Sábado, 18 de noviembre de 2006 | Hoy
Un programa del Ministerio de Educación lleva a chicos de escuelas de la zona sur a recorrer por un día la ciudad uruguaya.
Los motores empezaron a generar un temblor en el interior de la embarcación y los chicos abandonaron sus lugares para pegarse a las ventanillas. “Ehh, no hay nada, ni se ve el agua”, se decepcionó uno de ellos. Todavía faltaban unos minutos para que el barco zarpara. Pero el desengaño sirvió como muestra del entusiasmo que produjo en los alumnos de quinto y sexto grado de la escuela 15 de Villa Lugano la excursión de turismo social a Colonia, Uruguay, en lo que para la gran mayoría de ellos fue su primera salida del país y hasta de la provincia.
Finalmente, el viaje organizado por el gobierno porteño a partir de un convenio con la empresa Buquebús arrancó junto con la marcha del alíscafo por el río. Y con ello, las ansias de exploración de los chicos, de entre 10 y 12 años, se hicieron incontenibles. El lugar que ocupaban todos juntos en el centro del navío quedó desierto, y los gritos y las risotadas llenaron toda la coqueta nave.
Los chicos de Lugano viajaron hasta Colonia y pasaron toda una jornada allí. Recorrieron en un dinámico tour la ciudad –primero en micro y después caminando–, se sacaron fotos y hasta se rieron con un mimo, en la excursión que marcó el debut de un programa del Ministerio de Educación porteño que tiene como meta llevar a chicos de escuelas públicas de los sectores más vulnerables de la ciudad a esa localidad turística uruguaya.
Los primeros minutos después de la salida dejaron en claro las diferencias en los intereses entre los varones y las nenas. Mientras ellos se quedaron de cara a las ventanas, comentando sorprendidos el tamaño de las olas y la aparición ocasional de algún barco en el horizonte, ellas se amontonaron en la puerta del recién abierto free shop, sin intimidarse por la cola que había para entrar y que ellas mismas habían generado. Y sin preocuparse porque los productos ofrecidos quedaran a años luz de sus posibilidades de compra.
“Para nosotras esto es un regalo. Es un viaje que probablemente no hubiéramos podido hacer por nuestra cuenta, así que estamos felices. Los chicos pueden experimentar lo que es viajar en barco y aparte conocen una ciudad interesantísima como Colonia”, comentó Myriam, que salió sorteada para acompañar junto con los docentes al sexto grado que integra su hija Micaela.
La euforia inicial se aplacó promediando el viaje. ¿Cansancio? ¿Aburrimiento? No, el mecerse de la embarcación logró lo que los docentes habían desesperado por conseguir: que los niños se quedaran sentados. Literalmente el movimiento pendular los tumbó, y algunos hasta se descompusieron. “Profe: ¿puedo devolver?”, pidió permiso con mucho respeto hacia la autoridad Cristian, de rulos colorados medio despeinados.
Doce en punto del mediodía. El Buquebús ya llegó al puerto de Colonia. Los chicos salen –corren– y no prestan demasiada atención a los comercios. En un abrir y cerrar de ojos ya están afuera, a la búsqueda de los micros que los llevarán por la ciudad.
En los buses, la atención estuvo centrada en las informaciones que daba la guía turística, que más allá de los comentarios aislados, interesaron a los chicos: la avenida 25 de Agosto, el edificio municipal y el dato pintoresco de que Colonia tiene un solo semáforo en toda su superficie.
Jésica, con el ceño fruncido en señal de máxima concentración, toma apuntes de lo que cuenta la guía. “Lo anoto porque me parece interesante, me gusta. Aunque después no tengamos que hacer tarea con esto, se me dio por escribirlo”, dice, con una sonrisa tímida.
Pasaron la Calle de los Suspiros, el museo portugués y la plaza 25 de Agosto, ya en el recorrido a pie por el casco histórico, y algún reto de los maestros, a los que los chicos no les generaron mayores dolores de cabeza.
La vuelta al navío que depositará al grupo de nuevo en Buenos Aires fue con lluvia. Los chicos no paraban de expresar sus emociones. “Lo que más me gustó fue el barco, el viaje que hicimos hasta Uruguay. Colonia también estuvo bueno, por los paisajes y las cosas que nos contaron”, resumió Matías, uno de los más traviesos y habladores del grupo.
Pero el plato fuerte de las impresiones que dejó en los chicos el viaje ya había pasado. Fue durante la merienda que disfrutaron en el Consulado argentino, un ratito antes de la despedida de Uruguay. Allí, Raúl, con su camiseta de fútbol y su espontaneidad a cuestas, había dejado pasmado a más de uno con su oratoria.
“La recorrida por la Ciudad fue algo grandioso, que nos enseñó sobre Uruguay. Para mí esto es muy grande. Me siento muy orgulloso de haber participado de este viaje”, relató. Aplausos. De sus compañeros, de los emocionados docentes y directivos de la escuela y de los padres que participaron del viaje. Aplausos y retorno con recuerdos asegurados.
Informe: Eugenio Martínez Ruhl.
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