SOCIEDAD › LOS RAELIANOS SE PRESENTARON EN BUENOS AIRES
Y hasta se meten con Gardel
El enviado de Rael anunció que instalarán una sede en Brasil, donde nacería el próximo clon. Dicen tener 350 argentinos en la lista de aspirantes a ser clonados. Y hasta especulan con duplicarlo a Gardel.
Por Alejandra Dandan
Los raelianos están aquí, llegaron para quedarse, expandirse y -lógicamente– multiplicarse. Gabriel Patricio Barra, chileno, radicado en Europa y cerebro del movimiento raeliano internacional, presentó ayer oficialmente en Buenos Aires el programa expansionista de Rael para América Latina. En el salón de conferencias de uno de los hoteles de la avenida Corrientes, rodeado de todos los medios de prensa, el emisario anticipó la llegada de un supuesto cuarto niño clon al mundo. Esta vez, dijo, nacerá durante el 2003 en una ciudad de Brasil y “podría ser” argentino. Las promesas de salvación y duplicación eterna no se quedaron ahí. Tienen 350 argentinos en lista de espera para clonación y una aventura por delante: están dispuestos a resucitar hasta al mismo Gardel sólo con sus huesos.
“¿A qué argentino querrían clonar ustedes?”, disparó de pronto el emisario en medio de su audiencia de periodistas. “¿Políticos?”, preguntó antes de comenzar a contar aquella nueva aventura en la que se embarcan los integrantes de este universo de religiosos que viven convencidos de que al fin y al cabo los terrícolas somos una de las creaciones en espejo de una raza superior extraterrestre. “Cuando yo camino por Suiza –el país de donde recién ha llegado–, todo el mundo me pregunta lo mismo: ¿eres chileno?” Y a continuación le preguntan por el país de Gardel. Por eso, sólo por eso, ahora considera que sería uno de los seres aptos para la replicación genética. “Después de todo –continuó el raeliano– el ADN puede extraerse de los huesos, que tienen una durabilidad de 300 años (sic)”.
Así entre resurrecciones y seres por nacer, los raelianos llegaron dispuestos a la conquista en esta parte de Sudamérica y usaron el salón de un hotel para hacer una serie de anuncios capaces de estremecer a los más apocalípticos. Los anuncios se sucedieron por orden de jerarquía. El primero fue la apertura de una filial sudamericana de Clonaid, el laboratorio de clonaciones dirigido por el movimiento. La filial estará en Brasil, pero nada pudo saberse sobre el paradero, ubicación u otros detalles sobre cantidad de empleados, raelianos o científicos que atenderán los pedidos. La única forma de conectarse con aquel lugar será -tal como hasta ahora– una conexión virtual a través de un sitio en Internet. El mismo al que han ingresado ya los argentinos que ahora estarían plegándose a la búsqueda de clones.
De esos argentinos, los raelianos lógicamente no dijeron nada. Sólo dieron un número: 350 interesados. Y respondieron, con evasivas, que provendrían de distintos sectores sociales aunque, recordaron, cada clonación costará unos 200 mil dólares. “Ese es el precio –dijo Barra– pero no es un valor excluyente, cada uno hace la donación que puede: si son 200 mil son 200 mil, pero si es menos o más también se acepta.”
Como si todo fuese en serio, desde el escenario se oyeron los requisitos que debían cumplir los postulantes. En primer lugar, explicó el enviado, el bebé clonado tiene que ser un bebé deseado. En segundo término, la clonación sólo se hará entre candidatos estériles. Para los raelianos este es un dato básico. Aunque consideran la clonación como una instancia de replicación tecnológica perfecta, cuentan con un costado más humano. “Sólo se hacen en los casos en los que no funcionan los métodos naturales o artificiales conocidos hasta ahora.”
José Etcheverri es el primero de los 37 raelianos argentinos. Alguien que conoció el movimiento hace algo más de treinta años y quien desde entonces ejerce una suerte de coordinación general desde su cuartel general en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires. “Porque acá hay que entender una cosa –decía ayer–, yo te lo explico a lo gauchesco: un clon no es un hijo, es un duplicado.”
Con un pie en la tierra y el otro ¿en Marte?, los dos raelianos que monitorearon la conferencia de prensa pasaron del caso de la clínica de clonaciones a la defensa de una filosofía que se presenta como el estratomás alto de la ciencia pero que no cree en las evidencias como prueba. Con buena mano para discutir sobre la relatividad de los paradigmas que hegemonizan los discursos científicos, los intereses, la ciencia y sus negocios, los raelianos critican desde ahí a los que los critican por la falta de evidencias. De esta forma respondieron ayer a quienes se obstinaban pidiéndoles pruebas y más pruebas sobre los tres casos de clonación que se adjudican. El primero de ellos es el de Eva, una norteamericana, el segundo corresponde a una pareja de mujeres de Amsterdam y uno más reciente en Japón. Sobre ninguno han dado pruebas: “Pero las pruebas no sirven –decía Barra resignado como militante hindú-: tú puedes creerlas o no creerlas, aunque las mostremos no las creen”.
Pero igual hacen algunas concesiones. En marzo, dijeron, harán pública la imagen de las mujeres de Amsterdam, difundirán un mensaje y emitirán las pruebas de ADN sobre las que en este momento estaría trabajando un científico alemán. Su nombre obvio no lo dijeron. Cuando aparezcan los datos, solo será cuestión de creer o clonar.