Jueves, 21 de mayo de 2009 | Hoy
SOCIEDAD › LA HISTORIA DE UN CHICO DE 14 AñOS QUE NO PUEDE SALIR DEL NEUROPSIQUIáTRICO
Santiago S. está internado en el Tobar García. Hace tres meses le dieron el alta, pero no tiene familia que lo aloje, está judicializado y las autoridades porteñas no le encuentran lugar en un hogar terapéutico. Otros nueve chicos están en igual situación.
Por Mariana Carbajal
Santiago S. tiene 14 años. Los cumplió el 17 de abril. Fue un cumpleaños sombrío, como la historia de su vida, signada por el abandono familiar y social y las marcas indelebles de la institucionalización, que se agudizan por estas horas. Desde hace más de tres meses está encerrado en el Hospital Neuropsiquiátrico Infanto Juvenil Tobar García, a pesar de que desde el 9 de febrero estaría firmado el pedido de derivación a un hogar terapéutico. Pero la orden de externación sigue sin cumplirse porque el gobierno porteño, en particular la Dirección General de Niñez, no se ocupa de encontrarle un techo fuera de ese hospicio, con la diligencia que debería. Desde que está encerrado, la mirada, sus ojos vivaces, se le han ido apagando. Como los de otros nueve chicos y chicas con alta de internación, entre ellos un niño de 11 años y una adolescente que lleva siete meses en esa situación.
Aunque adentro del Tobar García Santiago se siente solo, afuera tiene un alma que lo acompaña y está tratando de vencer todos los obstáculos para devolverle la sonrisa: es Tomás Raspall, un estudiante de Ciencia Política de la UBA, de 23 años, que realiza tareas como voluntario en un hogar asistencial, que tiene un convenio con el Ministerio de Desarrollo Social de la ciudad. En ese marco, Tomás conoció a Santiago. Su destino de encierro lo desvela. A principios de abril, este diario publicó una investigación con el título “Atrapados sin salida”, que denunciaba la situación de otras chicas y chicos que, como Santiago, están privados de su libertad, dopados, en clínicas neuropsiquiátricas, a pesar de tener órdenes de externación, por la inoperancia del gobierno porteño para buscarles una vacante en otro tipo de institución. Tomás se contactó con esta cronista después de leer el artículo, en uno de sus tantos intentos por sacar a Santiago del encierro.
“El Hospital Infanto Juvenil Tobar García, especializado en salud mental, está al lado de su hermano mayor, el Hospital José Tiburcio Borda. A ambos se accede por la calle Ramón Carrillo, y si Ramón Carrillo accediese a ellos huiría horrorizado. Estos dos hospitales comparten mucho más que la misma manzana: están atravesados por la misma realidad de pobreza, marginalidad, indiferencia y abandono social y estatal que sufre la mayoría de los pacientes. Mientras los trabajadores del Tobar García reclaman por la inmediata finalización de las obras de remodelación iniciadas hace tres años, hoy prácticamente detenidas, los chicos internados piden con su voz finita, casi muda, las derivaciones que solicitaron para ellos y que se encuentran igual de paralizadas.” Así empezaba la carta de Tomás, que llegó por correo electrónico. Después, personalmente, contó más detalles de la historia de su protegido: “Al hospital ingresó absolutamente sobremedicado, con suero y en silla de ruedas. Según me comentó el enfermero que lo recibió, durmió prácticamente 48 horas antes de recuperarse. Los médicos del Tobar le diagnosticaron simplemente un cuadro de ‘excitación psicomotriz’. De todas formas, correspondía mantenerlo en observación, teniendo en cuenta las pésimas condiciones físicas en las que había llegado. A los pocos días, su psiquiatra, Valeria Marturano, pidió su derivación. Al juzgado civil 102, que tiene su tutela, le informó por escrito que no era necesaria su internación y recomendó su traslado a un hogar terapéutico. A mí me comentó que su permanencia en el hospital era contraproducente”, detalló Tomás a Página/12.
En el hospital, describe, Santiago cambió su lucidez por somnolencia, su alegría por resentimiento. “Por esta desidia va camino a convertirse en un enfermo crónico producto del sistema médico, otro de los que pasan del Tobar García al Borda como del secundario a la universidad”, se horroriza Tomás.
Santiago llegó al Tobar García el 2 de febrero, según consta en el expediente que tiene la Asesoría General Tutelar del Ministerio Público de la ciudad, previo paso por el Hospital Zubizarreta. Vivía en el Hogar Buenos Aires, una institución que cobra del gobierno porteño por la atención de chicos y adolescentes desamparados, cuando tuvo el episodio que derivó en la internación psiquiátrica. Su vida ha transitado entre la calle y la institucionalización. Como tantos y tantas más. No es el único privado de su libertad en el Tobar García en estos momentos. Desde la Asesoría General Tutelar, encabezada por Laura Musa, vienen presentando amparos para que la Justicia ordene al gobierno porteño lo que de por sí es su obligación: derivarlos a un hogar asistencial o terapéutico de acuerdo con sus necesidades, pero sacarlos de un régimen de encierro hospitalario como el que tienen en el Tobar García.
La Dirección General de Niñez es la encargada de establecer convenios con hogares y la responsable de ofrecer un lugar a los chicos que no tienen familia que pueda brindarles un amparo. Los responsables del área no respondieron a las consultas de este diario. La pregunta, surge, casi obligada: ¿Tienen estos chicos y chicas que crecieron lejos del amor de una familia, una patología de base o el sistema los psiquiatriza?
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