Miércoles, 1 de junio de 2016 | Hoy
SOCIEDAD › CONDENAN AL FEMICIDA DE TEMPERLEY QUE PEDíA AYUDA POR TV CUANDO FINGíA BUSCAR A SU VíCTIMA
Alberto Ponce mató a su mujer y luego denunció su desaparición. En su simulacro de búsqueda, dio muchas entrevistas. Luego, la policía encontró el cadáver en el pozo ciego. Ayer, Ponce se quejó por estar “muy expuesto” ante los fotógrafos.
Alberto Ponce, el encargado de edificio que en 2013 estranguló a su esposa, Susana Leiva, y ocultó el cadáver en el pozo ciego de la casa, fue condenado a prisión perpetua. Durante el juicio, el imputado intentó ocultarse de los fotógrafos y se quejó por sentirse “muy expuesto”, a pesar de que tres años atrás se mostró más receptivo a la prensa cuando, tras cometer el crimen, dio numerosas entrevistas para simular que buscaba a su esposa. Familiares y amigos de la víctima aguardaron la sentencia en la misma sala, mientras sostuvieron pancartas con la consigna “Ni una menos”. “No es una sentencia ejemplificadora, sino la pena correspondiente para lo que hizo esta persona”, dijo tras el fallo Jorge Monastersky, abogado de la familia de la víctima.
El Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 8 de Lomas de Zamora encontró a Ponce, de 42 años, culpable de los delitos de “homicidio doblemente calificado por el vínculo y la convivencia” y “femicidio” de Leiva, de 38 años. El hombre esperó en la sala a que los jueces ingresaran con el veredicto condenatorio ya redactado y se sentó detrás de una línea de sillas para evitar ser registrado por fotógrafos y camarógrafos. Allí permaneció inclinado hacia adelante, con la cabeza entre las piernas y las manos sobre la cabeza. Su madre, una de las dos únicas personas que fueron a acompañarlo a la espera de una segunda condena, intentó protegerlo de la prensa y pidió en voz baja que no se tomaran más imágenes.
El intento de Ponce por ocultarse continuó incluso cuando ingresaron los jueces. Al no verlo, el presidente del Tribunal, Nicolás Amoroso, preguntó a su defensor oficial, Sergio Tenuta, dónde se encontraba el imputado. El abogado señaló en dirección a las sillas detrás de las que estaba escondido Ponce, que, asomado detrás de los asientos, protestó por estar “muy expuesto”. “Haga el favor de sentarse junto a su defensor”, le exigió el presidente del Tribunal, a lo que Ponce obedeció y se ubicó junto a Tenuta, donde recibió la sentencia con las manos cubriendo su cara.
Al escuchar que el fallo era condenatorio los allegados a Leiva estallaron en un fuerte aplauso, en tanto que su madre sufrió una descompensación y debió ser socorrida minutos después por una enfermera, que la sacó de la sala en silla de ruedas.
Monastersky calificó de “novelesca” la actitud de Ponce durante su indagatoria, porque manifestó que no tenía memoria del femicidio, pero sí de “que un cuerpo, una voz lo atacaba”. El abogado de la familia, igual que el fiscal, Pablo Pando, había solicitado en su alegato que Ponce fuera condenado –como ocurrió– a la pena máxima del Código Penal. Las partes acusadoras habían valorado las declaraciones del propio imputado, quien en el juicio admitió haber ocultado el cadáver, aunque aclaró que no recordaba haberla matado.
“Entendemos que tenía plena conciencia de los hechos y del dominio de los hechos. Las psicólogas dijeron que tenía plena conciencia y que era una persona que no le importaba matar con tal de satisfacer sus propias necesidades”, dijo Monastersky. El letrado también consideró que la personalidad de Ponce quedó expuesta cuando Leiva se convirtió para él en un “obstáculo”, por lo que “decidió no solamente matarla sino ocultar el cuerpo”.
En el mismo sentido se expresó la hermana de Susana y particular damnificada, Angelina, quien dijo que sentía “mucho dolor” y pidió que “la justicia divina se encargue” de Ponce. “Hoy puedo decir que creo en la justicia divina y creo en la justicia del hombre”, dijo satisfecha Angelina, y luego relató que su hermana le había contado “que estaba decidida a separarse” por “los maltratos psicológicos” a los que la sometía su pareja y que estaba “segura que ahí él tomó la decisión de matarla”.
El hecho comenzó a investigarse el 20 de julio de 2013, cuando Ponce denunció ante la policía la desaparición de Leiva de la casa situada Blanco Encalada 245, de Temperley, en el sur del conurbano, donde convivían junto a su bebé de 18 meses y un hijo de ella producto de una relación anterior. A partir de esa denuncia comenzó la búsqueda de Leiva, aunque su familia sospechó desde el inicio que la desaparición podía estar vinculada con su entonces marido. Cuatro días después de realizada la denuncia, la policía allanó la casa de la pareja en Temperley y encontró el cadáver de la mujer en el pozo ciego del inmueble.
Al momento del hallazgo, Ponce no se hallaba en la vivienda, por lo que comenzó a ser buscado. Horas después lo detuvieron en el barrio porteño de Constitución. En tanto, los resultados de la autopsia al cuerpo de Leiva determinaron que la mujer murió entre la noche del 18 de julio y la madrugada del 19, por estrangulamiento manual, y que también recibió cuatro puntazos en el abdomen, golpes en la cara y quemaduras de cigarrillo en la espalda.
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