Sábado, 5 de noviembre de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Sergio Kiernan
Otro derrumbe en Buenos Aires y uno con un alto potencial de víctimas. Se cae, al lado de una excavación de cimientos, una estructura de hormigón de diez pisos de altura, un cuerpo entero de un edificio habitado y evacuado a toda velocidad. Hay tres razones para este tipo de desastres urbanos y dos son descartables desde ahora. La primera es un evento natural, como un terremoto, que la ciudad porteña no sufre. La segunda es una drástica fatiga en la estructura del edificio caído, que nada indica fuera el caso. La tercera ya está siendo un clásico, una excavación hecha sin precaución para ahorrar costos, encogiéndose de hombros cuando se señala el potencial del accidente. Total, no pasa nada... Que se ahorre hasta este punto es una aberración pero no una sorpresa. Es que la industria privilegiada del actual gobierno porteño es la construcción, la única profesión que puede declarar Mauricio Macri. Hace cuatro años, justo antes de asumir, un por entonces ignoto arquitecto llamado Héctor Lostri habló en público entre colegas y les anunció una nueva era. Es que por primera vez, sonrió Lostri, la cadena completa de mando de Buenos Aires estaba en manos de gente del palo. Del mismo jefe al último director general, todos eran profesionales de la construcción. Lostri es subsecretario de Planeamiento y un adalid en el combate a todo límite al hormigón.
Cuando se caen edificios y mueren obreros y vecinos, como no ocurrió esta vez pero sí en otras, el ministro de Desarrollo Urbano y jefe de Lostri, Daniel Chaín, siempre echa mano del mismo razonamiento liviano. Dice, como hablando desde el sentido común, que no puede poner un inspector en cada obra. Nadie espera semejante cosa porque se entiende que no es necesario, como no hace falta un policía en cada semáforo para evitar que todos lo crucen en rojo. Hacen falta algunos policías, algunos inspectores, la señal de que hay rigor y se deben respetar las leyes.
Es que no se trata de algunas manzanas podridas entre gentes que siguen las reglas. Hay una garantía de que mientras no se note, mientras no quede la foto del derrumbe y la tragedia, no se va a imponer el costo “extra” de hacer las cosas bien.
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