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El lunes a la noche, Diego Maradona levantó un vaso con agua para brindar con Claudia Villafañe: con la madre de sus hijas festejó haber pasado un día más sin consumir cocaína. Los médicos aseguran que ese tipo de estímulos le ayudarán a atravesar los picos del calvario psíquico y físico provocado por los efectos del síndrome de abstinencia. En ese cuadro de crisis semiaguda sufrió repentinos ataques de violencia de los que dieron cuenta ayer quienes permanecen cerca de su familia. Las crónicas de la terrible estadía en la clínica psiquiátrica Del Parque, de Ituzaingó, incluyeron hasta comentarios sobre el uso de supuestos sujetadores para calmarlo. El Tribunal de Familia número 2 de Morón, que analiza en este momento la legalidad de su internación, podría declararse incompetente. El lunes a la noche los abogados de Diego y su familia finalmente llegaron a un acuerdo: Diego no viajará a Cuba en los próximos días.
Tal como lo anticipó Página/12 en su edición de ayer, el lunes a la noche los abogados de Maradona se encaminaron hacia el psiquiátrico de Parque Leloir para analizar el sustento clínico de la internación. Hasta ese momento estaban convencidos de que Diego debía viajar a Cuba lo antes posible y que permanecía internado contra su voluntad. Si bien ese último aspecto no varió, porque Diego quiere irse, sus abogados Oscar Moyano y Roberto Damboriana abandonaron la clínica con una perspectiva distinta: “La familia sostiene que éste es el mejor lugar para Diego y nosotros estamos de acuerdo, nos dimos cuenta de que están pensando en Diego y no en asuntos mezquinos”, le dijo Damboriana a este diario. “Hay que acordarse –aclaró– que Diego está en Ituzaingó porque no conseguimos el traslado a ningún otro lugar: cuando preguntábamos nos pedían cosas imposibles como que los medios no hicieran guardias para no molestar a los pacientes.”
La Dirección de la Clínica del Parque no impuso esas condiciones. Sin embargo, ayer se suspendieron las largas estadías de los medios de prensa locales y extranjeros: una carta abierta firmada por sus familiares resultó lo suficientemente disuasiva para lograrlo. “A todos los medios televisivos, radiales y gráficos”, decía el escrito, se les pidió “retirar las guardias del lugar donde se encuentra internado Maradona”. Los motivos fueron “razones humanitarias que impiden la normal desenvoltura de la clínica, entorpeciendo no sólo la recuperación de Diego, sino la de los otros pacientes que concurren o se encuentran alojados en ese lugar”.
Las ruedas de consulta a familiares y abogados dan cuenta de que la estadía de Diego en el establecimiento de Parque Leloir sería prolongada. Su médico personal, Alfredo Cahe, está convencido de que esta internación “es la última oportunidad de Maradona” para recuperarse. El sitio es indispensable para su evolución y para contener los terribles síntomas del cuadro conocido como síndrome de abstinencia.
Algunos allegados aseguran que Diego lleva más de 20 días sin drogas (fue internado por primera vez el 18 de abril). Sin embargo, un importante especialista en adicciones consultado por Página/12 puso la cifra entre paréntesis después de analizar sus presuntos arranques de violencia o los pataleos de los que ayer daban cuenta los allegados más cercanos. “Esos estados suelen producirse inmediatamente después del cese del consumo”, explicó. Un paciente normal al mes ya ha pasado los picos críticos de la abstinencia.
Normalmente, la cura es un proceso largo de desintoxicación. La falta de drogas produce estados de angustia que pueden tener manifestaciones sumamente violentas: es posible que el paciente no escuche o que se vuelva peligroso para sí o para terceros. Las formas de contenerlo, de acuerdo con los datos de los especialistas, son básicamente tres: una conocida como “chaleco químico”, que es un tratamiento basado en medicación. En el caso de Maradona el uso de sedantes estaría restringido por los problemas cardíacos y respiratorios que aún manifiesta. La segunda opción se conoce como “chaleco de fuerza” y la siguiente como “cintas sujetadoras”, usadas para atar a un paciente a la cama.