Sábado, 13 de octubre de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › OPINION
Por Horacio Bernades
De “show de diapositivas” calificó el propio Al Gore a Una verdad incómoda, que se estrenó en la Argentina en noviembre de 2006 y lo tiene por factótum, protagonista, disertante, conferencista, objeto de adoración, slide showman o todas esas cosas a la vez. En febrero pasado, la Academia de Hollywood no le otorgó a Una verdad incómoda el Oscar al Mejor Show de Diapositivas sino lisa y llanamente al Mejor Documental. Ya que estaban, le dieron otro Oscar más, a la mejor canción (¿no es raro que un documental gane el Oscar a la mejor canción?, ¿puede ser bueno un documental que gane el Oscar a la mejor canción?). Ahora vienen los suecos y le dan el Premio Nobel de la Paz a este hombre que se presenta a sí mismo como campeón del anticalentamiento, sensación térmica que la más que tibia Una verdad incómoda sin duda promueve.
Una verdad incómoda no es otra cosa que la filmación (grabación, habría que decir, para usar un término más televisivo) de una de las conferencias con las que el ex vicepresidente de Bill Clinton viene recorriendo el mundo desde hace unos años, para advertir sobre los desastres a los que conducirá el calentamiento global. Nada que no se sepa de antes: se derriten los polos, hay grandes inundaciones y sequías, el agua ralea, la gente y los animales caen como moscas... Lo mismo que muestra cualquier película de cine catástrofe, pero exhibiendo cuadros, gráficos, estadísticas y diapos en lugar de las catástrofes mismas. Espectáculo con público, al mejor estilo talk show, en el estudio en que se grabó Una verdad incómoda los concurrentes aplauden, vivan al líder y celebran sus chistes (porque hace chistes, como un stand up comedian). Algo parecido sucedió durante la última entrega de los Oscars, donde daba la sensación de que la entera comunidad hollywoodense estaba eligiendo a su próximo candidato a la presidencia de la Nación, en vivo y a mano alzada. Nada que le hiciera mucha gracia a la esposa de su ex jefe, de nombre Hillary.
Sin embargo, allí, en Una verdad incómoda, Mr. Gore “se olvida” de mencionar siquiera una vez que la principal responsabilidad por el global warming la tienen las empresas petroleras, tal como hizo notar la crítica de Página/12 en el momento del estreno. No es la única omisión que el Premio Nobel de la Paz comete durante la película. Tampoco hace Gore ninguna mención al hecho de que durante el período 1993/2001, los índices climáticos que él mismo exhibe en Una verdad incómoda no evidenciaron mejora alguna. Durante esos años gobernó los Estados Unidos Bill Clinton. ¿Quién fue el vicepresidente? Al Gore, por supuesto.
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