SOCIEDAD › EL UNICO ARGENTINO QUE QUEDO EN EL OLDENDORFF
“Era un desafío personal”
La tripulación del buque alemán “Oldendorff” le pidió al “Irízar” un médico. Aunque Juan Carlos Campana sabía que se queda mucho tiempo en el hielo, aceptó. Le contó a Página/12 cómo viven allí.
–¿Es verdad que es un apasionado por el hielo y la nieve? –preguntó este diario.
–Y sí –respondió él–. Me gustan mucho todos los climas, pero más éste. ¡Es que yo nací en el Chaco y en el Chaco no hay nieve!
Página/12 dialogó ayer con el único argentino que por ahora sabe que deberá invernar en la Antártida: el médico anestesista Juan Carlos Campana. Y lo sabe porque fue quien se ofreció como especialista voluntario para asistir a la tripulación del buque alemán “Magdalena Oldendorff”. Desde el último martes, cuando vio cómo sus compañeros del rompehielos argentino “Almirante Irízar” zarpaban en busca de aguas abiertas, el “doctor Campana” –tal como lo anuncian en el teléfono– debió adaptarse a la vida de sus nuevos compañeros y cambiar horarios y costumbres: “Me levanto a las 3.30 hora argentina y desayuno huevos fritos con panceta. Antes de acostarme veo una película rusa o alemana. Pero la paso bien. Me recibieron muy bien”, cuenta él, con su pausado orgullo provinciano.
–¿Cómo tomó la decisión de quedarse en el “Oldendorff”?
–Una vez que se confirmó que el “Irízar” iba a zarpar solo, el capitán del “Oldendorff” solicitó un médico que acompañara a su tripulación y sentí que era un desafío personal y profesional que no debía dejar pasar. Así que me ofrecí y me aceptaron contentos.
–¿Cómo recibieron la noticia su pareja y sus padres?
–Bien. Obviamente al optar por quedarme también sopesé lo que ellos podrían pensar y sabía que no iban a tener problemas. Además me conocen, hago lo que me gusta y lo que considero que es necesario hacer. Miriam, mi señora, ya estaba conmigo cuando me fui un año a la Antártida en el ‘96. Eso me permitió tomar con más tranquilidad la decisión.
Así se muestra Campana, decidido y seguro de sí mismo. Aunque la charla debió interrumpirse varias veces a causa de uno de los tantos temporales de viento y nieve que azotan el lugar, el médico argentino respondió amable ante cada pregunta y hasta se hizo un tiempo para bromear sobre la convivencia a bordo del buque varado: “No voy a negar que a veces es una tarea tediosa y que hay que matar el tiempo, pero apenas uno se levanta y desayuna lo que acá se desayuna no puede no tener ganas de trabajar”, dice. La tripulación, 19 en total con el médico, proviene de distintos países: hay alemanes, rusos, polacos, ucranianos y hasta filipinos. “No es fácil comunicarnos, pero para las cuestiones importantes nos entendemos rápido. Básicamente hablamos en inglés y con señas”, contó Campana.
El médico nació en Resistencia, donde aún viven sus padres Juan Carlos y Gladys. Se doctoró en Corrientes, en la Universidad Nacional del Noroeste. Hizo su residencia como anestesista en el Hospital Naval y vive desde hace seis años junto con Miriam en la Capital Federal. “No conocía la nieve hasta que viajé por primera vez a la Antártida, y me encantó”. Apenas se asentó en Buenos Aires realizó su primera experiencia de invernada en el sur. En aquella ocasión, también a bordo del “Irízar”, llegó hasta la base argentina en Orcada, una pequeña isla cercana a la península antártica. “Esa fue otra de las razones por las que me aceptaron. A la tripulación del `Oldendorff’ le pareció importante que tuviese experiencia en invernar en un lugar reducido y con muy poca gente”, asegura.
Sobre las tareas a realizar en el navío alemán, Campana explicó: “Me quedé para solucionar cualquier problema de salud que se pueda presentar. Acá no hay capacidad de atención hospitalaria, así que las cosas a solucionar son las básicas. Si surgen problemas muy graves trataré de hacer lo posible, pero asumiendo que no cuento con las condiciones necesarias para hacerlo”. “Igualmente creo que mi presencia fue fundamental para que el ambiente en el `Oldendorff’ mejorara. Como le decía el primer día al capitán, el médico en un buque es una especie de talismán, el sólo hecho de tenerlo a bordo tranquiliza”, opinó. El anestesista aportó además una importante cantidad de medicamentos a laprovisión que aún quedaba en el buque. “En ese sentido estamos bastante completos”, aseguró Campana.
Su despedida del “Irízar” no fue sencilla. “No es fácil separarse de la gente que uno se acostumbra a ver día y noche. Pero quienes hemos navegado varias veces estamos acostumbrados a tener que despedirnos después de convivir mucho tiempo juntos. En este caso realmente fue muy emocionante ya que todo el mundo me puso todas sus cosas a disposición para que pudiera tomar lo que considerara necesario para pasar una invernada normal”, comentó Campana, quien optó por llevarse ropa, libros de medicina y yerba, “para enseñarles a tomar mate a los gringos”.
Mientras tanto, el “Irízar” se aleja del fiordo natural de un glaciar en el que permanece el “Oldendorff”, a la altura de Sudáfrica. Navega rumbo al Norte luego de haber recorrido unos 330 kilómetros hacia el Este. “Encontró una ruta de hielos relativamente nuevos y poco resistentes que le permitió burlar la zona de hielos más densos”, informaron desde la Armada, donde auguran un pronto regreso de la embarcación nacional.
Producción: Darío Nudler