Miércoles, 22 de marzo de 2006 | Hoy
El alegato defensivo de Pablo Olivares, el vigilador privado acusado de violar y asesinar a la estudiante francesa Perine Bermond, sorprendió a todos. “Tenía 13 años cuando una persona me violó. Yo no puedo hacer el amor con mi mujer, porque nunca superé esto. Lo único que me sacó adelante fue la Iglesia y el amor de mi madre.” Olivares, a pleno llanto frente a los jueces del Tribunal Oral 9 de la Capital Federal, dijo sobre los cargos que pesan sobre él: “Me acusan de violación cuando yo odio a esa gente”, en alusión a los violadores. Sobre el abuso sexual que dice haber sufrido, precisó que el autor fue “una persona gorda, asquerosa, que me respiraba en la oreja. Yo gritaba, no me puedo olvidar de lo que me hicieron”. Olivares prestó declaración indagatoria en el comienzo del juicio oral en el cual está imputado por el delito de “abuso sexual con acceso carnal en concurso real con homicidio calificado criminis causa”. La pena máxima prevista es la de prisión o reclusión perpetua.
El relato de Olivares sorprendió a los asistentes a la audiencia, entre los que estaban los padres de la víctima, que llegaron desde Francia para asistir al juicio. El acusado sostuvo ante los jueces Luis García, Luis Cabral y Fernando Ramírez que ni su familia sabía lo de la violación que dice haber sufrido. Olivares aseguró que el único que conocía el tema es un compañero de cárcel, en el penal de Marcos Paz, y que ahora tuvo la necesidad de decirlo. “Hoy me siento obligado, porque me acusan de algo que no puedo hacer”, remarcó Olivares, cuyo defensor es Vicente Mainike.
En otro momento de su exposición, el imputado repitió la coartada que dio durante la etapa de instrucción. Estimó que el asesino sería un tal “Sergio” que, según sus dichos, visitó a la joven francesa tres días antes de que fuera encontrada asesinada, el 12 de abril de 2004. Para el fiscal Juan Andrés Necol y el juez Vicente Cisneros, ambos a cargo de la instrucción, la visita del supuesto “Sergio” fue fraguada por Olivares, quien la asentó en los registros del edificio de Florida y Paraguay donde el acusado cumplía el servicio de vigilancia la noche del crimen.
“El último día que vi a la señorita Perine fue cuando vino un amigo suyo, Sergio, al que no podía dejar subir porque no me mostraba su identificación y me decía en francés que no me entendía”, relató Olivares. En los libros fue asentado el nombre y un número de pasaporte que los investigadores consideran falso. Ayer, durante la audiencia, Olivares aseguró que el tal “Sergio”, que es testigo del juicio, estaba presente en la audiencia. Y señaló a un hombre calvo, de traje, que cuando se presentó despertó murmullos: “Soy agregado de seguridad de la Embajada de Francia”. El diplomático aseguró que llegó al país recién el 12 de septiembre de 2005, más de un año después de ocurrido el hecho.
El verdadero “Sergio” –se ignora si ése es su nombre real– sería el empleado de una inmobiliaria de la calle Esmeralda al 800 que alquiló el departamento a Perine durante dos meses. El hombre, que declarará como testigo, tenía un juego de llaves del departamento y habría concurrido al lugar en varias oportunidades. “Sergio” fue el primer sospechoso en la investigación, pero luego se le dictó la falta de mérito.
Ayer declaró la testigo Melanie Boisson, una amiga francesa de Perine que también cursaba estudios en la Universidad Católica Argentina. Boisson aseguró que la víctima le había dicho que Olivares era “un pesado” que la molestaba. La testigo contó que ella misma tuvo un incidente con el acusado el día del crimen. El vigilador la retuvo sin justificación dentro del ascensor. “Es ese momento no me di cuenta del real peligro al que estuve expuesta”, comentó en referencia a la acusación que pesa sobre él.
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