en el modelo antes mencionado. Si las condiciones de la competencia no son equitativas, el pez grande se come al chico.
El derecho de huelga tiene los límites que le impone el bien común. El Estado tiene la obligación de garantizar los derechos elementales de la población frente a un eventual desabastecimiento. Repudiamos el desecho de alimentos ocasionado por esta huelga como una grave ofensa al hambre de no pocos habitantes de nuestro país. Si la comida se tira en lugar de darle un destino solidario, ¿podemos creer que a los que manifiestan les importan los demás?
Más allá de aciertos o errores del actual gobierno, consideramos imprescindible respetar los mecanismos democráticos de convivencia y diálogo. Hemos sufrido demasiados golpes de Estado de militares y de grupos económicos de poder como para no aprender de nuestra historia. No podemos dejar de señalar que los grandes terratenientes agropecuarios y los consorcios megaexportadores de la Argentina fueron el apoyo de la última dictadura militar y del gobierno menemista.
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