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Domingo, 11 de octubre de 2015

ALICE COOPER

CONFIESO QUE HE BEBIDO

Entre el tributo, la solidaridad hacia los viejos camaradas caídos en las más honorables batallas y la nostalgia por la edad de oro del hard rock, Alice Cooper se convirtió junto a Johnny Depp y Joe Perry en el motor de Hollywood Vampires, un proyecto –banda y disco– que homenajea a las estrellas que desfilaron por el Rainbow Bar del West Hollywood y otros antros después de hora, recreando la leyenda de grandes bebedores: desde los pioneros Jimi Hendrix y Jim Morrison a los miembros más plenos del club de los beodos como Keith Moon, el propio Cooper (sobrio desde hace casi más de treinta años), el más esporádico John Lennon o el singular Randy California. En diálogo con Radar, Cooper cuenta cómo surgió este disco a partir de su conexión con Johnny Depp durante el rodaje y luego la fiesta de presentación de Dark Shadows, la película de Tim Burton, y reconstruye con humor y sensibilidad una parte de la historia etílica del rock and roll.

 Por Sergio Marchi

“¡Es la mujer más horrible que haya visto!”, murmura Barnabas Collins en una gran escena de Dark Shadows (Sombras tenebrosas), la película que Tim Burton filmara en 2012. La cámara da paso a Alice Cooper, preparado para dar un show con toda la parafernalia que lo convirtió en una figura mitológica del rock justamente en 1972, el presente de la historia en la que Johnny Depp encarnó al vampiro Barnabas. Lo que evoca es en realidad una confusión muy típica de la época, cuando mucha gente desconocía que Alice Cooper era un grupo de rock y no una solista femenina. En aquel tiempo, cuando Cooper era el rey de las tinieblas, lo que hoy son las “eventos de promoción” se llamaban happenings y él fue el número central del que organizó Barnabas en Dark Shadows como fiesta de lanzamiento de su empresa familiar, reconstruida luego de casi doscientos años de decadencia. Sólo un vampiro como Barnabas podía reflotarla después de tanto tiempo, y sólo Alice Cooper tocando su hit de aquel año, “School’s Out”, era capaz de animar aquel ágape. Una frase de otra película ayuda a entender la escena: “Es el comienzo de una gran amistad”.

Si ésta no fuera una historia de vampiros, podría decirse que el vínculo entre Alice Cooper y Johnny Depp es una unión “hecha en el cielo”, pero tratándose de ambos parece más un asunto del infierno.

“Conocí a Johnny en Londres, en el set de filmación de Dark Shadows –le cuenta Cooper a Radar desde su más allá californiano, a través de un teléfono que parece venir con una marmita incorporada que crepita a través de la línea–. Deberíamos haber hablado sobre actuaciones y mal de otros actores, pero la charla fue directamente hacia la música y conversamos sobre nuestros temas favoritos del rock inglés.” Durante el rodaje, Alice Cooper dio un show en el 100 Club de Londres y, sabedor de que Depp gustaba de tocar la guitarra, lo invitó al escenario a hacer dos de sus clásicos: “School’s Out” y “I’m Eighteen”. “Resultó ser un estupendo guitarrista”, confirma Alice.

La relación se profundizó en otra fiesta: la del lanzamiento de Dark Shadows, que como no podía ser de otra manera contó con Alice Cooper como animador principal. Johnny Depp se le sumó como partícipe necesario, pero la gran sorpresa fue la visita de Steven Tyler y Joe Perry, de Aerosmith, quienes también participaron de las festividades. Perry, amigote de Depp, solía visitar la casa del actor para tener un poco de paz y poder escribir su autobiografía Rocks: My Life In and Out of Aerosmith, publicada en 2014. Paz no encontró, pero sí un poco de diversión y un proyecto al que se sumó a último momento. Es allí donde nace la idea de formar un supergrupo tributo: Hollywood Vampires. Nada nuevo bajo el sol, pero los vampiros se ocultan de su luz y en la oscuridad traman sus oscuros secretos. “Cuando tocamos en la fiesta para la película, les rendimos homenaje a todos los caídos en batalla –retoma Cooper–, y ahí es donde le digo a Johnny y a Joe que deberíamos hacer un disco que presente sus respetos a todos nuestros alcohólicos amigos muertos con los que solíamos beber.”

