Sábado, 10 de junio de 2006 | Hoy
Un arquitecto fue detenido después de que la policía descubrió que las cámaras estaban conectadas a su televisor.
En Rosario el caso ya fue bautizado por la ocurrencia popular: espionaje sexual, le dicen. La historia tiene, claro, un espía y también una espiada. La víctima es una joven de 27 años que en la casa que había estrenado hacía apenas dos semanas encontró dos pequeñas cámaras que transmitían en vivo y en directo lo que ella hacía a una vivienda lindera. El vecino voyeur es un arquitecto de 43 años que cumplía sus fantasías por medio de un televisor. El juego del espía le duró poco: la policía allanó su casa y ahora está acusado del delito de violación de domicilio.
Fue el jueves por la tarde, cuando Evelyn se estaba desvistiendo, notó en la penumbra de su cuarto una tenue luz roja. El destello que se dejaba ver por una hendija del taparrollos la inquietó. Prendió el velador y fue a averiguar de qué se trataba. La intranquilidad la invadió por completo cuando descubrió que el brillo se originaba en una pequeña camarita. Enseguida temió que no fuera la única, que tal vez podía haber otro ojo artificial observándola. El temor se comprobó acertado cuando encontró una segunda cámara en su baño. Alguien quería controlarla de cerca y con detalles.
Con miedo y hasta una dosis de paranoia, la joven se dirigió a la comisaría 20ª de Rosario para realizar la denuncia de su hallazgo. Autorizada por una orden de allanamiento, la policía constató que las camaritas estaban allí. “Había una en el dormitorio y otra en el baño. Son unas minicámaras, muy pequeñas, que miden 2,5 por 2,5 centímetros y que no tienen marca ni ninguna inscripción”, confirmó a Página/12 una fuente policial.
A partir de lo encontrado en la casa, la policía inició de inmediato una investigación para saber quién se encontraba del otro lado de las cámaras. Es aquí donde la tecnología utilizada por el espía lo traicionó. “Tomamos los cables y los empezamos a seguir –explicó la fuente–, los rastreamos y nos condujeron hasta la casa lindera.” La situación no era demasiado compleja. Ambas casas, ubicadas sobre la calle México, están pegadas una a otra conformando una especie de dúplex. En una vive Evelyn y en la otra, el arquitecto.
Las dos viviendas, por otra parte, son las únicas que se encuentran habitadas, por lo que todos los indicios apuntaron hacia el vecino. Es que el barrio, llamado Empalme Graneros, es nuevo. Todavía tiene sus calles de tierra; la mayoría de las casas permanecen en proceso de construcción y el precario destacamento policial encargado de la seguridad está confeccionado con maderas.
El voyeur es Víctor F., un arquitecto de 43 años. El hombre, al parecer, pretendía emular a Zeke Hawkins, el fisgón que en el film Sliver es interpretado por William Baldwin y que a través de cámaras ocultas en los departamentos de un edificio neoyorquino espiaba y grababa a todos sus vecinos, en particular, a una rubia recién mudada llamada Carly Norris, a la que le daba vida Sharon Stone.
Ni la tecnología ni el final de la historia del rosarino se asemejan a aquella película. Por un lado, el arquitecto tenía apenas dos cámaras y un solo televisor y no una sala de controles repleta de monitores. Y por el otro, no logró enamorar al objeto de sus fantasías, sino que al ser descubierto lo denunciaron a la policía, que le secuestró el televisor y algunos videos pornográficos. Ahora está acusado de violación de domicilio y luego de estar demorado en la comisaría, recuperó su libertad. Su vecina, ayer por la tarde, no estaba en su casa. Posiblemente haya tomado la sana decisión de mudarse, en lo posible, a un sitio sin curiosos en los alrededores.
Informe: Lucas Livchits.
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