Jueves, 16 de febrero de 2012 | Hoy
Por Marta Dillon
Ayer, la jornada del juicio oral iba a empezar con la declaración de Hilda Medina, a quien Daniela Milheim conoció como “Mamá Lili” cuando estuvo ocupando una “plaza” en el Candilejas. La propia Medina había pedido la palabra y acusó a Milheim de haberle pedido “diez mil pesos para seguir mintiendo”. Pero en el transcurso de la noche al día, la bronca de la supuesta madama pareció haberse diluido y desistió de declarar. Sólo vociferó cuando se sintió aludida por Trimarco a lo largo de su testimonio. Es que era difícil permanecer indiferente a las palabras de Susana. La propia Milheim se descompuso poco después de que Trimarco relatara lo que había sufrido Anahí Manacero hasta que ella y su marido la rescataron después de un allanamiento dentro del burdel de Medina. “La trata existe en Argentina y en el mundo, las víctimas no se complotan para engañarnos, son muchas las que se animan a hablar y esto sigue pasando”, decía la mamá de Marita. Fue entonces cuando el abogado de Milheim, Horacio Molina, pidió que la dejaran salir de la sala porque estaba descompensada. Más temprano, cuando Milheim pasó al estrado por su propia voluntad para decir otra vez que se declaraba inocente, el abogado defensor de los hermanos Rivero –y también representante legal de Rubén Ale– le había preguntado por qué al terminar la jornada del martes se la vio en actitud de festejo junto a los abogados querellantes. La pregunta fue objetada, pero Milheim la contestó igual: “Después de lo que yo sufrí no puedo no alegrarme con el trabajo que hace la Fundación rescatando chicas y ayudándolas a salir de esto”. Escuchar otros padecimientos, fue evidente, hicieron el efecto contrario.
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