Jueves, 26 de agosto de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Mariana Carbajal
Tenía los ojos averdesados y el alma transparente. Un poco tímido, algo hosco, pero con un espíritu positivo que entusiasmaba hasta al más apático. No faltaba a ninguna marcha siempre que fuera en defensa de los derechos humanos, por un reclamo de justicia, para apoyar a los más desfavorecidos y, últimamente, contra la gestión del PRO, uno de sus mayores dolores de estómago. Así era Juan Cruz Noce. El sábado murió en un accidente automovilístico, camino a Mendoza. Tenía 34 años, dos hijos pequeños, su amor, Pía, y una vida dedicada por entero a la militancia, con un liderazgo promisorio. Rara avis de la política: en tiempos de crisis y mutación de las representaciones, cuando la videopolítica se imponía como único modo posible de hacer frente a esa realidad, él insistía en caminar el barrio, abría locales y convocaba a la discusión política. Así fundó la agrupación Nueva Comuna, desde la cual se constituyó en un referente del progresismo porteño y tenaz opositor a las políticas del macrismo. Su terruño era la Comuna 15, que nuclea a los barrios de Villa Ortúzar, Chacarita, Villa Crespo, Paternal, Agronomía y Parque Chas. Su sorpresiva partida dejó sin aliento a quienes lo conocían y por estas horas, en blogs y post, se pueden leer cálidos recuerdos y sentidos adioses.
Noce fue secretario del Centro de Estudiantes del Colegio Nicolás Avellaneda y un importante dirigente de la juventud del Frente Grande. Entre 2002 y 2006 fue director del Centro de Gestión y Participación (CGP) 14 Oeste, del que se despidió con un acto al que asistieron más de seiscientos vecinos, para agradecerle su desempeño, porque lo apreciaban y respetaban. Desde ese lugar motorizó proyectos como el Centro de Salud Comunitario (Cesac) Nº 33, el jardín maternal de Córdoba y Bonpland, el Galpón Cultural de Olleros, el Centro Cultural Carlos Gardel y el Espacio Cultural La Nube, entre otros.
Ferviente defensor de los derechos humanos, acompañó los reclamos de memoria, verdad y justicia. Fue impulsor de los procesos de comunas: entendía que la participación directa y comunitaria son herramientas fundamentales para consolidar y profundizar la democracia. Luchó incansablemente contra la fragmentación del campo popular, tratando de conciliar las tradiciones nacionales, populares y de izquierda. Debatió con aquellos que, desde un discurso antipolítico, bregaban por instalar la necesidad de tecnócratas y gerentes de la cosa pública. Fue un crítico feroz de las salidas políticas individuales o, como le gustaba decir, de los “microemprendimientos políticos”.
Era común verlo los sábados en diferentes esquinas de los barrios de la Comuna 15 repartiendo Paso a Paso, la revista de la agrupación, o materiales de difusión, opinión y crítica social. Escribía en los boletines electrónicos de la agrupación y en blogs políticos. Pero más le gustaba leer: era un gran lector, sobre todo de historia y procesos políticos.
Discutía con pasión, a toda hora. Lo caracterizaba el buen humor, transformado en ironía ácida a la hora de retratar los derroteros decadentes de cierta política porteña. Ante las derrotas siempre imponía su espíritu resistente. Convocaba, entusiasmaba y construía. Fanático de Boca, tenía a Riquelme entre sus héroes. Pero el más grande, para él, era Fidel. Sus amigos recuerdan que cuando el líder cubano estuvo en Buenos Aires, en el Parque 3 de Febrero, con el entonces jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, y muchos funcionarios corrieron a sacarse fotos con él, Juan Cruz llegó muy tarde y se perdió el anhelado encuentro: ese día, en el barrio había habido problemas con las veredas y la vía pública, y Juan Cruz priorizó escuchar a una veintena de vecinos que conocer a Fidel. Así era: una persona sencilla, muy querida y respetada por su diario compromiso político y social. Quienes lo conocieron, ya lo extrañan.
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