SOCIEDAD › POLEMICA EN FRANCIA POR LA
PROHIBICION DE UN AFICHE PUBLICITARIO

La última cena, la última censura

Una publicidad de una agencia de diseño de ropa fue prohibida por la justicia a pedido de la Iglesia Católica. El episodio reavivó el debate sobre la religión y la libertad de expresión.

 Por Eduardo Febbro

Varios siglos después de su realización, la famosa obra maestra de Leonardo da Vinci, La última cena, sigue siendo objeto de controversias religiosas. La iglesia católica consiguió que un tribunal parisino prohibiera una campaña publicitaria de los diseñadores de moda Marithé y François Girbaud elaborada por la agencia de publicidad Air Paris. Los afiches hoy proscriptos exhibían a mujeres que ocupaban el lugar de Jesucristo y sus apóstoles. Los afiches se inspiraron en La última cena de Da Vinci, pero la justicia estableció que los mismos eran una ofensa para “los católicos romanos”.
El afiche muestra a un grupo de mujeres vestidas con la ropa de Marithé y François Girbaud sentadas ante una mesa en las mismas posturas del célebre cuadro que Da Vinci terminó en 1497 en un convento de Milán. A la derecha de la figura de Cristo aparece una mujer abrazando a un hombre vestido con jeans y sin camisa. La querella no emana de un grupo de ortodoxos espontáneos sino de una asociación llamada “Creencias y libertades”, creada por la conferencia de obispos franceses en 1996. El abogado de la asociación, Thierry Massis, consideró que el afiche constituía “una gran herida a los católicos porque representa la última cena en condiciones denigrantes”. El alegato acusa a los diseñadores y a la agencia de “injuria contra un grupo de personas a raíz de su pertenencia a una religión determinada, en este caso el cristianismo”.
Los abogados que defienden a Marithé y François Girbaud denuncian en cambio que la decisión de la justicia francesa es “una censura”, tanto más cuanto que el afiche está “basado en una pintura y no en la Biblia”. Según los abogados, si esa lógica se lleva al extremo, “la Iglesia también hubiese debido prohibir la circulación de la novela El Código Da Vinci, del estadounidense Dan Brown, donde, en contra de la versión oficial del cristianismo, Jesús se casó con María Magdalena y la Iglesia conspiró durante todos estos siglos para ocultarlo”. En nombre de la asociación Creencias y libertades, Thierry Massis acota que “la publicidad pone en escena a mujeres en poses lascivas y sugestivas y presenta comportamientos eróticos y blasfematorios frente a lo que constituye lo esencial para los cristianos”.
El tribunal parisino estimó que “la ofensa gratuita” contra los católicos iba más lejos que las intenciones comerciales de la campaña. Los abogados querellantes argumentaron en nombre de la Iglesia que tornar vulgares los actos que constituyen el fundamento mismo de una religión era un insoportable gesto de violencia moral. Los diseñadores de moda alegaron precisamente lo contrario: para ellos, la campaña apuntó a poner de relieve la importancia de la mujer en la sociedad. Pero el tribunal parisino terminó decidiendo que instalar en “un lugar público este afiche de grandes dimensiones” constituye una “intrusión agresiva y gratuita en una creencia personal”. Su prohibición fue dictada inmediatamente. Los magistrados dieron plena razón a los querellantes porque hasta llegaron a admitir que “la ligereza de la escena hace desaparecer todo carácter inherente al acontecimiento inaugural de la pasión”. El mismo tribunal había prohibido la difusión del afiche de la película Ave María, de Jacques Richard. Ya en ese entonces, la Corte empleó los términos de “intrusión agresiva y gratuita”.
La polémica levantada por los afiches de Marithé y François Girbaud no es nueva. La campaña ya fue levantada en Milán y está suscitando fuertes antagonismos en Nueva York. Lo cierto es que la proscripción francesa sobrepasa en mucho el marco anecdótico y abre un debate profundo sobre el sentido de una “blasfemia” y la utilización de los símbolos con connotaciones religiosas. Christophe Bigot, abogado y especialista del derecho de la prensa, estima por ejemplo que “resulta muy peligroso ceder de esa manera a los grupos de presión religiosos que buscan extender la protección de que gozan las creencias a la protección de su religión. Si seguimos así, a corto plazo y previa la extensión de la jurisprudencia podremos presentarnos ante el juez si estimamos que se han herido nuestras convicciones”. El abogado acota que “no puede considerarse bajo ningún punto de vista que nos encontramos ante un caso de injuria contra un grupo de personas. Tampoco hay daño alguno al sentimiento religioso”.
Por el contrario, Jean Michel Di Falco, obispo de Gap y presidente del Comité permanente por la información y la comunicación, acota que “la libertad de crear debe confrontarse con la libertad de la creencia de la Iglesia. La libertad no puede ir en sentido único”.
Tho van Tran, director de la agencia que lanzó la campaña, Air Paris, explica que sus intenciones estaban muy lejos de las que la Iglesia le presta al afiche. Van Tran señala: “partimos de una idea muy básica: si el mundo en el que vivimos fuese más femenino, todo iría mejor. Nosotros queríamos imprimir una forma de espiritualidad a esa imagen. La foto es un homenaje al arte y a las mujeres”.
En 1991, el cardenal Lustigier, arzobispo de París, hizo condenar a Volkswagen a raíz de una publicidad que utilizaba el mismo cuadro de Da Vinci. El episcopado aceptó retirar la querella judicial sólo cuando Volks-wagen donó 20 mil dólares al Socorro Católico.

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Arriba, el afiche prohibido por la justicia francesa a pedido de un grupo religioso; abajo, La última cena, el cuadro de Leonardo da Vinci.
 
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