SOCIEDAD › LAS CONSECUENCIAS CARDIACAS POR DESPIDOS MASIVOS
El estrés de los que quedan
Un estudio científico en Finlandia determinó que en empresas donde hubo despidos masivos aumenta la incidencia de accidentes cardiovasculares entre los empleados que siguen trabajando.
Por Pedro Lipcovich
La cantidad de muertes por enfermedades cardiovasculares se duplica entre los trabajadores de empresas donde se han efectuado grandes reducciones de personal. La mortalidad –siempre entre los que se “salvaron” de los despidos– se mantiene elevada en los cuatro años siguientes a la reducción. También se eleva durante ese período el ausentismo laboral por enfermedades. Los datos se obtuvieron en una investigación sobre más de 20.000 trabajadores, en Finlandia, y se anotan en una serie de estudios que muestran las consecuencias de las alteraciones laborales que vienen acompañando a la globalización. Otra investigación midió exactamente el espesor de las arterias carótidas, esclerosadas, en personas sometidas a requerimientos estresantes en sus lugares de trabajo. Otra determinó que en personas sometidas a situaciones de intimidación en sus trabajos se triplica el riesgo de enfermedades cardiovasculares y se cuadruplican las chances de que padezcan depresiones. La primera de las investigaciones permitió también verificar una nueva patología, que afecta sólo a las personas con contratos temporarios: el “presentismo bajo enfermedad”, por el cual los trabajadores, aun estando enfermos, no piden licencia médica por miedo a perder el trabajo.
Entre 1991 y 1996, Finlandia había experimentado una recesión económica en cuyo marco el desempleo creció desde 6,6 por ciento en 1991 hasta 16,6 por ciento en 1993. El mes pasado se publicaron –en el prestigioso British Medical Journal– los resultados de un estudio del Instituto Finlandés de Salud Ocupacional, dirigido por Jussi Vahtera, que investigó los efectos de las reducciones masivas de personal en un conjunto de 22.430 empleados municipales –5900 hombres y 16.521 mujeres, de 19 a 62 años– que, en cuatro ciudades, habían “sobrevivido” a despidos masivos de trabajadores comunales.
La investigación agrupó a los participantes en tres categorías: los que trabajaban en lugares que habían sufrido un redimensionamiento mayor (más del 18 por ciento de despidos) o menor (entre el ocho y el 18 por ciento de despidos), y se consideró que no hubo redimensionamiento cuando la reducción había sido inferior al ocho por ciento del personal.
Quienes no habían pasado por situaciones de despido masivo eran 7915 trabajadores: entre ellos, se produjeron 18 muertes por enfermedades cardiovasculares durante los ocho años investigados, entre 1993 y 2000. Los que habían atravesado redimensionamientos menores fueron 9700, y entre ellos las muertes cardiovasculares llegaron a 40: es decir, proporcionalmente, una vez y media más que entre los que no habían pasado por el redimensionamiento. Los que atravesaron redimensionamientos mayores fueron 4787, y de ellos 21 murieron por causas cardiovasculares: proporcionalmente, el doble que en el primer grupo. En los cuatro años subsiguientes al despido masivo, la mortalidad cardiovascular se multiplicó por cinco en el grupo que había atravesado un redimensionamiento mayor.
Los investigadores también midieron el índice de ausentismo laboral por enfermedad, que resultó superior en los trabajadores que habían sufrido redimensionamientos mayores: pero esto se verificó entre los empleados estables, no entre los trabajadores temporarios. Los investigadores vinculan esto con que “los empleados con contratos temporarios tienen más riesgo de perder sus trabajos y esta inseguridad aumenta la probabilidad de que vayan al trabajo aun estando enfermos”. Esta modalidad tiene ya un nombre específico para la medicina del trabajo: “presentismo bajo enfermedad”.
¿Qué angustias, en los que no habían perdido el empleo, llevaron a que tantos de ellos murieran del corazón? El estudio de los finlandeses –que trabajó exclusivamente con registros estadísticos de morbimortalidad– menciona el impacto estresante de los despidos, y agrega que la necesidad de cumplimentar los mismos objetivos con menos personal “resultó encrecientes niveles de demandas laborales e inseguridad, con un concomitante descenso del control por parte de los trabajadores que continuaban empleados”.
Otra investigación –también efectuada en Finlandia y publicada en el British Medical Journal– fue dirigida por Susan Everson, de la Universidad de Berkeley, Estados Unidos, para examinar “la influencia combinada, sobre la progresión de la aterosclerosis en la carótida, de las demandas laborales y los cambios en la presión sanguínea inducidos por estrés”. Mediante imágenes de ultrasonido procesadas por computación, los científicos midieron el espesor de las arterias carótidas en 591 hombres de 42 a 60 años que sufrían aterosclerosis, y encontraron, “en los que habían reportado estar en un ambiente laboral más demandante, mayor progresión de aterosclerosis carotidea que en los que tenían menos demandas laborales”.
La tercera de estas investigaciones de medicina laboral en Finlandia se efectuó sobre 5432 empleados en hospitales –601 hombres y 4831 mujeres– de entre 18 y 63 años. Se efectuaron dos relevamientos con dos años de intervalo. En el primero de ellos, el cinco por ciento de los encuestados afirmó padecer situaciones de intimidación en su lugar de trabajo; el seis por ciento manifestó lo mismo en el segundo relevamiento. El dos por ciento comunicó experiencias de intimidación en ambos relevamientos, “lo cual es indicador de intimidación prolongada”. La proporción de incidentes cardiovasculares en las víctimas de intimidación prolongada, comparada con la de los trabajadores no sujetos a intimidación, fue entre 60 y 130 por ciento superior; y los episodios de depresión fueron más de cuatro veces más frecuentes entre quienes eran intimidados en su trabajo.