SOCIEDAD › HABLA UN AUTOR DEL ESTUDIO SOBRE LOBBY Y TABACO
“El veto fue un modelo”
Joaquín Barnoya, uno de los autores de la investigación sobre el lobby de la industria tabacalera en América latina, explica el proyecto y el rol que jugó Argentina, donde el veto de Carlos Menem fue un modelo a seguir.
Por Alejandra Dandan
Joaquín Barnoya es guatemalteco, hace un año y medio lleva adelante un posdoctorado en Control de Tabaco en la Universidad de California. Desde ese lugar llevó adelante la investigación que ayer publicó en exclusiva Página/12 sobre The Latin Project, el programa desarrollado por la poderosa industria tabacalera norteamericana para impedir en la región la difusión de las leyes antitabaco. La investigación de Barnoya y el científico State Glantz contiene documentos inéditos sobre la política de cooptación de científicos en la región. La denuncia retoma los documentos confidenciales de acceso libre de dos colosos: Philips Morris Internacional y de la British American Tobacco, que controlan aquí a Massalín Particulares y Nobleza Piccardo.
Las tabacaleras desarrollaron The Latin Project desde ‘91 hasta, por lo menos, 1998. Entre los científicos contratados como lobbistas estuvo el actual decano de la carrera de Posgrado de Ciencias de la Salud de la UCA, Carlos Benjamín Alvarez. El rol de este académico –amigo personal de Carlos Menem y cardiólogo del hermano Eduardo– fue vital para conseguir en el ‘92 el veto de la Ley antitabaco del diputado Aldo Neri que prohibía entre otros aspectos todo tipo de publicidad de tabaco.
Ahora Tobacco Control de la British Medical Journal, una de las cinco publicaciones más importantes del mundo, acaba de difundir el informe producido por el equipo de científicos de California. En esta entrevista, Joaquín Barnoya profundiza detalles, dificultades y descubrimientos sobre la investigación.
–Las tabacaleras tienen información confidencial en Internet ¿por qué esto es así?
–A raíz de las demandas en Estados Unidos, en particular las de Minesota, en 1998 las tabacaleras fueron obligadas a publicar todos sus documentos. Son documentos que pertenecen a los ejecutivos de alto nivel de las empresas, que están obligados a dejar disponible la información de forma pública y gratuita en sus sitios web. Como usted puede imaginar, los archivos no se colocaron de manera ordenada: encontrar un documento muy específico en uno de los web sites es casi imposible. Tienen todo mezclado, hay miles de artículos, miles de cosas que no sirven, cosas repetidas, muchísima basura, cosas insignificantes, pero también hay documentos con muchísima información actualizada todas las semanas.
–Ustedes demuestran que las tabacaleras desarrollaron distintas estrategias para impedir que esta información se difunda. ¿Cuál fue el corazón de la política de imagen que llevaron adelante?
–Ellos empiezan a contratar científicos, a pagar agencias gubernamentales y abogados para que todo quede bajo una nube. Desarrollan términos como “hábito de fumar” para evitar usar “adicción” porque saben que la nicotina es adictiva. Desde hacía treinta años, sabían que este producto causaba cáncer, pero financiaban artículos científicos que contradecían lo que la verdadera ciencia decía.
–¿Esto incluía falsear datos científicos?
–Así es también, aunque más que nada no falsearlos, pero no mostrarlos: mostrar el otro lado de la moneda. Manipulaban los datos.
–¿Cómo llegaron a The Latin Project?
–Fue parte de ese proceso de búsqueda. Cuando me mudé a San Francisco para trabajar con Glantz sabíamos que había que hacer algo sobre Latinoamérica, nadie se había metido a ver los documentos de la Industria en una región donde las tabacaleras han estado desde principios de siglo. La British American Tobacco está en Brasil desde principios de siglo, Philips Morris desde los ‘50. Al principio, entré palabras como Guatemala al buscador y encontré 8.000 artículos, pero de repente me topé con este nombre que decía Latin Project, con ese nombre mi búsqueda se restringió. Aparecieron científicos y documentos claves.
–Para ustedes esos documentos probaban que la Industria tenía un plan organizado para combatir en América latina las políticas antitabaco. ¿Considera que esto es el punto esencial de la investigación?
–Creo que el gran descubrimiento, lo que estamos aportando nosotros, es que la Industria ha hecho en Latinoamérica lo que se sabe que ha estado haciendo en Estados Unidos: contratar científicos y crear una nube de humo para desinformar. La gran diferencia con Estados Unidos es que los científicos contratados fueron gente de alto nivel y con rango académico. No es lo mismo contratar a un consultor que puede generar algunas dudas, que al director de un instituto cardiovascular.
–En el país contrataron al doctor Carlos Alvarez, un cardiólogo prestigioso amigo personal de Carlos Menem. ¿En el resto de Latinoamérica consiguieron enrolar profesionales de este nivel?
–Sí, claro. El consultor de Guatemala, César González fue profesor de la Universidad Nacional y actualmente es el editor de la revista de Médicos y Cirujanos de Guatemala. En Brasil hubo un profesor de Química, en Venezuela el doctor Bruno Burger que era jefe de cardiología del centro Médico Docente de Caracas; en Chile, Lionel Gil un toxicólogo de la Facultad de Medicina de Chile. Esto le daba a las tabacaleras más prestigio porque los profesionales forman parte de centros docentes desde donde les es muy fácil difundir información como conocimiento.
–¿Los consultores cobraban en forma directa?
–No hay documentos sobre la frecuencia, pero cuando Carlos Alvarez intervino en el veto de la Ley Neri, por ejemplo, él pidió más dinero. Hay documentos sobre esto. La industria consideró la suma como una cifra ridícula, y le pidieron a John Rupp –el coordinador del Proyecto– que hablara con Alvarez porque esa suma no se la iban a pagar. Hubo una discusión entre los dos y finalmente se le terminó pagando.
–¿Cuál fue el rol argentino en el proyecto?
–Creo que el rol argentino primero fue político. Que vetaran esa ley para ellos se convirtió en un modelo a seguir. Entendieron que se puede llegar a vetar una ley, si tienes el consultor apropiado. Si tu tienes una persona prestigiosa, amigo del presidente, con credibilidad. Eso lo aprendieron ellos en Argentina. Esto trasformó en singular la actividad de Alvarez.
–Esta fue la política que siguieron para cooptar científicos. ¿Qué puede decir del trabajo sobre los líderes de opinión reflejado en su investigación?
–La política era usar a los consultores médicos para manipular a los medios de comunicación. Cada vez que los medios, le daban cobertura a lo que sucedía en Estados Unidos con el humo de segunda mano (fumadores pasivos) y con las enfermedades cardíacas, los consultores debían escribir una carta al editor. Debían trasmitir que esos no eran problemas para los latinos porque los contaminantes ambientales en estas regiones eran principalmente otros.
–La estrategia en Latinoamérica, entonces, parece haber sido intentar cambiar el eje de discusión.
–Así es, desviarla. Llevar el interés de la gente a los problemas de desnutrición, de inmunización. No estoy diciendo que no sean problemas, pero a la industria le interesaba dejar claro que el problema del humo era un problema de o para los países ricos, no para los pobres.