Miércoles, 22 de noviembre de 2006 | Hoy
Barcos, lanchas, helicópteros, personas en el agua y una mancha de petróleo, representada por 1500 kilos de maíz inflado. Todo, en un espectacular simulacro de accidente en el Río de la Plata.
Hombres caídos en el agua, río adentro; un derrame de combustible contaminante a pocos metros y helicópteros y embarcaciones que practican un rescate a toda velocidad, como consecuencia del choque entre un navío de pasajeros y un buque tanque en el Río de la Plata. Esa escena, casi de una película catástrofe, fue corporizada ayer en un simulacro con gran despliegue realizado en conjunto entre las Prefecturas y Armadas argentina y uruguaya y la empresa Petrobras.
Es que además de su imagen grandilocuente, la situación estuvo conectada a los films por otro elemento: el pochoclo. El maíz inflado fue el utilizado para representar el hidrocarburo derramado como consecuencia de la supuesta colisión, y entonces fue el elemento sobre el que actuó la operación de contención de la presunta mancha de combustible.
El choque se actuó a las 10 de la mañana entre una embarcación de pasajeros con capacidad para 200 personas y un buque de los que transportan fluidos fósiles contaminantes. Fue en el kilómetro 35 del canal de acceso al Puerto de Buenos Aires, y hacia allí se dirigieron, con la celeridad que requeriría un accidente real de este tipo, más de veinte naves de rescate de personas, contención o recuperación de hidrocarburos y supervisión.
El navío de pasajeros le pegó con su frente a la popa del carguero, que salió afectado en su tanque de transporte de combustibles y comenzó a perder su contenido. Además, la colisión hizo que muchos de los “ocupantes” de los barcos cayeran al río.
La primera en entrar en acción fue la Armada Argentina, que se encargó de rescatar a los pasajeros que habían caído al agua por el choque, representados por muñecos de tamaño humano, que hasta tenían diferentes dificultades para su socorro: uno de ellos, por ejemplo, presentaba un “brazo” enyesado. Para hacerlo utilizó lanchas rápidas y helicópteros, que partieron del puerto apenas llegó la noticia del siniestro.
Todos los accidentados quedaron a salvo en algo más de veinte minutos, es decir, sin pasar en el agua un período que pudiera ser fatal. La tarea de la Armada y la Prefectura uruguayas fue sólo de supervisión, tanto en esta parte como en el resto del ejercicio.
Una vez terminada esta etapa, el sol daba cuenta de que el mediodía ya había llegado. Entonces comenzó la operación de contención y extracción del combustible derramado en el agua, que configuró una mancha de 250 metros de largo por 90 de ancho. El objetivo de esta actividad fue probar “la eficacia de los métodos previstos para evitar la contaminación ambiental” que produciría la mancha si no fuera controlada, contó Carlos Lavalle, titular del departamento de Medio Ambiente de la petrolera brasileña.
Aquí el ruido de tres helicópteros que se cruzaban sobrevolando el lugar del supuesto accidente le volvió a dar a la acción un tono de espectacularidad cinematográfica, mientras las embarcaciones de Petrobras desplegaban las barreras flotantes –parecidas a largas mangueras– que se utilizan para contener las manchas de hidrocarburo. Fueron esos dos actores, por aire y por agua, los grandes protagonistas de este tramo del simulacro.
Según las normas internacionales, siempre es la empresa que transporta el combustible la responsable del operativo en caso de un accidente. Por eso los helicópteros, de Prefectura, sólo supervisaban y la única acción que realizaban era brindarles un panorama mayor, desde el aire, a los barcos de la petrolera que lidiaban con el hidrocarburo derramado.
Hasta ahí todo salía perfecto. Demasiado perfecto. Pero entonces ocurrió la primera dificultad, que hizo más verosímil el ejercicio. Los barreras contenedoras habían dividido en tres la superficie de la mancha, y la llevaban hacia donde estaba el buque encargado de quitarla del agua, que en la jerga se denomina pontón. Pero en la media hora entre las 14.15 y las 14.45, dos de las tres partes del combustible esparcido se les escaparon a las líneas de contención. El viento no facilitaba el trabajo, y rápidamente alejó el hidrocarburo del destino previsto.
Entonces los barcos que dirigían las barreras contenedoras debieron acercarse entre sí, pasar por un costado su respectivo objetivo y volver a desplegar las líneas de contención, para retomar así la operación de acercarlo al pontón.
De esa forma, tras siete horas, terminaba formalmente el ejercicio, aunque algunos pochoclos todavía flotaban indemnes. El resto de la operación continuó sin público. El prefecto Gustavo Avit, jefe de trabajo, evaluó que “la tarea fue exitosa, porque la mancha fue contenida”, por lo que sostuvo que “la performance de la empresa fue muy buena”.
Informe: Eugenio Martínez Ruhl.
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