Martes, 6 de julio de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › DESPUéS DE UN AñO EN SIERRA CHICA, FUE DECLARADO INOCENTE EN JUICIO PORQUE LE ARMARON LA CAUSA
Policías de la Bonaerense de Billinghurst detuvieron a Matías Cabrera, cuando era estudiante secundario. Le armaron una causa por robo agravado. Pasó siete años procesado y uno preso en Sierra Chica. Hace unos días, se lo absolvió por ausencia de cargos.
Por Mariana Carbajal
Matías Lucas Cabrera estuvo preso 11 meses y 19 días por un delito que nunca cometió: de la noche a la mañana pasó de ser delegado ante el Consejo de Convivencia de la escuela media donde cursaba el polimodal, con asistencia perfecta, a una celda de la cárcel de máxima seguridad de Sierra Chica. Policías de la comisaría de Billinghurt, partido de San Martín, lo detuvieron y acusaron de cometer un robo agravado por el uso de arma. Ayer, Matías fue absuelto por el Tribunal Oral en lo Criminal N° 3 de San Martín. Directamente, no hubo acusación fiscal. “En el juicio quedó demostrado que la causa fue armada por los policías. Lo detuvieron por ser pobre, morocho y vivir donde vivía, en un barrio muy humilde. Es un caso claro de culpabilidad por vulnerabilidad. Durante estos siete años, Matías fue el protagonista de El Proceso de Kafka. Perdió un año de su vida injustamente detenido”, señaló ayer a Página/12 Rina Barbieri, integrante de la Red de Abogados Voluntarios de Poder Ciudadano, que asumió gratuitamente la defensa del joven desde que la causa fue elevada a juicio oral.
Página/12 reveló la historia de Matías en su edición del domingo 5 de septiembre de 2004. Tenía 18 años cuando fue apresado, el 7 de agosto de 2003, a pocas cuadras de la comisaría de Billinghurst. Volvía a su casa, en Villa Lavalle, después de visitar a una amiga. Un par de horas antes, en ese mismo lugar, había sido asaltado por un pibe armado un fletero con el camión cargado de electrodomésticos. A Matías le abrieron una causa por robo agravado. No tenía antecedentes penales. Ni él ni ningún miembro de su familia. Ayer, su mamá, María Antonia, y su padre, Silvio Cabrera, respiraron aliviados, y sonrieron muy emocionados, cuando conocieron el veredicto, en la sala de audiencias. Matías hoy tiene 23 años. Está en pareja con una joven, con quien tuvo dos hijos. No puede creer que su pesadilla terminó. “Estuvo siete años con una espada de Damocles esperando que lo absuelvan”, graficó Barbieri.
La comisaría de Billinghurst tiene antecedentes en el armado de causas a inocentes. La familia de Matías es de condición humilde. Cuando cayó preso, Matías era alumno de segundo año del polimodal de la Escuela Media N° 6 Alfonsina Storni, de Billinghurt. La comunidad educativa se movilizó en aquel momento en su defensa. Sus profesores enviaron a este diario una carta de lectores que se publicó el 21 de octubre de 2003, donde denunciaban que Matías estaba preso “por equivocación”. No dudaban de su inocencia: el adolescente era un alumno ejemplar, un referente para sus compañeros. Aquella carta conmovió a directivos de Poder Ciudadano, que decidieron involucrarse, aunque el caso no tenía las características de los que llevan a la entidad a intervenir habitualmente. Entonces, con apoyo de la Red de Abogados Voluntarios de Poder Ciudadano, se logró –después de varias presentaciones y denegaciones– que el 26 de julio de 2004 el joven fuera excarcelado después de pasar en prisión casi un año, la mayor parte en el penal de Sierra Chica.
El juicio oral y público en su contra por “robo agravado por el uso de arma” comenzó el 24 de junio pasado. El Tribunal estuvo presidido por el juez Miguel Angel Bacalhau. Luego de escuchar a los policías que intervinieron en la detención y en el procedimiento contra Matías –dos de ellos luego fueron dados de baja de la Bonaerense por antecedentes penales– y a las víctimas del robo que se le endilgaba al joven, la fiscal Paula Leiva desistió de realizar la acusación. No tuvo elementos. Sin acusación, el Tribunal dictó la absolución. Durante el juicio llamó la atención el testimonio de una ex vecina de la comisaría de Billinghurt, que declaró que había decidido mudarse del lugar porque tenía miedo de que los policías de esa seccional le abrieran una causa falsa a alguno de sus hijos: a uno de ellos lo llegaron a llevar detenido por averiguación de antecedentes, relató la mujer.
“La causa contra Matías se sostuvo sólo en el reconocimiento espontáneo de la víctima del robo en la comisaría. Según contó Matías, estaba sentado cerca del baño cuando entró el fletero con un policía y lo señaló a él. Después, ese hombre describió toda la ropa que tenía el ladrón y coincidía con la de Matías. Llamativamente, en su declaración consta que tenía zapatillas claras y cordones oscuros como los de Matías. Es raro que haya podido prestar atención a ese detalle. En el expediente había testigos que indicaron que el autor era otro. En el juicio quedó en evidencia que el fletero lo señaló porque en la comisaría le dijeron que los acusados eran unos malvivientes del barrio, que ya los tenían detenidos, y porque la campera tenía colores similares a los del ladrón. Pero dijo que nunca llegó a verle la cara porque tenía gorro y la cabeza gacha durante el asalto. Quedó demostrado que a Matías le armaron la causa para hacer estadística”, dijo la abogada Barbieri. El arma del robo nunca se encontró y tampoco la mercadería sustraída. Matías reafirmó ayer su inocencia. El año que pasó en la cárcel será una marca difícil de borrar en su vida.
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