Jueves, 29 de septiembre de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › LOS ABOGADOS DE BARTOLI Y MICHELINI SE TRENZARON EN UNA DISCUSION
Ribas, letrado de Michelini, tildó de desleal a la defensa de Bártoli porque había lanzado sobre la masajista sospechas de haber participado en el crimen de MM. Novak, defensor de Bártoli, replicó contra Ribas. Los separaron los jueces.
Por Horacio Cecchi
Al cierre de los alegatos del caso García Belsunce II, en la etapa de réplicas, se produjo un cruce de palabras en plena audiencia entre algunas de las partes que estuvieron presentes durante el juicio. Un cruce –más que cruce fue un choque– sorprendente desde la perspectiva geográfica, ya que se trenzaron dentro de la misma trinchera de las defensas, mientras los jueces observaban atónitos y desde la mesa de los fiscales costaba reprimir el paladeo de un esbozo de sonrisa. Calmados los ánimos, siguió el turno de las palabras de los acusados, residuo del antiguo pedido de clemencia al tribunal. La sentencia tendrá lugar el 4 de noviembre próximo, cuando tendrá punto final el García Belsunce II y comenzará, de seguro, la extensa gira del expediente por quejas y apelaciones.
El choque tuvo lugar durante el espacio de réplicas a los alegatos de que disponen las partes. Pero antes de avanzar sobre el qué y los quiénes, habrá que decir que los imputados hicieron uso del derecho de pronunciar unas palabras a los jueces. Así, Juan “John” Hurtig, el más hiperactivo, sentado frente a los jueces María Elena Márquez, Alberto Ortolani y Ariel Introzzi Truglia, recordó las edades de sus hijos cuando se inició el caso, en octubre de 2002, y ahora. Dijo que “siempre estuve buscando la verdad. Soy inocente y jamás encubrí un hecho delictivo” y recordó las dos veces que encontró el pituto, primero bajo el cuerpo de María Marta y después en su periplo por los excrementos del pozo ciego de El Carmel.
Horacio GB también habló, casi un recitado prearmado. Cinco veces inició una frase con “hace casi nueve años...”, recordó que su hermana María Marta “no puede descansar en paz”; que “hace casi nueve años que espero que la fiscalía investigue” y que “hace casi nueve años que una instrucción irresponsable me corrió de mi rol de colaborador en la búsqueda de la verdad al de encubridor de la muerte de mi hermana”. Pidió también la iluminación divina a los jueces a la hora de dictar sentencia, obviamente favorable.
En la misma línea, Guillermo Bártoli pidió iluminación a los jueces y aclaró: “No me sirve que en vez de seis años me den cinco, cuatro o dos meses en suspenso. Soy inocente”. Y recalcó que “volvería a hacer todo” lo que lo llevó a estar imputado porque nunca tuvo la intención de encubrir nada. Los tres, Bártoli, HGB y John H. también pidieron por la libertad de Carrascosa.
Lo de Betty Michelini, sin acusación de la fiscalía, fue más que obvio. Dijo a los jueces que “quería agradecerles que me hayan dejado decir toda mi vivencia. Gracias por haberme dejado expresarme”, señaló y se fue a sentar.
Juan Gauvry Gordon, el médico que llegó en la primera ambulancia, pretendió tranquilizar a los jueces al asegurar que “resuelvan lo que resuelvan, mi absolución o mi condena, la voy a aceptar cabalmente y la voy a cumplir a rajatabla”, pero como los anteriores (excepto Michelini, claro) negó haber encubierto a nada ni a nadie.
De parte de Sergio Binello, el último de los acusados, sólo se le escuchó decir que no iba a hablar porque “ya hablaron por mí mis abogados”.
Claro, antes de iniciar la audiencia, las últimas palabras de los imputados venían a ser como la niña bonita de la nota del día, pero los choques intratrinchera desplazaron la información hacia un costado más de teatro del absurdo. Fue durante las réplicas, un aburrido espacio de lenguaje técnico jurídico tan aburrido como periodísticamente intrascendente. Todo empezó cuando Roberto Ribas, uno de los abogados de Michelini, durante su turno de réplica tildó de desleal a su colega Alejandro Novak, defensor de Bártoli, y recordó los motivos: el lunes pasado, durante el alegato, Novak lanzó sospechas sobre Michelini como presuntamente involucrada en el crimen, por una supuesta vinculación con el vecino díscolo, Nicolás Pachelo. Desde la perspectiva de Novak, la bisagra entre ambos era Ribas, antes abogado del vecino y ahora de la masajista. “Todos jugaron sus cartas durante el debate –dijo Ribas–, menos la defensa del señor Bártoli. Vinieron con el cuchillo debajo del poncho para tirar todas estas porquerías que dijeron en el alegato.” Y recordó que “la familia agradecía a diario por televisión lo que mi clienta hizo para salvar a María Marta. Parece que Beatriz Michelini se convirtió de Cenicienta en Lobo Feroz. Ahora no sólo es la instigadora, sino la responsable de lo que pasó”.
Novak picó: sostuvo que en el debate había roles cambiados: “La fiscalía se dedicó a defender a Michelini. Ribas vino a cuidar los intereses del vecino”, dijo, sin mencionar a Pachelo. Y agregó: “Es la primera vez en mi carrera profesional que veo que una defensa le replica a otro defensor en un juicio oral”. Se equivocaba. El juicio anterior, a Carrascosa, contó con una querellante, la madre de MM, sentada junto a la fiscalía pero que defendía al acusado; y tres fiscales, designados por el fiscal general de San Isidro, Jorge Novo, que cuestionaban permanentemente la estrategia de acusación de Diego Molina Pico.
La jueza Márquez dio por terminada las réplicas cuando Novak espetó que “Ribas tiene el sentido de la lealtad atrofiado”.
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