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Domingo, 13 de junio de 2004

LA SOJIZACION ARGENTINA

La sojización en Argentina > “(In)sustentabilidad”

Por Horacio A. Feinstein *

La sojización argentina es, en primera instancia, un fenómeno económico resultante de la extraordinaria relación beneficio-costo de la actividad sojera. Dados los actuales precios internacionales de la soja, el cultivo de la oleaginosa avanza a paso redoblado a costa de un fuerte impacto ambiental que conlleva un impacto socio-ocupacional y cultural, promotor –por defecto– de la despoblación de vastas áreas rurales, donde la soja deja secuelas devastadoras.
La sojización, en tanto es sustitutiva de actividades no exportables y destructiva de patrimonio natural y cultural, implica un avance del mercado internacional, a través de sus agentes locales, por sobre la satisfacción de las necesidades de la población del país y en detrimento de los mercados locales, provinciales, regionales y nacionales, tanto reales como potenciales. Esto último, debido a que hay numerosos productores que, a precio y calidad adecuados, no consiguen acceder al mercado.
El avance de la frontera agrícola a través de la sojización tiene lugar en el país, a costa de valores culturales básicos de la gente y las comunidades, cuya expresión en términos monetarios no tendría sentido. En lo relacionado con la tierra, este es el valor de la tierra como sustento de vida de las familias rurales, incluyendo actividades y servicios tales como cría de animales domésticos (para alimentación, transporte, abrigo); plantíos (para alimentación, construcción, vestimenta); fuente de agua (para el consumo humano, para cultivos de usos diversos, la cría de animales domésticos y para la fauna silvestre); provisión de sombra (a cuyo abrigo crecen plantas comestibles y medicinales); el valor simbólico, el valor estético (del paisaje, de la diversidad vis a vis la antiestética de la uniformidad del monocultivo sojero) y el valor afectivo de la tierra (el terruño), a partir del cual el individuo aprende a relacionarse con los semejantes, donde se aprenden los primeros oficios y a relacionarse con la naturaleza. Todo ello conduce a que, en ciertos casos extremos, en por ejemplo comunidades aborígenes, separar a la gente de la tierra equivale a separarla de (quitarle) la vida.
En el corrimiento de la frontera agrícola debido a la sojización, muchos pobladores marginales/aborígenes/minifundistas, que han habitado, trabajado, cuidado, mejorado durante décadas o siglos la misma tierra, sin título de propiedad, son desplazados de ella por agentes inmobiliarios, apoyados por distintos poderes locales, quienes sólo ven la tierra como un bien de cambio, como una posibilidad de realizar ganancias a través del cultivo de soja. Esto es lo que está ocurriendo en la actualidad en el Chaco y Santiago del Estero, donde recrudecen los conflictos sociales debido al valor de los negocios sojeros involucrados.
A su vez, la sustentabilidad ambiental, en sentido amplio, de la sojización ha sido puesta en el tapete, últimamente hasta por los propios sojeros.
Por lo tanto, es evidente que si esto es así hay sobrados y urgentes motivos manifiestos –significativas muestras de deterioros ambientales y sociales– para la gestación de políticas públicas que propendan a una utilización más sustentable de los recursos naturales (especialmente el suelo), que evite mayores riesgos a la base de sustentación de las actividades productivas del país y para detener el avance de la exclusión económica y social.
No obstante, más allá de lineamientos generales comunes, hay que considerar que la (in)sustentabilidad ambiental de la sojización reviste diversos grados de gravedad según los ecosistemas en que se inserta.
Esta (in)sustentabilidad es más acentuada en ecosistemas con suelos relativamente pobres en materia orgánica, como los de San Luis o el Chaco, que en la pampa húmeda. Y en la medida en que los beneficios (privados) económico-financieros de la sojización son tan generosos como los actuales, mayores son las insustentabilidades a corregir (como por ejemplo, algunos planteos de hacer soja bajo riego que incipientemente aparecen en el sur de la provincia de San Luis).
A propósito, cabe señalar que las variedades de soja transgénica utilizadas en el país han demostrado una formidable adaptabilidad a la diversidad agroecológica: stress hídrico (por exceso y por defecto), insectos predadores, rigurosidades climáticas extraordinarias. Por este motivo, la sojización se ha difundido vastamente en regiones y varias provincias donde la soja es hoy la actividad agrícola que más superficie cultivada ocupa.
La lógica del sistema de contratistas (principales agentes-operadores de la producción sojera) agrava la cuestión ya que en pos de utilizar al máximo posible el equipamiento (máquina de siembra directa, cosechadoras, aviones fumigadores) y los equipos de gente (las “comparsas”), los contratistas aprovechan las disparidades climáticas entre distintas regiones del país para extender su actividad a lo largo del año, yendo sucesivamente de una provincia/región a otra.
Finalmente, al nivel de las políticas públicas (socialmente deseables) en relación con la sojización, lo analizado indica la necesidad de generar –como parte de una política alternativa– los instrumentos adecuados para que la gente de campo pueda encontrar en éste un sustento económico que le permita seguir viviendo ligada a su tierra, a su entorno/ambiente, a su cultura. En este sentido, las asignaturas pendientes no parecen nada sencillas, por ejemplo, impedir que el campo sea objeto de movimientos financieros internacionales de corto plazo; como así también (por la positiva) diseñar e implementar programas de desarrollo (incluyendo asistencia técnica y capacitación) agropecuario que tiendan –en la dirección de capitalizar (en lugar de erosionar) las ventajas comparativas de la Argentina– a producciones de menor escala y mayor valor agregado, del país, región, localidad y sus correspondientes culturas.
Para ello resultará necesario identificar sectores y actores sociales dispuestos a sumar esfuerzos en esta dirección, así como encontrar una instancia institucional convocante, interesada en auspiciar semejante iniciativa.
* Asociación Argentino-Uruguaya de Economía Ecológica.

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