SOCIEDAD › UNA MEDIDA ANTIRRECLAMOS

Atados a la cama

 Por Carlos Rodríguez

En la inspección realizada por la Procuvin el 7 de mayo de 2013 en la cárcel de San Martín, del Servicio Penitenciario de Córdoba, se encontraron, en el hospital del penal, dos camastros de hierro y 17 cadenas de unos setenta centímetros cada una. Esos elementos, según denunciaron los presos, eran utilizados por los guardias “para estaquear a los internos cada vez que hacían algún reclamo por las condiciones de detención o por los malos tratos que recibían durante las requisas”. La información, aportada por el fiscal Abel Córdoba, fue publicada por Página/12 el sábado 11 de mayo del año pasado.

Las cadenas fueron secuestradas por los funcionarios nacionales y entregadas a la Justicia provincial para que se hiciera una investigación sobre el tema. La causa se abrió, pero no hubo avances, de acuerdo con la información que tiene la Procuvin.

El fiscal Córdoba le comentó a este diario que si bien durante las visitas a otras cárceles, entre ellas dos de Mendoza y una del Chaco, habían recibido denuncias duras por parte de los detenidos, “en ningún caso aparecieron los elementos de tortura, como ocurrió en la cárcel cordobesa” del barrio San Martín. El titular de la Procuvin hizo saber que “muchísimos presos” del penal de San Martín habían hablado sobre “el método que se aplica allí y que es el más temido por ellos”. Contaron que “cuando protestan por alguna razón o hacen planteos ante los guardias, son golpeados y los llevan arrastrados hasta el hospital del penal, donde los amarran con cadenas a camastros de hierro. Allí, una vez estaqueados, son sedados o dopados. Pasan muchas horas en esa condición y sufren problemas por ahogo, e incluso llegan a hacerse sus necesidades encima”. Cuando visitaron el hospital, encontraron los dos camastros y las cadenas.

El problema se suscitó cuando quisieron visitar la cárcel de Bouwer, donde son muchas las denuncias por torturas y malos tratos. En 2013, luego de pasar por San Martín y por Bouwer, murió el interno Roberto Yrusta. Otros detenidos le contaron a la familia de Yrusta que el hombre, de 36 años, sufrió torturas y malos tratos. El también habría sido amarrado a los cepos del camastro, porque sus muñecas tenían las heridas producidas por las cadenas. La muerte de Yrusta, denunciaron sus familiares, se produjo como consecuencia de la violencia institucional recibida durante su estado en prisión.

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