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“Cuatro de cada cinco pacientes cardíacos relacionan su enfermedad, antes que nada, con cuestiones laborales”, cuenta Ada Santiso, coordinadora del equipo de psicoprofilaxis quirúrgica del Hospital Durand, en cuyo servicio de cirugía cardíaca –dirigido por Santiago Claros– todos los pacientes reciben asistencia psicológica pre y postquirúrgica.
Según Santiso, la relación entre la enfermedad cardíaca y los problemas de trabajo es de doble vía. Por una parte, “la mayoría de los que han sufrido infartos los relacionan con el tema de la desocupación, la angustia por estar sin trabajo, la imposibilidad de mantener a la familia”.
Por otra parte, cuando se presenta la enfermedad, “muchas veces pierden sus posibilidades laborales por razones de salud; sus hijos deben interrumpir los estudios y salir a trabajar y la organización familiar se altera”.
Y los problemas cardíacos quedan significados como castigo, no sólo para las víctimas de la inseguridad laboral sino para los agentes de esta precariedad: “He tenido varios pacientes que, ocupando puestos jerárquicos en empresas, habían estado a cargo de echar personal y, cuando enfermaban, tenían terror a morirse, sentían que, así como habían sacado a trabajadores de sus puestos, ahora les tocaba a ellos ser retirados de la vida”, cuenta Santiso.