Domingo, 2 de noviembre de 2014 | Hoy
Son alumnos de los colegios más caros de la zona. Están acusados de abusar de dos chicas en una casa donde se festejaba un cumpleaños. El miércoles se decide si van a juicio. Una situación que se repite: chicas abusadas o violadas por compañeros o conocidos al salir de un boliche o en una escuela.
Por Mariana Carbajal
Dos alumnos de uno de los colegios bilingües más caros de Lomas de Zamora están imputados por el delito de “abuso sexual agravado” contra dos chicas, de quince y dieciséis años, de otra escuela privada de la zona. Los hechos tuvieron lugar en una fiesta de cumpleaños a la que los acusados no estaban invitados y presionaron para ingresar junto con otros amigos. Las adolescentes denunciaron que, por separado, las metieron por la fuerza en una habitación de la casa –donde se hacía la celebración y no había ningún adulto responsable– y varios jóvenes las manosearon en los pechos y genitales, sin dejarlas salir del lugar a pesar de sus esfuerzos por escapar, mientras escuchaban risas. A una de las víctimas la encapucharon. A la otra la atacaron con la luz apagada. Las adolescentes sólo pudieron identificar a dos de los agresores. Una le vio el rostro a uno de ellos. Pero fueron fundamentales los testimonios de otros invitados, que declararon como testigos en la causa judicial –entre ellos el hijo del diputado y ex intendente lomense, Martín Insaurralde– y datos de publicaciones que hicieron en Facebook los propios involucrados en los días posteriores a la fiesta. El miércoles está convocada una audiencia de conciliación, donde se dirimirá si los acusados llegan a juicio.
El caso se suma a otros hechos de violencia sexual, sucedidos en el último tiempo, en los que hubo chicas abusadas o violadas por compañeros o jóvenes conocidos a la salida de un boliche o en una escuela, entre los que el más extremo fue el que terminó con la vida de Melina Romero, de diecisiete años, por cuyo femicidio hay un adolescente de dieciséis años y otro joven de dieciocho entre los cuatro detenidos (ver aparte).
“Creo fervientemente que es hora de que dejemos de hablar de cada caso como algo aislado y empecemos a hablar de lo que realmente es: una cultura, la cultura de la violación”, advirtió a este diario Verónica Lemi, la joven activista que en marzo lanzó una campaña contra el acoso callejero y ahora promueve para el 22 de noviembre un festival en la Plaza de Mayo –en el marco de la convocatoria mundial de la Marcha de las Putas– para instalar en el país la cultura del consentimiento en las relaciones sexuales: “Sin consentimiento, es abuso”, es uno de los eslóganes (ver aparte).
“Tenemos miedo de que el abuso quede impune. Mi hija quiere que los agresores sean castigados. Esos chicos no sienten remordimiento por lo que hicieron, tienen una concepción de que las chicas son una cosa. Para ellos no hay delito. Eso me parece atroz. Mi hija se los ha cruzado en la calle y le han gritado violada y puta”, comentó a Página/12 Daniel Cruz, papá de una de las víctimas. El miércoles próximo fueron citadas las partes a una audiencia de conciliación convocada por la fiscal del fuero Penal Juvenil que interviene, Cristina Luzuriaga, en la que es probable que las defensas planteen que el caso se “arregle” con una mediación, para evitar el juicio oral. Uno de los imputados tiene abogado privado y el otro, defensor público. Sólo una de las víctimas se presentó como particular damnificada, con sus propios abogados, que son Ciro Annichiarico y Germán Romero Marconi.