Alice Cooper alude a una suerte de lógica rockera y etílica que se fue incrustando en uno de los bares más legendarios de West Hollywood, donde el Sunset Strip serpenteaba rock and roll: el Rainbow Bar & Grill, siempre habitado por músicos que deseaban quitarse el disfraz por un rato, relajarse con sus groupies pero no alejarse demasiado de su habitat natural. Como esas estrellas sólo se dejaban ver cuando el sol no brillaba, no tardaron en adoptar el nombre de Hollywood Vampires. “Para entrar al club, tenías que beber más que los otros –explica Alice Cooper–. Era como una suerte de experimento... alcohólico, porque eran muy disímiles las reacciones que cada uno tenía cuando estaba borracho. Yo me agarraba el `pedo dorado’, no llegaba a caerme pero poco faltaba. Obviamente, hubo muchos a los que había que llevar a la casa. Otros se ponían de un ánimo más combativo que de costumbre. A John Lennon, por ejemplo, le gustaba ser muy político, y cuando bebía ¡se ponía aún más político! Entonces teníamos grandes discusiones, pero la cosa nunca se tornaba muy pesada, y siempre terminábamos riéndonos. Porque cuanto más bebés, más absurdo te ponés, y yo nunca fui muy político que digamos, entonces cuando John y el resto los muchachos se emborrachaban se ponían muy políticos, pero yo no los escuchaba porque no me gustaba la política.”

Lennon era un “vampiro eventual”, porque sólo apareció durante su “fin de semana perdido” (entre 1973 y 1975), y de este período en su vida sólo permaneció unos meses muy intensos en Los Angeles. Lo curó de espanto la sobriedad que se impuso para producir un disco de su amigo Harry Nilsson: Pussycats, un registro desaforado en el que participaron algunos de los vampiros que se reunían en el Rainbow. Cuando le preguntaron a John el porqué de su corta estancia, fue sincero: “Me fui porque del modo en que estaban las cosas, alguien iba a morir”. Aquella cofradía etílica no tuvo un estatuto, pero llegó a elegir sus autoridades; en alguna parte del piso superior del club (apropiadamente bautizado “Over the Rainbow”), sobrevive una placa que se asemeja a la pisada de un oso y en la que se puede leer con relativa claridad: “Guarida de los Hollywood Vampires: Alice Cooper presidente, Keith Moon vice. Miembros: John Lennon, Ringo Starr, Harry Nilsson, Mickey Dolenz”.

Las palabras de John fueron una profecía en cámara lenta y varios de los vampiros originales terminaron bajo tierra por la bebida o problemas asociados a ella. Y la primera baja fue la del baterista de The Who, cuya vida concluyó en septiembre de 1978. Cooper recuerda a su vice con alegría. “Keith Moon era una fiesta ambulante. La vida era una fiesta para él a todas horas. Sólo podías estar con Keith uno o dos días, porque si no te desintegrabas. Era tan activo, tan loco, tan energético, y al mismo tiempo era el mejor baterista del mundo. Era divertido emborracharse con él, era el tipo más divertido que te puedas imaginar. Algo fuera de serie: un payaso de clase mundial. Estar con él era lo más gracioso que te podía pasar en la vida.”

EL CLUB DE LA BEBIDA

Cuando la idea del tributo a todos estos ilustres borrachines rockeros fue madurando, el álbum comenzó a cobrar vida propia, y surgió la necesidad de ampliar el repertorio porque a medida que el secreto de la grabación trascendía hubo que extender la membresía a nuevos participantes que quisieron estar presentes en el homenaje a los beodos rockeros. “¿Sabés que hacer este disco no fue nada difícil? –dice Alice Cooper–. Lo que se complicó fue la elección de las canciones: había muchísimas. Imaginate tener que elegir una sola canción para Jim Morrison de The Doors. Por su actitud hacia las cosas, lo más lógico era elegir ‘Break On Through’ pero en sus letras parecía que todo el tiempo hablase sobre la muerte, entonces pensamos en ‘One To Five’, porque habla de lo mismo que la otra. Y las fundimos en una sola. Algo similar nos sucedió con ‘Manic depression’ de Jimi Hendrix. Pero muchas de ellas surgieron simplemente de nuestras ganas de hacerlas, porque eran canciones que siempre tuvimos ganas de tocar. Y las probamos. Todas.”

