Detrás de la diputada Cynthia Hotton resultó haber otra mujer: su hermana Marilina, abogada, quien a la sazón suele asesorarla en derecho de familia y temas como adopción. Ayer estuvo en la reunión, propuesta por algún integrante de la Comisión en calidad de especialista. Como tal, y en un tono de maestra normal tan alto que debieron bajar el volumen de su micrófono, anunció que se explayaría sobre “la falacia de la igualdad”. Se sentía dolida y ofendida “como mujer”, advirtió, porque en los cambios que advendrían con la ley, el Código Civil no hablaría ya de “esposas y madres” sino de “padres y contrayentes”. “¿Dónde estaban las diputadas feministas?” cuando el proyecto se aprobó en Diputados, se preguntó. Afirmó que eso era discriminación. Que en adelante tal vez las Madres de Plaza de Mayo deban llamarse “Padres y Contrayentes de Plaza de Mayo”. Afirmó que el matrimonio debía definirse por su “virtud procreativa” y que la ley en debate discrimina, además de a las mujeres heterosexuales casadas, a los “hombres casados en forma heterosexual”, a “los matrimonios heterosexuales en tanto conjunto”, a “los bisexuales” (porque dónde quedarían “sus derechos de casarse con sus dos amores”) y a “la ciudadanía toda”, por “no ser consultada”. “Ciento nueve diputados votaron en contra de este proyecto, en los medios no se dice”, recordó Hotton, quien sin embargo omitió añadir que 125 votos habían sido a favor.

El resto del arco opositor al proyecto probó distintas zonas de argumentación: las tesis fueron del reconocimiento de que familia pueden ser muchas formas de asociación pero matrimonio una sola (Marcos Córdoba) a una serie de preguntas sobre si “cualquier unión ayuda al desarrollo de la persona” o cuál podría ser el “efecto pedagógico” del “matrimonio homosexual en relación con la promoción de la familia” (Pilar Zambrano, filósofa política de la Universidad Austral).