SOCIEDAD
En busca del origen que alguna vez les robaron
Por Andrea Ferrari
“A mí me compraron”, dice con naturalidad Alejandra y a su alrededor nadie se sorprende. El heterogéneo grupo que la rodea tiene un único punto en común: todos buscan conocer su origen. A ellos su familia les ocultó durante demasiados años la verdad. Varios saben ahora que pagaron por tenerlos y muchos que sus madres biológicas eran chicas muy jóvenes que fueron empujadas a entregar sus bebés. Aunque la organización Quiénes somos lleva sólo un año de existencia, ya pasaron por allí unas 300 personas. Al menos diez lograron encontrar a algún familiar. Y hay casos extraordinarios, como el de Cristina, que alimentan la esperanza del resto: ella tocó un timbre y encontró madre, padre y cuatro hermanos.
Las que dieron la puntada inicial fueron María Rosa Pallone, María Alejandra Pugliese y Patricia Peña. La primera había iniciado su búsqueda sola (ver aparte); Alejandra y Patricia se dirigieron a Abuelas de Plaza de Mayo en busca de ayuda. Les sugirieron acudir a la Defensoría del Pueblo de la Nación. Allí se conocieron en marzo de 2002 y decidieron organizarse.
Y allí se reúnen ahora todos dos veces por semana. Tras un acuerdo con la Procuración General de la Nación, el año pasado se constituyó la Comisión por el Derecho a la Identidad Biológica y un grupo de fiscales impulsan desde entonces algunos casos. Se envían pedidos de información a hospitales y clínicas, se busca a médicos, parteras y vecinos que puedan haber sido testigos. Los casos más sencillos son aquellos donde existe un expediente de adopción. Como el de Cristina Maza.
“Ella consiguió la dirección de su madre biológica y fue a verla con la partida de nacimiento –cuenta una integrante del grupo–. La mamá salió a la puerta. Le explicó quién era, conversaron y después le dijo: ‘Esperá’. Entonces entró y en ese momento les contó a su marido y a sus hijos el secreto que había ocultado durante tantos años, su primer embarazo y la entrega de su hija. Después volvió a la puerta y la invitó a pasar.”
Coincidencias
El miembro más joven del grupo tiene 15 años, el mayor, 75. En el cruce de historias aparecen varios puntos en común: muchos sospecharon en su infancia que había algo raro, la mayoría tiene partidas de nacimiento legales aunque falsas, y varios se enteraron de la verdad en medio de una pelea feroz, una de esas peleas donde se dice lo que no se pensaba decir.
También en dos pares de casos apareció una llamativa coincidencia: la misma dirección en partidas de nacimiento irregulares, lo que parece apuntar a verdaderos centros de venta de chicos.
–La apropiación no es algo reciente, es una práctica social común transversal a todas las etapas –dice Patricia Peña–. Para ellos, el fin justifica los medios: no importa el cómo.
Patricia es una de las que siempre sospechó sobre su origen. “Pero cuando pregunté, mis padres me mostraron la partida de nacimiento legal: me taparon la boca.” Recién después de la muerte de ambos, una prima a quien le habían hecho prometer que no divulgaría el secreto le dijo la verdad. Poco a poco fue conociendo otros datos: su madre biológica era una chica de Mar del Plata y ella nació en el Hospital Durand. La entregaron a sus tíos en el Parque Centenario. El contacto se hizo a través de una enfermera que después se convirtió en obstetra. “Se llama Italia Loiácono –dice Patricia–. Nunca la pude encontrar. Ubicamos varios domicilios, pero cada vez que llegamos ya no vive allí.” La organización logró que el hospital les diera acceso a los archivos, pero fue infructuoso: falta la documentación entre los años 1948 y 1968.
“A mí me compraron en una casa de Mataderos”, explica Alejandra Pugliese, de 33 años. Ella supo sobre su origen después de la muerte de sus dos padres, cuando quedó a cargo de un juez de menores. Se enteró de que el intermediario había sido un “tío” postizo quien llegó a admitir ante ella que “hubo mucho dinero” antes de desaparecer por varios años. “Y ahora me acaba de llamar –cuenta Alejandra–, aún no lo vi, pero tengo expectativas de que diga algo.” En estos años supo, sin embargo, algunos datos más: le dijeron que su madre biológica era una joven abogada de una familia con buena situación económica. “Me contaron que mi mamá de crianza decía: ‘Ale va a ser muy linda porque su mamá era linda’.”
En el caso de Graciela Palma, de 42 años, fue un psicólogo quien convenció a sus padres de que le hablaran de su origen cuando ella ya era adolescente. Pero aún entonces lo hicieron con una mentira: “Me dijeron que mi mamá había sido una prostituta que me iba a tirar a la basura y ellos me salvaron”. La historia, dice Graciela, nunca le cerró. Años después su madre admitió que la habían ido a buscar a una casa de Marcos Paz, donde vivía una partera que trabajaba en el Hospital Español. Y que había llegado a ver de lejos a su madre biológica: una pelirroja a quien le decían La Polaca. Hoy Graciela intenta ubicar a esa partera a través de los fiscales de la procuración.
Fernando Eden Carrizo tiene 30 años y hace diez que supo la verdad. “Yo fui muy mal criado, un piel de Judas –cuenta–. Sospeché que era adoptado durante mi adolescencia, pero mis padres no me lo dijeron.” Sucedió después, tras una fuerte pelea con su padre, de madrugada y a los empujones. “Mi mamá se levantó a separarnos y yo me encerré en mi habitación”, explica. Entonces Fernando tuvo una suerte de iluminación: “Salí disparado hacia la cocina y le dije a mi mamá: ‘Papá me dijo la verdad’. ‘¿Qué verdad?’, preguntó ella. ‘Que soy adoptado.’ Entonces mi mamá me preguntó: ‘¿Cuándo te lo dijo?’. Y ahí supe que era cierto”.
Después Fernando iba a saber que una tía que vivía en Catamarca había oficiado de intermediaria y que su madre biológica habría sido una jovencita del interior de esa provincia. “Ahora estoy juntando fuerza para viajar –dice–. Hay dos casos más de Catamarca y pensamos ir juntos.”
Es más tímida la voz de Cecilia Sicardi, de 33 años, quien llegó hace apenas un mes a la organización. A ella le hablaron de la adopción cuando era chica, pero entonces le dijeron que sus padres habían muerto en un accidente. Mucho después supo la verdad: su mamá fue una chica de familia humilde de Mendoza, a quien su propia madre habría presionado para entregar a la beba.
La entrevista termina y los integrantes del grupo aún están esperando para tomarse las fotos cuando entra un hombre. Corpulento, decidido, cuenta que estuvo tiempo atrás para iniciar la búsqueda de su familia.
–Quería contarles que los encontré. A mi madre biológica primero y después a mi padre.
Y todos se lo quedan mirando, como si fuera una aparición. Una integrante del grupo sólo atina a decir:
–Se me pone la piel de gallina.