El repertorio comenzó a elegirse entre las canciones de los vampiros titulares; luego por los que prefiguraron aquel club (Hendrix y Morrison), y finalmente se amplió a la familia extendida. Porque si Paul McCartney también quiere participar no es cuestión de pedirle el carnet. “La excusa con Paul fue el recuerdo de Badfinger –explica Alice–. Dos de los miembros de la banda (Pete Ham y Tom Evans) se suicidaron ahorcándose con pocos años de diferencia. Y Paul les había escrito ‘Come And Get It’ en 1970, que fue el primer éxito de ellos. El problema era que Paul no la había vuelto a tocar desde que grabó el demo, pero te imaginarás que lo solucionó con una facilidad que nos dejó a todos pasmados. Llegó, se sentó al piano; la tocó una vez y cuando la repitió se equivocó. Johnny, Joe y yo nos quedamos sentados mirándolo: ¡un beatle podía equivocarse! Y él nos preguntó si no queríamos que mejor tocara el bajo. Le dijimos: ‘¿Cómo no vamos a querer que también toques el bajo?’ Y ahí sacó el Hofner, que debe ser el bajo más conocido de la historia. Fue como algo histórico.”

“Come And Get It” conserva poco del sabor pop con el que McCartney la concibió, en parte porque Paul ahora canta de un modo más agresivo, quizá para enmascarar el efecto del tiempo en su voz, y “además porque nuestra idea fue que el disco fuera un álbum de hard-rock con muchas guitarras”, admite Alice Cooper. “Hay algunas canciones que son imposibles de mejorar, pero con el tratamiento adecuado pueden sonar modernas y actuales. Queríamos hacer ‘Itchycoo Park’ de Small Faces para recordar a Steve Marriott y la única manera era cambiándole el arreglo para que sonara a nuestro estilo. El enfoque fue claro: si ésta es una buena canción pop ¿por qué no la transformamos en una buena canción de rock?. Al tener tan buenos guitarristas, nuestras versiones suelen ser muy poderosas. Lo mismo nos pasó con ‘Jeepster’ de T. Rex. A mí ya me gustaba bastante la versión original, pero si fortalecíamos un poco las guitarras y la parte vocal, la transformábamos en una canción de hard rock. Que obviamente fue lo que hicimos. Y de alguna manera, yo quería que éste fuera un disco de hard rock, o al menos con guitarras muy rockeras.”

El carácter benéfico del tributo, cuyas ganancias serán donadas a MusicCares –una entidad que presta asistencia a los músicos en horas difíciles–, sumado a los nombres de Depp, Cooper y Perry, hizo que una gran cantidad de artistas de rock ofreciera su trabajo solidario. Es así como Hollywood Vampires se convierte en una especie de mutual rockera y en un homenaje multiestelar. Del otro lado de la línea, Cooper suspira y dice con sentido orgullo que “con esta clase de músicos las cosas se hacen fáciles, en todo sentido: el solidario o el musical. Es muy raro que se compliquen las cosas teniendo a bordo guitarristas como Joe Perry, Slash, o Joe Walsh (N. del R: los tres ex alcohólicos). En la batería tuvimos a Dave Grohl, Zak Starkey, el hijo de Ringo Starr, y a Abe Laboriel Jr., de la banda de Paul McCartney. No es difícil tocar con Paul en piano y bajo (risas). Todos esos tipos son los mejores del mundo, entonces cuando comenzás con una canción sabés que no te va a llevar más de dos o tres tomas en tenerla lista. Es como agarrar a los mejores cinco futbolistas del mundo y ponerlos en tu equipo: va a ser difícil que pierdas”.

