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Con obstinación y a cualquier precio, el gobernador bonaerense Felipe Solá insistió en defender el proyecto Corvatta, más conocido como de la colimba educativa. Ayer dio indicaciones para que los equipos del senador Alejandro Corvatta y los técnicos del Gobierno se reunieran para avanzar sobre el tema. Fuera del oficialismo arreciaron críticas y mandobles: de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Norberto Liwsky, Adolfo Pérez Esquivel, la Ctera, Suteba, el bloque de legisladores del ARI, los piqueteros. El más curioso de todos los rechazos vino del lado del intendente carapintada de San Miguel Aldo Rico: “Meter a los chicos en los cuarteles es una barbaridad”, declaró, ya en campaña a la gobernación.
Para responder a las durísimas críticas recibidas, Solá argumentó que “el tema salió a la luz demasiado prematuramente. Todavía no está cerrado”. Por si acaso, hizo un curioso énfasis en que “la idea es del senador Corvatta”. Según el director de Escuelas bonaerense Mario Oporto, Solá ordenó que se iniciaran las reuniones técnicas de inmediato.
Fuera del Gobierno, las críticas se multiplicaron: Norberto Liwsky, titular del Consejo Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia, aseguró que “el proyecto contradice la Constitución nacional y la Convención Internacional de los Derechos del Niño. No estamos legalmente habilitados para que funcione semejante propuesta”. El Premio Nobel de la Paz, Adolfo Esquivel, dijo que “el objetivo es militarizar la pobreza y la exclusión social”. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo también criticaron duramente el proyecto.
“Anularon las becas por falta de fondos y de buenas a primeras aparecen 150 pesos por chico para darle al Ejército”, dijo Hugo Yasky, titular de Suteba. Martha Maffei, de la Ctera, aseguró que “primero creí que era una broma, hasta que lo vi a Solá defendiendo el proyecto”. Eduardo Macalusse, diputado nacional del ARI, sostuvo: “En cualquier país serio del mundo, a los chicos que no quieren seguir estudiando, el Estado les plantea una formación ligada a la producción local. En la Argentina, la única industria que parece que está funcionando es la represiva”.