SOCIEDAD › EL MENSAJE DE LOS OBISPOS SINODALES A LOS CATOLICOS DEL MUNDO

Lo que se dijo y lo que no se mencionó

 Por Washington Uranga

Al término de las sesiones del sínodo celebrado en Roma, los obispos enviaron un mensaje a todos los católicos del mundo cuyo sentido general se puede resumir en la afirmación de que “Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos y sin excluir a nadie”. El fragmento, tomado de un documento breve de aproximadamente tres páginas, intenta transmitir el espíritu de los debates planteados durante dos semanas en el aula con la participación de 191 padres sinodales con derecho a voto y, de alguna manera, sirvió para zanjar al menos por el momento las diferencias surgidas entre los obispos y el malestar de los más conservadores por el tono aperturista del informe difundido el lunes pasado. El mensaje sinodal acompaña el texto más sustantivo, denominado Relatio synodi, que pretende recoger de manera más exhaustiva la agenda de los debates y algunos de cuyos temas no alcanzaron los dos tercios de los asambleístas que eran requeridos para su aprobación (ver aparte).

El mensaje sinodal no hace referencia alguna a uno de los temas más conflictivos del borrador difundido el lunes respecto de los homosexuales, del reconocimiento de sus valores y de los aportes que puede hacer la Iglesia. Tampoco sobre otro tipo de uniones o parejas de hecho por fuera del matrimonio, aunque todos estos puntos fueron incluidos en la Relatio synodi. Sin embargo, al ser consultado en conferencia de prensa, el cardenal italiano Gianfranco Ravasi, presidente de la comisión redactora, reiteró que “la Iglesia debe ante todo acoger, escuchar y comprender los cambios que se dan en la sociedad, pero al mismo tiempo tiene una identidad y un mensaje”.

En el texto sí se incluyó una alusión apenas pasajera a otro de los temas debatidos: el acceso a los sacramentos por parte de los católicos divorciados. “Hemos reflexionado sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados en nueva unión”, se dice sin adoptar aquí posición alguna sobre el particular. El documento, en cambio, no deja dudas acerca de la reafirmación de la postura doctrinal de la Iglesia Católica respecto del matrimonio. “El amor conyugal, único e indisoluble, persiste a pesar de las múltiples dificultades del límite humano, y es uno de los milagros más bellos, aunque también es el más común.”

El mensaje difundido ayer contó con el voto afirmativo 158 de un total de 174 padres sinodales que sufragaron y fue redactado por una comisión presidida por Ravasi con la vicepresidencia del arzobispo argentino y rector de la Universidad Católica, Víctor Manuel Fernández.

El breve documento rescata y valora el proceso de preparación del sínodo, la amplia consulta enviada a todas las comunidades católicas del mundo y el diálogo establecido durante dos semanas en el aula sinodal. Reconoce también la existencia de “no pocas crisis matrimoniales, que se afrontan de un modo superficial y sin la valentía y la paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la reconciliación y también del sacrificio”. Y como parte del diagnóstico se dice también que “los fracasos dan origen a nuevas relaciones, nuevas parejas, nuevas uniones y nuevos matrimonios, creando situaciones familiares complejas y problemáticas para la opción cristiana”.

No falta tampoco la referencia a las “dificultades económicas causadas por sistemas perversos, originados ‘en el fetichismo del dinero y en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano’ (Evangelii gaudium, 55), que humilla la dignidad de las personas”. En este contexto, los obispos dicen que “pensamos en el padre o en la madre sin trabajo, impotentes frente a las necesidades aún primarias de su familia, o en los jóvenes que transcurren días vacíos, sin esperanza, y así pueden ser presa de la droga o de la criminalidad”.

En la misma línea, y en consonancia con las actitudes públicas del papa Francisco, los obispos dicen que piensan en “la multitud de familias pobres, en las que se aferran a una barca para poder sobrevivir, en las familias prófugas que migran sin esperanza por los desiertos, en las que son perseguidas simplemente por su fe o por sus valores espirituales y humanos, en las que son golpeadas por la brutalidad de las guerras y distintas opresiones”. Hay un párrafo también para “las mujeres que sufren violencia” y son sometidas “en la trata de personas”, una mención a “los niños y jóvenes víctimas de abusos”, tras lo cual se reclama “a los gobiernos y a las organizaciones internacionales que promuevan los derechos de la familia para el bien común”. Respecto de las familias cristianas, los sinodales subrayan el valor de la entrega “a los últimos, a los marginados, a los pobres, a las personas solas, enfermas, extranjeras, a las familias en crisis” que es una entrega “de bienes, de compañía, de amor y misericordia, y también un testimonio de verdad, de luz, de sentido de la vida”.

El primer borrador de la declaración había sido presentado el viernes y ese mismo día recibió comentarios y propuestas de modificaciones por parte de los obispos participantes. Finalmente la versión final llegó al aula y logró la aprobación en la sesión matutina del sábado.

El mensaje termina con una plegaria a Dios por las familias, por los padres, las madres y los hijos y rogando por “una Iglesia cada vez más fiel y creíble, una ciudad justa y humana, un mundo que ame la verdad, la justicia y la misericordia”.

En conferencia de prensa, al presentar el mensaje, el presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil, cardenal Raymundo Damasceno Assis, volvió a subrayar el carácter consultivo del sínodo destacando también que se trata de un proceso (“no podemos esperar conclusiones ahora”) que suma aportes para el Papa y para la asamblea ordinaria sobre el mismo tema que se realizará en octubre de 2015. Para el brasileño el balance del sínodo es “muy positivo”.

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