Miércoles, 4 de noviembre de 2009 | Hoy
SOCIEDAD › UN HOMBRE ACUSADO DE MATAR A SU MUJER Y SUS DOS HIJOS
Un hombre norteamericano quedó ayer detenido acusado de un múltiple crimen en el partido bonaerense de Morón. El lunes pasado, en una casa de la calle General Juan José Valle al 500, fueron encontrados sin vida tres cuerpos: una mujer embarazada y sus dos hijos de 4 y 7 años. Los peritajes policiales determinaron que la vivienda estaba cerrada por dentro y las víctimas fueron sorprendidas mientras realizaban actividades cotidianas. El único sospechoso es el marido y padre de los fallecidos. “Esta persona montó una escena frente a su vecino e intentó instalar una coartada, pero todo indica que estamos ante el autor de la masacre”, dijo uno de los investigadores de la DDI de Morón. La hora de muerte, el lugar y la forma en la que fueron atacados, sumado al “desorden ordenado” que se encontró dentro de la casa para simular un robo, son los principales elementos que comprometen al padre de familia.
El sospechoso de la masacre de Morón es Antonio Orlando Cajal. El hombre nació en Atlanta (Estados Unidos) y desde 1991 reside en la Argentina. Ayer todavía no había sido indagado: el fiscal a cargo del caso, Marcelo Tavolaro, ordenó que primero Cajal sea entrevistado por psicólogos y psiquiatras del cuerpo médico forense para evaluar su salud mental.
Los cuerpos sin vida de la mujer embarazada y sus dos hijos fueron descubiertos gracias al llamado de un vecino al 911. Cerca de las 22.30 del último lunes, efectivos de la comisaría 1a de Morón llegaron hasta una precaria vivienda de la calle General Juan José Valle al 540 de esa localidad del oeste del conurbano. “Cajal le pidió permiso a un vecino para saltar desde su propiedad a su casa, ya que él no tenía llaves y decía que nadie le contestaba desde el interior”, explicó el vocero policial.
Según el relato de los uniformados, con el vecino de testigo, Cajal levantó dos persianas de su casa hasta que logró ingresar, al instante salió por la puerta delantera y le dijo: “Llamemos a la policía, que algo malo le pasó a mi familia”. En el hall de la puerta de entrada de la vivienda estaba el cadáver de su hijo de 7 años; en la cocina, el de su mujer, Liliana Fuño Rodríguez, de 26 y embarazada de seis meses; y en una habitación de la plata alta, su hija menor. Todas las víctimas presentaban fuertes golpes en la cabeza de un objeto contundente que podría ser una maza y, además, puntazos en el cuello. Ninguna de las dos armas fue encontrada en la escena del crimen.
“Todas las víctimas fueron atacadas por sorpresa en distintos lugares de la casa, como si el asesino fuera un conocido. La madre estaba haciendo el desayuno en la cocina, el nene estaba jugando en el hall y la nena miraba televisión en un cuarto”, explicó uno de los investigadores que recorrió la escena del crimen.
La coartada de Cajal es que el lunes a la mañana se retiró de su casa a las 10 para ir a trabajar a una obra de construcción y cuando volvió a la noche no pudo entrar porque no tenía las llaves y porque nadie respondía a sus llamados. Los investigadores fueron a la supuesta obra donde el hombre dijo haber estado y por el momento no hay testigos que corroboren esa versión. Además, el fiscal Tavolaro y la policía detectaron en el interior de la vivienda lo que llamaron “un desorden ordenado”: el único faltante es un reproductor musical, aunque “nadie comete un crimen con tanta brutalidad por un simple equipo de música sin parlantes”, dijo una fuente judicial.
El trabajo de los médicos forenses que levantaron los cadáveres fue clave para robustecer las sospechas en torno del padre de familia. Es que según los peritos, la hora de muerte sería de unas diez horas antes del hallazgo, es decir alrededor de las diez de la mañana, un horario en el que los investigadores creen que Cajal todavía estaba en su casa.
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