Con dudosa pureza láctea, el relator Mariano Closs echó a rodar, algo menos de un par de semanas atrás, una apócrifa versión según la cual el entrenador de Huracán, Angel Cappa, habría apostrofado de mala manera a Estudiantes de La Plata, a horas solamente del partido entre Huracán y Estudiantes. Casi ni falta hizo que Cappa lo desmintiera, dado el origen de la especie. Bastante antes, a poco del comienzo del Clausura 2009 y con parecida profusión de bacterias contaminantes, el Larry King (ese entrevistador costumbrista de la televisión norteamericana cuya característica principal pasa no por lo que pregunta o lo que le contestan, sino por curtir llamativos tiradores en la era del cinturón) del subdesarrollo, el otrora contestatario, natural de Bell Ville, Elio Rossi, vaticinó la inminente debacle de Huracán: algo así como no más de cinco o seis fechas de bonanza futbolera.

El último fin de semana, el periodismo hegemónico del pensamiento único (“lo único que importa es ganar, como sea”) sufrió algunas desazones. Pero siguiendo con la prédica de la mala leche, la lectura de labios ante una expresión de Cappa por una atajada de Daniel Vega, el arquero de River (“mirá lo que va a sacar este arquero sin manos”) fue la única de su especie en una jornada en la que Fútbol de Primera no leyó absolutamente nada más. Ni en los labios de Gallego (Independiente perdió 1-5 con Estudiantes), ni en los del permanentemente mediático Caruso Lombardi (quien además fue expulsado justamente por hablar en el partido que Racing perdió de local con San Martin de Tucumán), ni en los de Gorosito (River cayó goleado 0-4 por Huracán), ni en los de ningún otro técnico, ni jugador, ni árbitro, ni espectador.

Ahora pasa un poquito y casi en silencio en el fútbol argentino aquello que alguna vez vaticinó el gran Ernesto Guevara respecto de otras cuestiones: “Soplan vientos de fronda”. Y ni el régimen ni sus alcahuetes pueden soportarlo.