El momento más emocionante para Alice Cooper, hoy, con la perspectiva del tiempo, es extra musical. Durante la filmación de Dark Shadows, además de trabar amistad con Johnny Depp, Alice Cooper pudo conocer a uno de sus ídolos: el actor Christopher Lee, que hizo un breve papel de pescador, suficiente como para sumarlo al proyecto de Hollywood Vampires. “La idea original –explica–, era tener una voz muy reconocible para que leyera un fragmento de Drácula de Bram Stoker: si íbamos a rendirles homenaje a los vampiros, nos pareció que también teníamos que incluirlo. ¿Quién mejor para hacerlo que Christopher Lee, que hizo al Drácula más famoso de la historia del cine? Lo que teníamos en mente fue que su texto terminara con aquella parte en la que Drácula habla sobre los lobos que aúllan y dice escucha a los chicos de la noche: la música que hacen. Cuando Christopher leyó ese párrafo supimos enseguida que iba a ser la apertura del disco, porque además parecía escrita exclusivamente para los Hollywood Vampires. Tuvimos muchísima suerte de haber podido contar con Christopher porque murió una o dos semanas más tarde. Fue algo como... sobrenatural.”

CUANDO FUIMOS CARNIVOROS

ALICE COOPER Y JOE PERRY, GUITARRISTA DE AEROSMITH

Cuando todo comenzó, a fines de los años 60, Alice Cooper era un grupo que buscaba su lugar bajo el sol de Los Angeles (no tardarían en querer ocultarse de él). Eran de Phoenix, Arizona, y el primero en fijarse en ellos fue Frank Zappa, quien los fichó para Straight Records. Fracasaron con sus dos primeros álbumes pero de a poco comprendieron que lo visual ganaba terreno en el rock, como lo probaría la explosión del glam rock en Inglaterra. Pero la purpurina no iba a funcionar en Estados Unidos, necesitaban algo más llamativo y apelaron a trucos de circo: maquillaje de payasos siniestros, falsas decapitaciones y animales, entre otras ideas. Todo eso fue creando una estética truculenta que se fue transformando en sello distintivo. Hasta se le puso nombre: Shock-Rock.

No es que Alice Cooper hubiera inventado la pólvora. El pianista Screamin’ Jay Hawkins, autor de “I put a spell on you”, ya subía al escenario maquillado y munido de calaveras en 1956. En los 60, Arthur Brown se resistió a lo común de su nombre organizando un grupo que incendiaría los rankings con un tema llamado “Fire” (The Crazy World of Arthur Brown), el que presentaban en vivo portando cascos que escupían fuego. Sin embargo, fue Alice el que logró dar con el cañonazo salvador en su maquillaje aterrador, su boa constrictora y un set de efectos que inspiraría a grupos como Kiss, Twisted Sister, Guns N` Roses y Marylin Manson. Al tiempo que sus conciertos atraían a un público más numeroso, ávido de emociones más fuertes y menos progresivas (durante un show en el festival Toronto 1969 arrojaron un pollo vivo a la audiencia, que lo descuartizó con entusiasmo), un golpe de suerte hace que el contrato de Alice Cooper aterrice en Warner Records y que, como castigo por las malas ventas anteriores, les impongan un productor que los formatee: Bob Ezrin. En aquel entonces era un canadiense novato, pero se convertiría en uno de los mejores productores de la historia; su cartera de clientes incluye nombres como Lou Reed, Pink Floyd, Peter Gabriel, Kiss y Rod Stewart.

Bob Ezrin también produjo el disco de Hollywood Vampires y le sacó lustre a las manijas del sarcófago, con un audio bombástico que no pierde el filo rockero, encauzando el enjambre de músicos célebres para que funcione como un equipo eficiente. “La idea de hacer el mash-up entre “School`s Out” y “Another brick in the wall” fue suya –reconoce Alice Cooper–. No te olvides que Bob produjo trece de mis álbumes, incluido School’s Out, y también The Wall. Si bien se trata de dos temas absolutamente distintos en lo músical, la letra habla prácticamente de lo mismo. Y cuando tenés al que produjo originalmente las dos canciones, eso se hace algo obvio”. Ezrin, además, conoce a la perfección el registro vocal de Alice Cooper y ayudó a que las canciones sean un traje que se ajuste a su voz. Quizá lo que más sorprenda del álbum de Hollywood Vampires sea el propio Alice, que canta como nunca, dejándose influir por el estilo de los vocalistas originales, pero a la vez imprimiéndole su sello a cada canción. “Bueno, ahí también tuve ayuda de Brian Johnson, el cantante de AC/DC, que cantó en dos canciones (“Whole Lotta Love” de Led Zeppelin y “School’s Out/ Another brick in the wall”), y de Perry Farrell (“One/ Jump into the fire”, de Harry Nilsson).”