El episodio de Lomas ocurrió en la madrugada del 14 de octubre de 2013, y en su momento tuvo amplia repercusión mediática porque familiares y amigos de las víctimas realizaron una marcha frente al colegio al que concurría uno de los imputados, el Balmoral, ubicado en la zona residencial de Banfield. La noche del 13 de octubre, un alumno de ese colegio, de tercer año, festejaba su cumpleaños de quince en su casa, ubicada sobre la calle Alvear, a pocas cuadras del Balmoral. Entre sus invitadas, estaban las dos chicas, amigas de otro colegio de Lomas. Según declararon en la causa varios de los invitados, los dos acusados, de diecisiete y dieciocho años, llegaron a la fiesta sin haber sido invitados, en banda, junto a otros adolescentes de la misma edad, la mayoría alumnos de sexto año del Balmoral, que se identifican como parte de un equipo de fútbol conocido como La Gloriosa, que participa en un torneo de unas canchas privadas, cercanas al campo de deportes del colegio, que serían propiedad del padre de uno de ellos. También declararon –algunos con identidad reservada– que eran conocidos los de La Gloriosa por tener conductas agresivas y que por esa razón los dejaron entrar a la casa por temor a ser golpeados en el colegio como represalia. Uno de los dos imputados, según contaron los testigos, habría sido expulsado del Balmoral y terminó sus estudios el año pasado en otro colegio de la zona, el Lomas High School. Los dos eran alumnos de sexto año en el momento de los hechos.
La causa se abrió a partir de la denuncia que hizo la madre de una de las víctimas, el 16 de octubre de 2013, primero en la comisaría 2ª de Banfield y a los pocos días en la Unidad Funcional de Instrucción y Juicio No 3 del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil de Lomas de Zamora, a cargo de la fiscal María Cristina Luzuriaga, sobre quien recayó la investigación del caso. Las chicas prestaron declaración testimonial. Contaron de los manoseos que sufrieron por encima y por debajo de su ropa interior, que escuchaban risas burlonas y que en el grupo de varones había incluso otra chica que también se reía de la situación. Las víctimas declararon en Cámara Gesell y relataron en detalle los hechos a partir de un extenso cuestionario que les fue haciendo una perito psicóloga del Ministerio Público Fiscal. En virtud de las pruebas recolectadas, en noviembre de 2013 la fiscal Luzuriaga solicitó al juez de Garantías del Fuero Joven Nº 2 de Lomas de Zamora, Mariano René Alessandrini, la detención de los dos adolescentes acusados de “abuso sexual agravado por haber sido cometido por dos o más personas y por resultar gravemente ultrajante para las víctimas, reiterado (dos hechos)”. Pero el magistrado denegó el pedido, por considerar que no existía peligro de fuga ni de entorpecimiento de la investigación.
Los dos adolescentes imputados tienen una restricción de acercarse a las víctimas, dictada por la Justicia, después de que se cruzaron con uno de ellos una noche de febrero, cuando iban a tomar un micro en Lomas con amigas para ir a bailar a una disco en la ciudad de Buenos Aires. El chico estaba por tomar otro micro para trasladarse al mismo boliche. Una de las adolescentes denunció que el joven la miró de forma intimidante y le gritó “violada”, “cagona”. La escena la descompuso, llamó a su madre, que recién la había dejado y se encontraba cerca, y se retiró del lugar. Al denunciar el hecho, contó además que tenía problemas para dormir, que la situación le daba mucho miedo porque el grupo de chicos que la atacó en la fiesta frecuenta los mismos lugares de diversión que ella, que esos pibes “no tienen freno”, que ella tenía temor de volver a encontrárselos y que le sigan diciendo cosas, y que un día la vean sola y vuelva a pasarle lo mismo que en el cumpleaños.
Un mes después tuvo otro episodio que la volvió a atemorizar. Denunció que recibió en su celular una llamada y cuando preguntó quién hablaba, una voz de un desconocido le dijo “los del Balmoral” y escuchó a varias personas riéndose detrás de esa conversación y otra voz que le gritó “violada, ¿ya no te acordás de nosotros?”.
En diálogo con este diario, el papá de una de las adolescentes agredidas contó que su hija “tardó tres días en contarnos a su madre y a mí lo que le había pasado en la fiesta”, aquella madrugada del 14 de octubre. Cruz, quien se desempeña en el Servicio Meteorológico Nacional y vive en Temperley, recordó que en aquel momento consultó con abogados “y algunos me dijeron que no hiciera nada porque no iba a pasar nada, pero uno me advirtió que era importante denunciar para frenar este tipo de hechos”. “Mi hija quiere que haya castigo. La medida cautelar de prohibición de acercamiento fue un gran paso. Ninguno de los dos imputados puede acercarse a ella a menos de 200 metros. Eso le dio tranquilidad. Ella y la otra chica están con tratamiento psicológico. Tengo temor de que no pase nada y el hecho quede impune”, comentó Cruz, a la espera de la audiencia del miércoles.
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