SOCIEDAD › LOS POBLADORES AFECTADOS POR EL TERREMOTO PARTICIPARAN DE LA RECONSTRUCCION

Un pueblo que quiere volver de la muerte

Los habitantes de Pisco que perdieron todo serán empleados por el gobierno para la limpieza y reconstrucción de la ciudad. Lo mismo ocurrirá en Ica y Chincha.

 Por Carlos Noriega
desde Lima

Pisco comenzó a recobrar algo de vida, pero no mucha. Ayer martes abrió, por primera vez después del terremoto del pasado miércoles, el mercado de la ciudad, mientras cuadrillas de hombres y mujeres tomaron las calles, pero ya no para llorar a sus muertos, sino para sumarse a las labores de remoción de escombros y limpieza de la ciudad. Ellos forman parte del programa Construyendo Perú, lanzado ayer por el gobierno en Pisco, la ciudad más castigada por el sismo. Este programa empleará a ocho mil pobladores de Pisco. Y el viernes se lanzará también en Ica y Chincha, las otras dos ciudades duramente golpeadas por el terremoto, donde se contratará a dos mil pobladores en cada una de estas ciudades. La ministra de Trabajo, Susana Pinilla, señaló que los que participen en este programa recibirán un pago semanal, que les ayudará a sobrevivir en esta emergencia. Con el lanzamiento de este programa, el gobierno espera recuperar algo de su imagen, seriamente deteriorada a causa de las graves deficiencias en la atención a los damnificados.

La apertura del mercado es para los pisqueños un símbolo de esperanza de que la vida recomienza en el puerto que fue arrasado. Desde ayer, la gente, la que tiene dinero, puede comprar comida y agua. Pollo, verduras y fruta es lo que más se vendió en el primer día de funcionamiento del mercado luego del terremoto. Con el mercado funcionando, la ciudad ya no depende exclusivamente de la escasa ayuda enviada por el gobierno. Pero son muchos, miles, los que no pueden comprar, porque no tienen nada. Vivían en la pobreza antes de que la tierra comenzara a temblar y ahora están en la indigencia. Para ellos la única esperanza es la ayuda humanitaria, que es insuficiente, no tanto por la falta de solidaridad, sino por su caótico reparto. A seis días del terremoto todavía son muchos los poblados destruidos, especialmente aquellos apartados de las ciudades de la costa, hasta donde no ha llegado ni una frazada, ni un gramo de comida, nada de agua.

Los que viven en las ciudades y tienen algo de dinero han comenzado a ir al mercado, los otros deben seguir haciendo largas colas que avanzan con desesperante lentitud para recibir un poco de comida y de agua, que, por lo general, no alcanza para todos en la familia. A veces, se pasan en una cola desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Y salen con muy poco. La desesperación es tan grande que las cámaras de la televisión captaron a un grupo de mujeres y niños abalanzándose sobre las vísceras de pollo que un comerciante había arrojado en el suelo de tierra.

“La ayuda que llega a la zona del terremoto no se está repartiendo en forma equitativa y hay pueblos enteros a los que todavía no llega nada. La distribución es muy mala. La operación que se montó para responder a la emergencia ha sido un desastre. La acefalía es total, porque no hay un comando unificado. Ese es el problema. No había un plan para responder ante una emergencia y nadie supo cómo reaccionar”, le confesó a Página/12 Diego Caravedo, empresario y bombero voluntario de 32 años que estuvo en la zona de la tragedia los días siguientes al terremoto. “Toda la ayuda se concentró en Pisco, y luego en Ica y Chincha –agregó– pero a los pueblos del interior no se les ha enviado nada. Y en estas ciudades donde se concentró toda la ayuda, ésta tampoco llegaba a la gente por la desorganización total que había.”

Como ejemplo de la falta de previsión, Caravedo cuenta que el primer equipo de rescatistas de los bomberos enviado la mañana del jueves a Pisco viajó sin raciones de comida y agua, y que al día siguiente tuvo que regresar a Lima para alimentarse, reabastecerse y luego retornar a Pisco. Mientras continúan los problemas con el reparto de ayuda en la zona del terremoto, en Lima fue detenida una funcionaria que se había llevado a su casa un cargamento de ayuda destinado a los damnificados.

Vencido por el peso de las evidencias, ayer el presidente Alan García admitió que hay pueblos a los que no ha llegado la ayuda que se ha recolectado. Pero atacó a los partidos de oposición y a las ONG, a las que acusó de no hacer lo suficiente para ayudar a los damnificados.

La incapacidad demostrada para enfrentar esta situación puede ser un duro golpe para un gobierno que ya tiene una imagen bastante venida a menos. Incluso desde el propio oficialismo se escuchan voces críticas. El congresista oficialista Edgar Núñez, con cinco familiares fallecidos en la tragedia, afirmó: “El Estado es inútil, torpe, no ha tenido capacidad de reacción, la que ha sido muy lenta. Una reacción más rápida habría salvado la vida de mucha gente”.

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Un ejército de mujeres de Pisco realiza tareas de limpieza.
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