Lejos de los tributos estereotipados que reúnen las canciones más conocidas de uno o varios artistas, en versiones más o menos parecidas a las originales, el de Hollywood Vampires se libera de ese chaleco de fuerza y pone empeño en la diferencia. “Por ejemplo, una de las primeras reglas que establecimos era que las canciones no tenían que ser obvias, aunque en algunos casos eso se tornó inevitable. John Lennon tenía que tener una canción; lo lógico hubiera sido escoger la más famosa, ‘Imagine’, pero no nos cerraba una balada para el disco. Dijimos: no tiene que ser una canción normal. Y ahí me surgió la idea: ¿por qué no hacemos una que hable de ese problemita que él tenía? Durante un tiempo, John estuvo enganchado con las drogas. Fue un período breve, pero evidentemente lo afectó porque escribió ‘Cold turkey’ (Pavo frío), que es la expresión que usás cuando dejás de tomar heroína en seco, que fue lo que él hizo.” Otra canción llamativa por salirse del canon del repertorio por todos conocidos es “I got a line on you”. Alice se entusiasma: “Randy California fue uno de los más grandes guitarristas que hubo y era amigo nuestro. Tenía una banda genial llamada Spirit y estuvo en un grupo con Jimi Hendrix antes de que fuera Jimi Hendrix. Murió a fines de los 90 cuando se tiró al mar para salvar a su hijo de una correntada que se lo llevaba. El chico sobrevivió, pero él no. Un guitarrista extraordinario y un amigo al que extraño mucho”.

Dos de los temas de Hollywood Vampires son originales: “Raise the dead” (Resucita a los muertos), que inicia el álbum luego del parlamento recitado por Chistopher Lee, y “My dead drunk friends” (Mis borrachos amigos muertos), algo así como la última copa del disco, alejado de la elegía por su sórdida alegría, que no se priva de citar una canción tradicional irlandesa: “Bebemos, peleamos, peleamos y vomitamos, vomitamos y peleamos y volvemos a beber”. Llama la atención tanta celebración alcohólica por parte de un hombre que es... completamente abstemio. Alice Cooper lanza una risa un tanto robótica, un “ha ha ha” que parece la respuesta a una mala pregunta, pero contesta con cortesía: “Yo dejé de beber hace 33 años. Era muy simple: si no dejaba de tomar, me iba a unir a los muchachos como Jimi Hendrix o Jim Morrison. Un médico me lo dijo claro: si no dejás de beber ahora mismo, en un mes vas a estar tan muerto como ellos. Y en ese punto yo ya me daba cuenta de que la fiesta había terminado, y que era hora de cambiar. Ya estaba bien para mí. Me interné en un hospital, completamente borracho, y no tomé ni una gota más de alcohol durante los siguientes 33 años”.

Puede tratarse de nostalgia, o de un amable exorcismo de viejos demonios, o quizás de una simple transfusión, aunque probablemente sea un excelente negocio que tres estrellas se reúnan en torno de un disco para evocar a los amigos que partieron. Eso no quita que el debut de Hollywood Vampires sea el mejor disco de hard rock en lo que va de 2015. El romanticismo también puede rendir sus dividendos y al mismo tiempo lograr que las cabezas y los pies se muevan. “Sí –finaliza Alice Cooper, no sin antes decir que adora Buenos Aires y que piensa venir pronto, aunque no sabe si con los vampiros–, es una cuestión romántica. No tiene tanto que ver con extrañar el ritual de beber como con el hecho de reconocer que aquéllos fueron tiempos realmente buenos, en parte, porque el hígado de todos funcionaba. Es algo relacionado con una época y con los lugares.

A Marc Bolan (vampiro honorario) lo conocimos en Londres, porque estábamos grabando en el estudio de al lado. Sin embargo, nunca lo vimos allí: lo encontrábamos todas las noches en Tramps. Había tres clubes únicos en su especie: Tramps en Londres, Max Kansas`s City en Nueva York y el Rainbow en Los Angeles. En las tres ciudades estaban siempre los mismos: los locales y los que pasaban por allí. Y era gente muy divertida porque también la época era divertida. Ahora sería imposible imaginar a Keith Moon entrando al Rainbow vestido de Hitler: lo meterían preso. En ese entonces, que Keith hiciera eso era parte de nuestra normalidad.”

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