En las primeras horas del 18 de mayo de 1980, tras haber visto el film Stroszek, de Werner Herzog, y escuchado The Idiot, de Iggy Pop, el líder de Joy Division, Ian Curtis, se dirigió hasta la cocina en su casa –ubicada el número 77 de Barton Street, Macclesfield– y se colgó. Con apenas 23 años, moría entonces el joven pospunk, pero nacía la leyenda (nihilista, distópica, poética) del autor de clásicos como “She’s lost control”, “Disorder”, “Love Will Tear Us Apart”. A comienzos de este año, a más de tres décadas del suicidio, la mentada residencia (que durante un tiempo funcionó como un hotel, y sirvió además de set de filmación para un documental de la BBC sobre la banda, la aclamada Control, de Anton Corbijn) fue puesta a la venta. Un grupo de fanáticos comenzó entonces una campaña para conseguir las 115 mil libras solicitadas para hacerse del domicilio, y convertirlo –tal era el plan– en merecido museo. A pesar del entusiasmo, la suma no llegó, y la casita quedó sin comprador. Al menos, hasta esta semana.

Según informan los medios británicos, el famoso 77 de Barton Street ya tiene dueño. Un hombre llamado Hadar Goldman, violinista clásico y seguidor de la banda, que invirtió de propio bolsillo 75 mil libras más de las pedidas, con el fin de asegurarse la compra. “Fue por ego personal. A muchas personas les gustaría tener una pintura de Rembrandt; para mí, Joy Division es el Rembrandt de la modernidad”, explicó el comprador, cuya intención es –en efecto– transformar la morada en el deseado museo... que incluirá un macabro paseo por la infame cocina donde Curtis se ahorcó. Las reacciones de los ex miembros de Joy Division Peter Hook y Bernard Sumner han sido –como era de esperar– diametralmente opuestas. Mientras Hook dio su bendición al proyecto y se alegró de las novedades, a Sumner no le cayó en gracia por miedo de que el lugar se convierta en “un monumento al suicidio”. El tiempo, como de costumbre, dirá.