SOCIEDAD › LOS POLIZONES EN ROSARIO

Huir para sobrevivir

La llegada de polizones en los barcos de carga que arriban a Rosario es un fenómeno que se registra con frecuencia desde 2001 y que creció al calor del boom sojero. Los viajes de esos hombres, en general jóvenes africanos escapados de agudos conflictos políticos en sus países de origen, obedecen a la lógica del comercio internacional: los buques descargan arroz de Asia en los puertos de las costas africanas y luego llegan a las costas argentinas para cargar cosechas de soja. Los polizones llegaban tras haber pasado semanas escondidos en condiciones infrahumanas en zonas inhóspitas de los buques, como las hélices. Durante los primeros años, los polizones procuraban hacer el trayecto escondidos, para evitar ser arrojados al mar o ser entregados a las autoridades apenas llegaban a tierra firme, algo que terminaba con su deportación y regreso al país del que habían huido.

Los casos se multiplicaron con el correr de los años y variaron en función de los conflictos políticos internos de los países africanos: Nigeria, Liberia, Ghana, Sierra Leona, Senegal, Guinea y Congo son los lugares de los que llegaron, huyendo, polizones a puertos santafesinos. En 2012, los registros de la Fundación Migrantes y Refugiados sin fronteras indicaban que al menos diez de los hombres llegados en esas condiciones a Rosario se habían afincado y formado familias.

Para poder radicarse en la Argentina, los migrantes llegados en esas condiciones piden primero ser considerados refugiados, en razón de los motivos que tuvieron para huir escondidos en barcos, las más de las veces ignorando a qué país llegarían. Así llegó, por ejemplo, Byan Mahmud, el joven ghanés que actualmente reviste en las inferiores del club Boca Juniors. En 2005, sus padres murieron a consecuencia de la guerra entre tribus, por lo que él y su hermano fueron enviados a un orfanato; dos años después, el conflicto resurgió, y él y su hermano debieron escapar para salvar sus vidas. Mahmud subió a un barco y viajó atrás de un contenedor. Día y medio después, la sed y el hambre lo obligaron a salir; la tripulación lo acogió y le dio agua y comida. Una vez aquí, tramitó la residencia.

En 2004, a los puertos santafesinos llegaron más de tres decenas de jóvenes africanos. En 2005, algo menos de 40. En 2008, entre 60 y 70, un 75 por ciento más que el año anterior. El año pasado rondaron la decena. La merma en la cantidad obedece a los controles más severos en los puertos africanos. Los responsables de los barcos son penados severamente por las empresas navieras en los que se descubren polizones.

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