“Hola, Lorena... Estoy secuestrado. Para mí que se equivocaron de persona... Creo que estoy en Berazategui...” La mujer, o sea Lorena, escuchó aterrorizada la llamada de su esposo. A los pocos segundos, se cortó la comunicación. Lorena llamó de inmediato a la DDI de San Isidro, que es donde vive el matrimonio. Habría caído al dedillo para las denuncias sobre la ola de inseguridad, pero horas después, la policía lo encontró caminando por el canal San Fernando, en Campana. Dijo que lo habían liberado. No le creyeron. Confesó que había truchado un secuestro porque estaba peleado con su mujer, o sea, Lorena. Quedó detenido.

El hombre salió de su trabajo, cobró las vacaciones, viajó a Campana (donde luego se supo que tenía unos familiares) y desde el celular llamó a su esposa. “Hola, Lorena... Estoy secuestrado. Para mí que se equivocaron de persona... Creo que estoy en Berazategui... Tengo un dedo reventado... El radio no lo puedo atender porque me lo sacaron... Estoy perdido, por ahí me sueltan...”, y luego se cortó abruptamente la comunicación. Lorena dio aviso a la DDI de San Isidro.

Tras una puntillosa investigación, lo encontraron caminando junto al canal San Fernando, en Campana. La supuesta víctima intentó aclarar que “había sido privado de la libertad por dos sujetos, que lo habían encapuchado y golpeado en el dedo meñique, el cual exhibía herido”, y que le habían sustraído el celular y dinero. Pero luego confesó que se había tratado de un invento suyo, por lo que quedó detenido a disposición de la Justicia”.