Viernes, 15 de junio de 2012 | Hoy
SOCIEDAD › OPINION
Por Mariana Carbajal
La Justicia demoró ocho meses en creer que Wanda podía haber sido prendida fuego por su marido. En esos ocho meses –desde que se le dictó la falta de mérito a Eduardo Vásquez hasta que en noviembre de 2010 fue procesado y detenido acusado del homicidio agravado por el vínculo–, el mensaje que transmitió la Justicia fue que un hombre podía incinerar a su esposa y el hecho podía quedar impune. El crimen perfecto: ella, por las quemaduras tan graves, quedaría silenciada para dar su versión de los hechos. Y el cuento del accidente doméstico, cuando una mujer limpiaba CD con alcohol y prendía un cigarrillo, se propagó como el mismo fuego que dejó a Wanda con el 60 por ciento de su cuerpo calcinado, aquel 10 de febrero de 2010. Desde la muerte de Wanda, 48 mujeres fueron quemadas y murieron, en la mayoría de los casos como consecuencia de las heridas. En algunos casos, las incineraron para hacer desaparecer el cadáver luego de estrangularlas o apuñalarlas. En más de la mitad de los hechos el acusado o sospechoso fue un novio, el marido o la ex pareja, de acuerdo con el Observatorio de Femicidios en la Argentina que coordina La Casa del Encuentro.
En los dos años previos a la muerte de Wanda, los casos de mujeres quemadas habían sido: dos en 2008, y seis en 2009, según el mismo relevamiento. Después del ataque que sufrió la joven, los casos aumentaron notablemente: en 2010 otras diez mujeres resultaron quemadas. En total hubo ese año, al menos, 11 femicidios que involucraron fuego. En 2011, 28. Y en 2012, hasta el 2 de junio, se conocieron 10 casos más y hay 10 mujeres más en estado grave internadas. El último hecho se conoció el miércoles: Laura Emilsa Sánchez, de 30 años, sufrió quemaduras en el rostro, en la cabeza y en el pecho luego de ser presuntamente atacada por su pareja, que fue detenida, en el partido bonaerense de Esteban Echeverría.
En la medida en que las mujeres ganan autonomía y pretenden ejercer la libertad sobre sus cuerpos y sus vidas, son disciplinadas con el fuego. Como en la Edad Media, cuando mujeres que conocían y enseñaban a otras mujeres cómo controlar su destino y su sexualidad, eran quemadas en la hoguera en tiempos de la Inquisición, acusadas por la Iglesia Católica de cometer brujerías.
El hecho de que Vásquez fuera el ex baterista del grupo Callejeros, involucrado en la tragedia de la disco Cromañón, fue lo que le dio mayor repercusión en noticieros de televisión, programas de radio y diarios. Cada día y medio una mujer muere en el país como consecuencia de la violencia machista. ¿Cuántos de esos casos llegan a la portada de los diarios? Pocos.
Pero el caso de Wanda inundó los noticieros. No fue un femicidio más. Tuvo un impacto social tremendo. A partir de su muerte crecieron significativamente no sólo los casos de mujeres quemadas: también los llamados a los servicios de asistencia a sobrevivientes de violencia de género, de mujeres que contaban que sus parejas o ex novios las amenazaban diciéndoles: “Te voy a quemar como a Wanda”.
¿Puede la difusión mediática de un femicidio –con las características que tuvo la cobertura especialmente televisiva de la muerte de Wanda– provocar un efecto imitación como está probado que ocurre con las noticias de suicidio?
Un estudio español publicado por el European Journal of Public Health, (Vol. 19, No. 6, 592-596) en 2009 y realizado por investigadores del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante, analizó si aumentan los casos de femicidio cometido por la pareja o ex pareja de la víctima, después de difundirse noticias sobre ese tipo de asesinatos en programas de televisión. El trabajo tomó el período de 2003 a 2007, en el cual se registraron 340 muertes de mujeres a manos de su pareja en España. Los investigadores concluyeron que “la cobertura periodística en TV de los femicidios íntimos –perpetrados por la pareja– puede incrementar en un 42 por ciento la probabilidad de muertes por esta causa”. En cambio: “Las noticias sobre medidas para abordar la violencia de género parecen mostrar un efecto positivo que reduce en un 10 por ciento la probabilidad de muerte por esa causa”.
En diálogo con Página/12, una de las autoras del estudio, la profesora titular de Salud Pública en la Universidad de Alicante, Carmen Vives Cases, señaló ayer que sobre la base de los resultados consideran que “la violencia de género debe mantenerse como tema de noticia en la agenda de los medios de comunicación mientras siga siendo una causa componente de la mortalidad en mujeres”. Y al mismo tiempo, agregó, “se debería incluir más información sobre el contexto en el que la violencia de género se produce, con mayor variedad de fuentes informativas que incluya la perspectiva de expertos/as, profesionales y mujeres supervivientes”. Y en tercer lugar, indicó que “los medios de comunicación deben consolidarse como una valiosa herramienta de difusión de información sobre las respuestas sociales existentes y los derechos de las mujeres en situación de maltrato”.
Más allá de que la relación entre la masiva difusión de noticias sobre femicidios y su repetición deba profundizarse, el punto sobre el cual debemos reflexionar, como periodistas, es cómo informar sobre estos crímenes. Es un hecho que cada vez que en los medios audiovisuales se trata el problema de la violencia machista –especialmente en programas de televisión– y se ofrecen teléfonos o sitios donde pedir ayuda, las consultas para salir de relaciones de sometimiento aumentan.
Desde Periodistas de Argentina en Red por una Comunicación No Sexista –que agrupa a unas 170 colegas de distintas provincias– hemos elaborado un decálogo para el tratamiento de la violencia hacia las mujeres, que ha sido presentado en diversos ámbitos, ayer, en la Corte Suprema, en un seminario que inauguró el presidente del alto tribunal, Ricardo Lorenzetti. Algunas de las recomendaciones son: hablar de femicidio en lugar de crimen pasional –ninguna pasión justifica la violencia–, evitar el morbo al informar, con detalles innecesarios de cómo se produjo el homicidio, dar teléfonos donde pedir ayuda e informarse de la problemática, contextualizar el tema, como sugirió Vives Cases. No son casos aislados, son la consecuencia de una matriz cultural, donde la discriminación hacia las mujeres es el caldo de cultivo que favorece la violencia machista.
Esperemos que con la condena a Vázquez se propague un mensaje claro: le decimos basta a la violencia machista, ni una mujer más muerta por violencia de género. Ni una mujer más quemada.
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