SOCIEDAD › LA TEMPORADA EMPIEZA OFICIALMENTE CON LA LLEGADA DE LAS “ESTRELLAS” Y SUS HABITUALES SEGUIDORES

La capital nacional del cholulismo

En Mar del Plata siempre hay lugar para cazadores de celebridades de la televisión. Los almuerzos de Legrand y el balneario de Fort, curiosos atractivos para un veraneo. No faltan las agresiones de patovicas, excesos por alcohol y protestas de comerciantes.

 Por Soledad Vallejos

Desde Mar del Plata

Una lluvia de estrellas, en vez de alguna de agua común y corriente, se desató ayer mismo en Mar del Plata. A media mañana, un viento constante había empezado a barrer las nubes que volvían gris el día, y para el mediodía ya toda posibilidad de tormenta (vana y reiteradamente pronosticada) quedaba en el olvido. Bajo un sol radiante, y con una temperatura en ascenso hacia el infinito, la ciudad quedó oficialmente inundada: el primer almuerzo veraniego de Mirtha Legrand, la llegada de la modelo Pampita, los anunciados preparativos para un anochecer al ritmo del desfile Mar del Plata Moda Show, las andanzas cotidianas de Ricardo Fort, la convocatoria al cumpleaños del niño de Iliana Calabró. Como si las arenas jugaran a su favor, las celebrities demostraron una vez más que Mar del Plata aumenta el poder de su magnetismo misterioso: donde fueran, convocaban una pequeña (y no tanto) multitud, despertaban una pasión, marcaban un punto en la agenda de vacacionistas, a quienes, por lo visto hasta el momento, no les faltarán emociones esta temporada. El día, de hecho, comenzó una vez más con los relatos del amanecer en la zona de la calle Alem, las cuadras de bares cada noche más abrumados porque el consumo de alcohol entre jóvenes y adolescentes parece tener consecuencias imprevisibles e incontrolables. Las noticias de encuentros playeros que terminan convirtiéndose en fiestas multitudinarias y golpes de patovicas y policías a chicos a la salida de los boliches remataron la tensión, y hacia el final del día los dueños de bares de Playa Grande anunciaron que el fin de semana cerrarán sus locales a la medianoche.

“Yo soy Mirtha”, decía un hombre de jean y zapatillas, que llevaba la cabeza cubierta por un gorro de béisbol. Pero la pared que, ante él, componían cinco señores robustos y trajeados no se conmovió con la frase, porque no era una chanza, sino un entrenamiento: a media hora del comienzo del programa, el jefe de piso de los almuerzos televisados debía adiestrar a los encargados de seguridad para que pudieran proteger a la señora de sus groupies sin entorpecer el show.

Todavía era temprano, pero las escenas que empezaban a verse desde al menos una hora antes, cuando el sol castigaba sin timidez espaldas y cabezas descubiertas, en las escaleras frente al mar, indicaban que las precauciones tal vez no fueran vanas. Una señora de pelo corto, colorado, buscaba lugar frente al balconcito desde el que, sólo dos horas más tarde, Mirtha Legrand realizaría sus últimos quince minutos de programa.

De un segundo a otro, empieza el show. El jefe de piso pasa raudo hacia el control: “Ya empezó la temporada”. Y es que, aun cuando desde hace unos días la ciudad registre un 20 por ciento más de paseantes que el año pasado, periodistas locales y trabajadores de turismo reconocen que es el almuerzo televisado lo que vuelve realidad el comienzo de la temporada. A unos metros del estudio de TV con forma de comedor, el escenario que horas después albergaría el desfile de Mar del Plata Moda Show terminaba de estar a punto.

A unos kilómetros, Ricardo Fort congregaba multitudes en el balneario donde pasa las tardes, y no es por nada: su sola presencia ha llevado a que el lugar duplique la cantidad de clientes, aun cuando el ingreso sea pago y las sombrillas no estén en oferta. Pero mientras que Mirtha se hace fuerte en la distancia física con el público, Fort disfruta en demorar 35 minutos para avanzar sólo 50 metros, porque una nube de fans lo rodea cámara en mano para tener su segundo junto a él (que no sólo accede: toma la foto él mismo). Su presencia se vuelve sinónimo, también, de negocios: un parador auspiciado en cada centímetro, móviles de TV, programas que transmiten en vivo, radios, un tema musical vuelto leit motiv.

Sobre ese fondo, en las noches y las madrugadas se sobreimprime una situación que comienza a preocupar a los comerciantes de boliches y bares. Ayer, al paisaje repetido de chicos agrediendo automovilistas al terminar la madrugada se sumaron episodios de violencia registrados por cámara de video pero, curiosamente, no denunciados de manera formal, aunque la víctima era un adolescente y los agresores un grupo de policías y patovicas de boliches. Los rumores sobre fiestas espontáneas en las playas que terminan avanzada la noche y el estado etílico sumó lo que faltaba para que comiencen las reacciones. Los comerciantes de Playa Grande han anunciado que este fin de semana cerrarán sus locales a medianoche, en protesta por “los recientes hechos de violencia” de la calle Alem.

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La presencia de Ricardo Fort es sinónimo de negocio: en su parador todo cuesta más caro.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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