Prostíbulos, mujeres, sexo barato y un final incierto. La historia que se vislumbra tras las primeras detenciones por el secuestro del productor rural Francisco White, ocurrido hace tres semanas, es oscura y preocupa a los investigadores del caso: nadie está seguro de que siga vivo. Así se lo dijeron a Página/12 fuentes policiales que anoche analizaban los elementos reunidos en los allanamientos, la mayoría de ellos en General Villegas. Entre los que cayeron por las pistas que dejaron los teléfonos celulares usados para contactar a la familia hay una mujer –cuya hermana es dueña de un cabaret rutero conocido como La Chanchería–, su marido remisero, un boxeador y el hijo de otro propietario rural, vecino de los White. En la casa del matrimonio preso encontraron el chip del celular desde el que se pidió el rescate de 250 mil dólares del secuestrado, todavía cautivo.

Hace 21 días, la última noche que White pasó en libertad, estuvo de ronda, como solía hacer para encono de su propia familia y comentario del pueblo, un sitio en el que el rumor y el chisme son tan habituales como en la novela Boquitas pintadas, de Manuel Puig. Cenó en el club social que lleva el nombre de su abuelo, el Ingeniero White, y luego se paseó en su camioneta Chevrolet S-10 por la avenida central de Villegas, y por uno de los barrios periféricos, donde vivían algunos de los ayer detenidos. Ya era tarde cuando se fue hacia el campo: allí los secuestradores le cruzaron un madero en la entrada para que frenara. Las fuentes consultadas por este diario acuerdan en que ese 6 de septiembre White era víctima del ansia de dinero de un grupo de conocidos personajes que, como él mismo, caminaban los bajos fondos de ese rincón nordeste de la provincia de Buenos Aires, donde se tejen historias de suburbio a pesar de la contundencia de la pampa y sus ondulaciones.

Desde entonces todo llama la atención de los pesquisas, pero nada tanto como la fragilidad operativa de la banda de secuestradores y sus comunicaciones mediante mensajes de texto con la familia del productor, que vive en Recoleta. El análisis de esas comunicaciones llevó al celular que se le secuestró a Lidia Quiroz, una morocha bien conservada a sus 35 años, con quien se lo veía con frecuencia. La mujer, juntada con el remisero Pablo Lejarza, era habitué de la noche, hermana de otra dama de costumbres similares pero propietaria de un local nocturno bien conocido por el público prostibular de la zona: La Chanchería. Se le dice así porque los dueños lo abrieron con el dinero que habrían obtenido para un microemprendimiento de chacinados. “Quiroz se la pasaba mandándole mensajes de texto a Withe, y queda claro que entre ellos había mucho contacto”, dijo una fuente de la investigación.

Al mismo tiempo que los policías de la Federal y la Bonaerense que trabajan con el juez federal de Junín en el caso le cayeron al matrimonio encima, también detuvieron a un boxeador conocido como “el Mere”. Angel Miranda lleva varias peleas ganadas en el circuito amateur y hacía meses que había comenzado a pelear en la categoría peso mediano con buena racha. Los pesquisas lo investigan como uno de los “giles” contratados para “levantar” a White. Ella, la morocha, habría estado la última noche con el productor, hijo de una familia que llegó a tener 10 mil hectáreas en la zona. Ella sería quien informó de sus movimientos. Lo que sorprendió a la gente de Banderaló, el pueblo de poco más de mil habitantes cercano al campo, es que también está preso Javier Tomas, de 28, hijo de los dueños de un campo vecino. “Acá lo extraño es que desde hace varios días intentan ganar tiempo y no ofrecen nada, como si algo hubiera salido muy mal”, dijo un investigador anoche. La poca profesionalidad de la banda sólo suma incertidumbre en torno del destino del secuestrado, de quien la familia no tiene señales de vida.