SOCIEDAD › EL PADRE DE LA VICTIMA HABIA RECIBIDO UNA ADVERTENCIA
Un aviso antes del crimen
Por el homicidio de Chascomús está detenido el mejor amigo del joven asesinado, que había ido al velorio. Para los investigadores, una compra realizada por la víctima sería la clave del homicidio.
Por Horacio Cecchi y Raúl Kollmann
Aunque la sorpresa empiece a dar paso al tremendo peso del dolor, ayer en los rostros desfigurados de los familiares de Mauricio Ponce de León aún predominaban los nudos de la incredulidad. Esos nudos que parecen trabar las mandíbulas cuando se descubre que nada es como se pensaba que era. Así, literalmente, se encontraban Susana y Américo, los padres de Mauricio; sus hermanas y sus tías. Un rictus les cruzó el rostro cuando supieron que Pablo Brandoni, uno de los más amigos de Mauri, el mismo que había asistido compungido al velorio y al entierro de su amigo en Ranchos, había sido detenido como partícipe del asesinato de su amigo a su regreso a Chascomús. La versión de Pablo se choca de narices con la de Diego Urquiaga, otro de los detenidos: ambos se acusaron mutuamente de haber invitado al otro a participar del secuestro y asesinato de Mauricio. Aunque los investigadores aseguran oficialmente que el caso está cerrado, una hipótesis que no abandonan es la del negocio de la droga, que no parece desligado de las amenazas recibidas por Mauricio luego de la compra del Club de Empleados de Chascomús. Sospechan que, sin saberlo, con la compra, el chico deshizo la sede de un fabuloso negocio. El padre del chico asesinado recordó ayer que había recibido una advertencia que no tuvo en cuenta: “Una mujer me dijo que sabía, de buena fuente, que a Mauricio lo querían secuestrar para sacarle plata. Y no le di importancia”, se lamentó.
“Son cosas que te sobrepasan –confesó Américo a Página/12–. Pasó el fin de año con nosotros, se quedaba a dormir en casa con Mauri, era el que más iba y fue el primer amigo de Chascomús que llevó Mauri a Ranchos.” Américo se refiere a Pablo Brandoni, hijo del dueño de un par de estaciones de servicio de Chascomús. Y, a partir de allí, Américo inicia un lento trajinar por el recuerdo. Primero, bordeando aquel terrible accidente, “cuando Mauri se cayó en las vías en Ranchos, el 11 de marzo del ’96, y el tren le cortó la piernas”. La derecha se la deshizo hasta la cadera. La izquierda quedó seccionada cerca de la rodilla. “Estuvo meses internado en el Hospital de Niños de La Plata. Tenía dos prótesis, pero la de la derecha no la usaba nunca porque decía que le molestaba. Todos se maravillaban del jueguito con la pelota que hacía con la izquierda, y nadie se daba cuenta de que no tenía la otra pierna y que todo el equilibrio lo hacía con los brazos sobre los bastones.”
Américo es mecánico. El mismo le fabricó con dos caños de antena de televisión dos barras paralelas para que Mauri “las usara como andador. Una vecina nos dio un espejo que le puse junto a las barras, y él se podía mirar y aprender. A los once años aprendió a caminar de nuevo. Después le compré una bici y le ataba el piecito al pedal y salía andando en la bici”. Después aprendió a nadar. Y más tarde vino lo de las medallas doradas. En el 2000, después de cuatro años, sus padres llegaron a un acuerdo con Ferrobaires, que indemnizó a Mauricio con 450 mil dólares. “Nos agarró el corralito y nos devolvieron el vuelto, 900 mil pesos.” A partir de allí, empezaron a invertir el dinero para no regresarlo a la inseguridad bancaria.
En 2003, “después de que terminó la primaria, porque la terminó tarde por el accidente, se mudó de Ranchos a Chascomús. Se fue a vivir con mi hermana, Mabel”. Al año si- guiente, Mauricio compró una casita en Chascomús para sus padres, a los que convenció para que se mudaran allí. Pero antes de la mudanza de Susana y Américo, Mauricio iba frecuentemente a la casa paterna de Ranchos. Allí fue que llevó a su primer amigo de Chascomús. Pablo Brandoni. “Se quedaba a dormir, estaban todo el tiempo juntos. Si pasó las Fiestas con nosotros. Estuvo en el velorio y en el entierro. ¿Cómo puede haber hecho semejante cosa?”
Pablo estuvo toda la mañana del sábado del crimen en la casa de su amigo Mauricio. A las 13, Mauri fue a la casa de Diego Urquiaga, hijo de un obrero de la metalúrgica Emepa, de Chascomús, a comprar el equipo de música para el 206. Pablo vuelve a aparecer en casa de Américo el domingo, cuando Mauri ya había aparecido asesinado, para decirle al padre “yo sé quién mató a Mauri”. Fue entonces a declarar a la comisaría. Allí cargó las culpas sobre Diego. Dijo que lo había invitado hacía un mes a participar del crimen. “Si lo hacen, yo los denuncio”, advirtió Pablo y eso es lo que hizo. Por eso, el domingo todavía estaba libre y pudo concurrir al entierro el lunes. ¿Por qué lo detuvieron? Con sus datos allanaron la casa de Diego. Allí encontraron 400 pesos y el celular de Mauri, sin la batería (que apareció debajo del cadáver). Diego declaró que la plata fue el pago por el equipo. Y que la noche del sábado se encontró en un bar céntrico con los otros detenidos (Bustingorri y Torrado, ambos con antecedentes penales) y con Pablo. Según Diego, fue Pablo quien lo invitó a participar del crimen.
El caso no parece tan cerrado como aseguran por fuera los investigadores. Una de las hipótesis arranca con la compra del edificio del Club Empleados de Chascomús. Como informó ayer este diario, en su planta baja funciona el All Sports Café. Según reveló a este diario un veterano investigador, “ese boliche era el principal centro de venta de drogas de Chascomús. Cuando el pibe compró el edificio, deshizo el negocio”. La tía de Mauricio declaró que en dos ocasiones intentaron atropellar a su sobrino. Según la hipótesis, el círculo cierra en uno de los cuatro detenidos: está señalado como quien controla las idas y vueltas del boliche.