EL PAíS › OPINION

Los científicos y la crisis

 Por Carlos Girotti *

¿Pero acaso podemos negarnos al pueblo y, al mismo tiempo, ser hombres de ciencia?” La pregunta que se formula el Galileo Galilei de Brecht adquiere hoy una resonancia inusitada. ¿Qué nos pasa a las mujeres y hombres que integramos la llamada comunidad científica cuando los poderosos de siempre ponen en jaque a la institucionalidad democrática? ¿Tanto cuesta abandonar la cotidianidad de nuestras tareas para asumirnos, simplemente, como ciudadanos, como mujeres y hombres del pueblo? Conste: no hablo de una respuesta corporativa, ni de la responsabilidad social de los científicos y técnicos respecto del buen uso de saberes y conocimientos en beneficio del interés público. Hablo de la defensa incondicional de la vida democrática y de devolverle al pueblo del que formamos parte un gesto cívico que retribuya la alta consideración con la que nos distingue. Muchos hemos manifestado nuestro beneplácito por la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Más aún, la comunidad científica toda se apresta a conmemorar el cincuentenario de la fundación del Conicet. Desde luego que hay temas y debates pendientes como la injustificable suspensión de su única convención colectiva de trabajo en medio siglo de existencia, el papel que podría adjudicárseles a las ciencias sociales, las prioridades en líneas de investigación y los mecanismos de evaluación y financiación de la actividad sectorial. Pero ni el beneplácito ni las preocupaciones debieran hacernos olvidar que es preciso salir a defender la democracia. Las pretensiones y el chantaje de los grandes empresarios del agro, que se parapetan detrás de los reclamos de los pequeños productores, configuran un ensayo general de crisis que, entre otros objetivos, tiene como destino probar hasta qué punto se sostienen la institucionalidad democrática y el consenso político sobre el que ésta se apoya desde mediados de 2003. Pero ésta es sólo la primera oleada de la crisis, porque la segunda es la disparada de los precios que afectará a las mayorías que apenas son dueñas de su fuerza de trabajo. No hay dudas de que el Gobierno debe revisar su esquema de alianzas y actuar en consecuencia. ¿Pero nosotros qué? ¿Todas las responsabilidades son de los demás? ¿No es hora de usar el pensamiento crítico –tan caro a nuestra actividad– para alinearnos contra la prepotencia y manifestarnos públicamente? ¿Nada debemos decir cuando lo que está en juego es el modelo de país y de distribución justa de las riquezas? ¿Seguiremos siendo prescindentes? Sé que hay honrosas excepciones, algunas de las cuales tuvieron espacio en este mismo diario, y otras que personalmente vi en la movilización de Plaza de Mayo. Pero lo que predomina es el silencio que, en esta coyuntura, no es salud precisamente. Vuelvo a Brecht: “Tal vez, con el tiempo, ustedes lleguen a descubrir todo lo que hay para descubrir, pero este progreso sólo los alejará más y más de la humanidad. Y el abismo entre ella y ustedes, los científicos, puede llegar a ser tan profundo que cuando griten de felicidad ante algún nuevo descubrimiento, el eco les devolverá un alarido de espanto universal”.

* Sociólogo, investigador del Conicet.

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