Un taxista que declaró en la causa de Angeles Rawson dejó intrigados a los investigadores y, según aclararon fuentes judiciales, este presunto testigo ampliará sus dichos en breve. El hombre afirmó que el encargado del edificio en el que vivía la joven, y único detenido, paró su coche y le pidió llevar dos bolsas, una muy pesada, hasta la Ceamse del barrio de Colegiales, a pocas cuadras. Luego Jorge Mangeri le pidió ingresar al predio y descartó las bolsas dentro del lugar, aduciendo que la más pesada era un perro atropellado, cuando supuestamente llevaba allí a la víctima, como el taxista dijo haber inferido al enterarse de la detención del encargado. “Es improbable e inverosímil”, dijo sobre la denuncia el secretario gremial de la Ceamse. Una fuente judicial aseguró: “Estamos tratando de chequear esta versión de todas las formas posibles”.

“Este hombre sólo tiene la intención de ayudar y no aguantó más la presión de saber que quizá él fue quien llevó el cuerpo de Angeles hasta el predio de la Ceamse”, afirmó ayer el abogado Roberto Casorla Yalet, quien recomendó, al parecer desinteresadamente, al taxista que se presente al juzgado a contar su relato, el martes pasado. “Conozco a un familiar de este hombre que me llamó para contarme lo que había vivido”, sostuvo el letrado, quien contó que tanto el juez Javier Ríos como la fiscal Paula Asaro tuvieron al testigo declarando “entre seis y siete horas”.

¿Por qué tardó tres semanas en aportar su versión? Según Casorla Yalet, el taxista tenía “mucho miedo” y el propietario del vehículo “le dijo que esperara porque iba a consultar con abogados”. Hasta el momento, no hay en la causa una descripción certera de cuándo y dónde Mangeri habría dejado el cuerpo, según la autopsia con vida aún, para que entrara en el circuito de recolección y posterior derivación de residuos. Asaro, en uno de sus comunicados, destacó que Mangeri conocía los horarios de recolección por su trabajo y fueron revisados varios contenedores de la zona.

Según este nuevo relato, alrededor de las 14.30 del lunes 10 de junio pasado, día en que desapareció la joven, un hombre le hizo señas para detenerse en la esquina de Ravignani al 2300 y le pidió un viaje. Antes, le habría explicado que precisaba ayuda para cargar dos bolsas y acercarlas hasta la Ceamse. El taxista, según declaró, al principio rechazó el viaje porque no podía levantar peso y tampoco quería ensuciar el baúl, pero aceptó porque el pasajero le ofreció poner un plástico y buscó ayuda de transeúntes para cargar la bolsa más pesada.

Al llegar al predio, el conductor detuvo la marcha, pero el pasajero le pidió entrar a pesar de que está prohibido, dijo el taxista. Agregó luego que salió al cruce un empleado de seguridad, el pasajero se bajó, conversó con éste y al rato le permitieron ingresar por un largo playón, pidiéndole poner el auto de culata. Previamente, dijo, anotaron su patente. El taxista contó que abrió el baúl para descargar y la parte más fantasiosa, coincidieron los investigadores, es que el hombre dijo que una de las bolsas se movió y el pasajero, diciendo que se trataba de un perro atropellado, pidió a los empleados algo contudente para sacrificarlo.

Luego de golpear la bolsa, el cliente le habría entregado algún dinero a quienes lo ayudaron, como si se tratara de un favor, y pidió al taxista que lo llevara de nuevo a la calle Ravignani al 2300. El hombre contó que lavó el baúl, donde habría quedado algún rastro de sangre, y también le pasó la aspiradora. Su relato fue interrumpido por el juez y la fiscal, quienes lo convocaron para volver más adelante. El taxi fue entregado ese mismo día para que los peritos de la Policía Científica buscaran rastros y también se le pidió la aspiradora.

Fuentes judiciales con acceso al expediente afirmaron que el hombre parece compungido y preocupado al hablar, y más allá de cuestiones que suenan inverosímiles, se tratará de chequear con los videos de la zona por si aparece algo. Mancini, secretario gremial de la Ceamse, aseguró que es “imposible” que un taxi pueda entrar a alguna de sus sedes. Fuentes judiciales afirmaron que “no existía tanta vigilancia en la Ceamse como se vio después de hallar el cuerpo de Angeles, además el portero bien podía conocer a alguien dentro de la planta”.

Por el momento, la hipótesis que se maneja es que esa bolsa que ocultaba el cuerpo de la víctima, encontrada en una sede de la Ceamse en José León Suárez, fue depositada en un contenedor cercano. Sin embargo, no hay pruebas firmes que así lo indiquen, más allá de que quedan pendientes el análisis de rastros en el auto del encargado y filmaciones para determinar si usó su vehículo para transportar a la víctima. Por lo demás, la sede de la Ceamse en Colegiales fue allanada el martes 11 de junio, día del descubrimiento del cuerpo sin vida de la joven.

“Hay partes del relato que parecen inverosímiles, pero no tuvo fisuras y vamos a chequear toda la historia”, comentó un investigador de la causa. La versión, agregó otra fuente judicial, cuaja en un punto con una de las hipótesis del hecho: Mangeri no habría querido asesinar a la joven, sino abusar sexualmente de ella y al golpearla y desmayarla la creyó muerta. Como lo suyo fue un imprevisto y no un crimen premeditado, actuó con las desprolijidades propias de “un hombre común con un historia particular”, como lo definió una perito de parte el domingo pasado, al salir de una visita en la cárcel de Ezeiza, donde está alojado el encargado.

De tratarse de una mentira, advirtieron las fuentes judiciales, el taxista terminará acusado de falso testimonio, al igual que la mujer que llamó e intentó incriminar a un familiar de Angeles (ver aparte).

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