SOCIEDAD
Con el déme dos a flor de boca aterrizó un alud de extranjeros
De los 350 mil turistas que se calcula vinieron a Buenos Aires, 50 mil
son extranjeros: uruguayos, brasileños, chilenos, paraguayos y bolivianos. Deambulan por los shoppings, felices con las gangas
que consiguen. Los operadores turísticos, de festejo.
Por Alejandra Dandan
“Pues a ver, que me digan: ¿dónde está el follón? ¿Que dónde está? Pues yo no lo veo”, se entusiasma Jordi Villarda, uno de los catalanes sentados en La Biela. El follón buscado por el catalán son los cortes, las bombas de estruendo, los piedrazos contra los bancos y toda esa secuencia de imágenes de la Argentina difundida detrás de las fronteras. Son las mismas secuencias que busca casi con vicio antropológico, el cúmulo de turistas latinoamericanos que ha desembarcado ayer en Buenos Aires y ahora, más que nunca, dispuesto a llevarse todo. Aunque aún no se han procesado las cifras, la Secretaría de Turismo de la ciudad calculaba el ingreso de 350 mil visitantes a la Capital y, entre ellos, 50 mil extranjeros: uruguayos, brasileños, chilenos, paraguayos y hasta –dato insólito– dos charters de Bolivia. La estampida se disparó por la desintegración del peso. Un 75 por ciento de la capacidad hotelera está agotada. Y los operadores turísticos festejan porque son un 50 por ciento más que el año pasado y que dejarán en cuatro días unos 15 millones de dólares, es decir, una billetera muy abultada.
Stanley es uno de esos grandotes americanos con pinta de jugador de rugby, espíritu deportivo y calzado haciendo juego. Pero Stanley es distinto al estereotipo: en medio de las galerías Pacífico lo único que lo desespera es un par de zapatos. “¡A lot! ¡A lot!”, se va diciendo mientras taconea sus nuevos Boating, sólo uno de sus dos pares recién estrenados. Aun no puede creerlo: por la misma marca, para el mismo pie, es decir, el suyo, ha pagado 54 pesos cuando en Nueva York los paga 100 dólares.
Stanley no lo sabe, pero es una de las excepciones del género turista. Sus compañeros del Primer Mundo aún no han llegado a Buenos Aires. La Semana Santa es para otro público: en general, de latinoamérica. Los europeos y americanos como Stanley suelen llegar a Buenos Aires a partir de junio cuando en el norte comienza la temporada alta. Los 50 mil que desde ayer pisan suelo porteño viven más cerca y según el secretario de Turismo de la ciudad, Jorge Purciarello, ésa es una condición necesaria: “Los europeos no hacen un viaje tan largo por cuatro días, quienes lo hacen son los de Latinoamérica.”
Estos contingentes suelen ser tan importantes para la revitalización del comercio local como su nivel de gastos. Por día dejan en la ciudad un promedio de 70 dólares, 20 más que los visitantes nacionales. El grupo más nutrido es el de los uruguayos, y son tantos que Buquebús aumentó su flota en un 33 por ciento: los servicios diarios pasaron de 7 a 10 para estos días. Los vecinos orientales llegan al país con inquietudes puntuales: después del barco, siguen con una vueltita al shopping, y después una ronda por otro y después una tercera. Igual a los tres que ahora mismo salen disparados desde las Galerías Pacífico con una mochila cerrada y cargada, dos bolsas de Grimoldi y una completa con libros. Antes de decir nada, gritan que son de Montevideo, y antes de cruzar dicen Felices Pascuas y se despiden.
Por detrás del flujo de visitantes uruguayos, van los brasileños, los chilenos, y a la zaga hay paraguayos y, por primera vez, bolivianos, como las tres chicas que ahora hablan de blue jeans cuando miran unos pantalones de Zara. Son de Santa Cruz de la Sierra y forman parte del 70 por ciento de la clientela del lugar: el público extranjero. Desde hace quince días, las cajeras del local no dejan de atender turistas, especialmente chilenos. Por ahí, de hecho, hace un rato pasó Solange Lecares y Mario Cabezas, el hombre que además de marido funciona de ayudante: mientras la sigue, hombrea bolsas, corre y se apura con calculadora en mano que traduce todo lo que ve:
–Piensa tú –se regocija ella– que en el Palacio de la Papa Frita hemos pagado lo que en Chile se paga en una tienda de comida para niños: y acá comimos dos adultos, con vino y postre incluido. Más allá está Carlos Pollice, en idéntico programa de ocio. Es mexicano y después de tomarse su jarrita de cerveza pregunta algo que no le quedó muy claro:
–¿Tú quieres saber qué estudio? ¿De carrera o de maestría?
Por eso sabe tanto de crisis, de lo que sucede y de por qué seguir viajando a Buenos Aires a pesar de la mala prensa. “¿Cómo voy a creerle a la CNN si cuando pasaron los festejos por los atentados nos mintieron?” El terror parece pasado de moda. Desde hace una semana, el área de Turismo de la Ciudad viene observando un aumento constante en el flujo de extranjeros. De acuerdo con Purciarello, el torrente de visitas no sólo está ligado a la Semana Santa, o al precio del dólar: “Hay imágenes de más tranquilidad, ellos no ven ataques ni a sus embajadas ni a los empresas.”