Domingo, 11 de octubre de 2015 | Hoy
SALí
Por Cecilia Boullosa
Un antiguo encargado se puso a llorar cuando vio el reluciente local de Los Dos Chinos sobre avenida Callao. Una mujer escribió en el anecdotario que hay en el salón: “Yo me casé en Los Dos Chinos”. Otra puso: “Vine con mi nieta al mismo lugar al que iba a tomar el té con mi abuela”. La reciente reapertura de la icónica firma que supo tener varias sucursales, salones de fiesta y hasta un hotel removió la sensibilidad de viejos habitués y empleados. Como ocurrió cuando volvieron Las Violetas y el Café de los Angelitos o como seguramente pase cuando regrese la Confitería del Molino. Respetando su historia, los nuevos dueños -entre ellos Javier Ickowicz, socio de la cadena Nucha y del bistró Mishiguene- decidieron darle una impronta fresca y moderna a la firma que tiene más de 150 años: los hermanos Juan y Carlos Gontaretti abrieron la pastelería en 1864 en un local de Alsina y Chacabuco que tenía en la entrada dos estatuas chinas que habían comprado de un barco anclado en el puerto. De ahí el nombre.
La nueva versión de Los Dos Chinos se presta tanto para el almuerzo como para la merienda. Mesas comunales, mesas altas, fotos antiguas y exhibidores llenos de tentadoras tortas –como la Brasil o la Rogel–, pan dulces o el famoso arrollado Caruso (pionono, crema, castañas en almíbar, merengues y nueces), que nació en 1904 en honor al tenor Enrico Caruso. Narda Lepes se ocupó de armar la carta salada que, a pedido del público, recuperó algunos clásicos de otra época como la suculenta empanada gallega (más de 5 centímetros de alto, $79) o la tarta de alcauciles ($79). Los sándwiches son otro de los fuertes: desde los imperdibles locatellis de pollo y tomate ($32) hasta el de jamón crudo, bocconcino, tomate y pesto ($94) o el de milanesa y criolla de vegetales asados ($94).
Los Dos Chinos no solo vuelve a apostar por una marca de lustre nacional, sino también por una cuadra que, desde el cierre del cine América en 2002, estaba algo alicaída. Con todo, es apenas el principio: planean abrir tres locales más en los próximos dos años.
Los Dos Chinos queda en Callao 1025. Teléfono: 4519-8166. Lunes a sábados, de 8 a 21. Domingos, de 10 a 21.
Queso, jamón, pan. Y a la tostadora. Tentempié favorito del porteño, fronteras afuera el tostado posiblemente sea juzgado como un poco simplón. ¿Pero quién podría negar que es el sándwich que más se despacha en los cafés de Buenos Aires? Un clásico que se tuesta, pero nunca se quema.
Para reivindicar esta tradición local –y reinventarla ligeramente- acaba de abrir Tostado Café Club. Ubicado en la efervescente esquina de Córdoba y Paraná -distrito de señores con corbata, a metros de Tribunales- Tostado pertenece a esa casta de lugares autodenominados “fast-good”, que proponen comer rico, rápido y abundante, pero saludable. El tostado de la casa ($36) es el sándwich símbolo y llega repleto de hebras de mozzarella, parmesano y gruyére. Se puede pedir con jamón cocido o con dos variantes: chips de panceta o cebollitas caramelizadas. Es una lástima que sólo se pueda pedir en pan de molde y no se abra el juego a otros panes diferentes. El tostado está secundado por otros sándwiches como el de roast beef ($64) o el de salmón ahumado ($76) en baguetín brioche. Además hay ensaladas que salen acompañadas con una “yapa” compuesta de papas pay y granola salada y tostada. En sintonía con las últimas tendencias, abundan las aguas de frutas y rico café: blend de la casa, colombiano y brasileño (que también puede llevarse en bolsas de un cuarto, lo mismo que las tazas y las jarras estilo “cacharrito” donde se sirve el café: todo está a la venta).
En el despacho, Tostado funciona con la lógica de un Mc Donald’s o un Starbucks mejorada: no hay servicio a la mesa, uno hace su pedido y le dan un beeper que vibra cuando está lista la comanda. Para lo que ni siquiera cuentan con tiempo de sentarse unos minutos –hay 30 cubiertos en planta baja y otros 30 en un subsuelo acondicionado como un living con sillones cómodos- existe una ventana de expendio a la calle. Al mediodía, el ritmo dentro del local es frenético. Será simplón o aburrido, pero la pasión porteña por el tostado jamás cede.
Tostado Café Club queda en Av. Córdoba 1501. Teléfono: 0800-555-2233. Lunes a viernes de 8 a 21. Sábados de 9 a 14.
La cocina peruana sigue dando que hablar -y que comer- en la ciudad. Según la antropóloga peruana Paloma Oliver, experta en la temática –acaba de publicar De la nostalgia al orgullo: Los caminos de la cocina peruana en Buenos Aires- hay más de 200 restaurantes de bandera rojiblanca. Primero fueron los bodegones del Abasto, frecuentados sobre todo por inmigrantes; después los restaurantes de alta gama nikkei –fusión japonesa peruana- y también los de rango medio en diferentes barrios, como Contigo Perú, Chan Chan o Status. Hoy, en la cresta de la ola, es la hora de los locales peruanos especializados: cevicherías, sandwicherías. Quispe Cancha, reciente apertura en la zona del Abasto, entra dentro de este último ítem. Si bien tiene algunos platos de fondo, pocos, su fuerte son los “sánguches criollos”, que los peruanos suelen consumir como almuerzo, pero también para el desayuno.
Con capacidad para 30 cubiertos, el local es austero: paredes recubiertas con machimbre sobre el que cuelgan posters turísticos-Trujillo, Loreto, Ancash-, tele siempre encendida y una pequeña barra con tres banquetas. Su dueño es primo de los propietarios de Mamani, un clásico del Abasto. Los sánguches –¡hay 20 opciones!– pueden asustar un poco por el precio, pero hay que tener en cuenta que son monumentales, arduos de acometer para apetitos moderados. Y salen con fritas. “Los más exitosos son los que están preparados con carnes al cilindro o al tambor, como el criollo”, cuenta Fernando, encargado de Quispe Cancha. El método del cilindro le da a la carne una textura crocante y un sabor levemente ahumado. Otro recomendado es el de chicharrón de cerdo (pan, batata frita, chicharrón de cerdo y ensalada criolla, $100). Y, para los que gustan del agridulce, el hawaiano con frutas (pollo deshilachado con mayonesa, jamón y durazno en almíbar, $120) o el lomo saltado a lo pobre con huevo frito y banana. Si queda lugar, vale probar algunos de los postres típicos: un helado de tamarindo, una torta tres leches ($50) o un suspiro limeño ($50).
Quispe Cancha queda en Anchorena 533. Teléfono: 4861-5189. Lunes a sábados, de 14 a 1. Domingos, de 13 a 24.
Fotos: Pablo Mehanna
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