El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi; el presidente, Giorgio Napolitano, y secretario del Papa, Georg Gaenswein, junto a más de 3500 personas, acompañaron a unos 1600 familiares de las víctimas durante las exequias.

Los ataúdes, entre ellos los de 20 niños -incluido un bebé de cinco meses- fueron alineados en cuatro filas en un gran patio del cuartel de la Policía de Finanzas en Coppito dell'Aquila.

Los pequeños ataúdes blancos fueron colocados sobre los de sus padres y, antes de que comenzara el rito religioso, las familiares pasaron varias veces entre los ataúdes, a los que acariciaban, abrazaban y cubrían de flores.

Además del presidente y el primer ministro, participaron de la ceremonia los presidentes de las dos cámaras parlamentarias, varios ministros y representantes de los partidos políticos.

La ceremonia fue abierta por el secretario de Benedicto XVI, quien leyó un mensaje del pontífice, quien hizo un llamado al Abruzzo a no "rendirse al desaliento" e invitó a "seguir esperando".

La homilía de los funerales fue pronunciada por el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, en tanto el imán Mohammed Nour, efectuó un breve rito por los muertos islámicos, en el que evocó la "unidad de todos ante el único Dios".

Bertone elogió "la Italia solidaria y fraterna" que se reunió alrededor de los ataúdes, invitó a "reanudar el camino" y exhortó a mantenerse cerca de quienes atraviesan la experiencia de "estar despojados de todo", en un día en que se advierte "el silencio del hombre invadido por el dolor, pero también el silencio de Dios".

Poco antes del funeral, Berlusconi dialogó con familiares de algunas de las víctimas, y luego, frente a un grupo de periodistas, dijo que ofrecerá sus casas como forma de cooperar en la asistencia a los damnificados por el sismo.

El jefe de gobierno agregó que asumía "personalmente la responsabilidad de una reconstrucción segura y transparente", y sostuvo que "todas las casas que se derrumbaron, incluso las no antiguas, habían sido construidas sin criterios antisísmico".

Entre los inmuebles destruidos, dijo, había casas "construidas en los años 70 y 80. Hechas con cemento que no se usa más, con hierro que no se usa más, sin mecanismo de adherencia y con la tecnología de entonces".

"Muchas personas ya ofrecieron sus propias casas para ayudar a los desplazados por el terremoto, y también yo haré lo que queda ofreciendo mis casas", afirmó el gobernante.

Los parientes de las víctimas, exhaustos tras la cuarta noche transcurrida en un campamento, mientras se sucedían nuevos temblores de tierra, se intercambiaron el signo de la paz antes de comulgar.

Durante la ceremonia religiosa siguieron las réplicas del terremoto, una de ellas de 2,5 grados en la escala de Richter, seguido horas después por otro de 3,1 grados.

En los lugares destruidos continuaba el trabajo de voluntarios y la tarea de las patrullas "antichacales", creadas para evitar saqueos.

Bomberos y técnicos comenzarán en los próximos días una verificación casa por casa para apuntalar estructuras peligrosas o derribarlas si hay riesgo.

En Onna, el pueblo de la región central del Abruzzo donde se registró el mayor número de víctimas, hay 200 personas en un campo de carpas, que carecen de duchas y de calefacción, entre ellas 10 niños y numerosos ancianos.

Después de la etapa de emergencia comenzará la de la reconstrucción propiamente dicha, aunque "para hacer una evaluación de los daños serán necesarios al menos dos meses", advirtió Berlusconi.