Sábado, 30 de mayo de 2015 | Hoy
21:34 › NO PARA DE BRILLAR
Con dos goles del mejor jugador del mundo, el Barcelona se proclamó por 27º vez en su historia campeón de la Copa del Rey tras derrotar en el Camp Nou al Athletic de Bilbao por 3-1. Es el segundo título que el club catalán consigue en dos semanas, y dentro de siete días disputará la final de la Champions League ante la Juventus, en Berlín.
El "10" del Barça abrió el marcador con una jugada individual prodigiosa (20), fue el origen del segundo, que anotó Neymar (36) y sentenció al final tras un centro de Dani Alves (73), mientras que Iñaki Williams anotó el tanto del honor para el Athletic (79).
La final duró el tiempo que Messi tardó en hartarse de la persecución que el entrenador del Athletic, Ernesto Valverde, ordenó sobre él y, con una jugada fabulosa, burló la pegajosa marca de Mikel Balenziaga y a tres defensores más para batir a Iago Herrerín con una obra de arte.
El primer tanto del argentino fue tan maravilloso que la hinchada azulgrana, en franca minoría respecto a la bilbaína pese a jugar en casa, tardó cinco minutos en sobreponerse a su asombro y empezar a aplaudir al crack argentino: Messi agarró el balón cerca de la mitad del campo, superó a los cuatro defensas del Athletic que le salieron al paso y, tras un último recorte, abatió al arquero vasco por el palo corto. Fue otro de los goles más maravillosos de su carrera.
El empuje vasco, sin embargo, no fue más allá. Empujados por su incansable hinchada, los jugadores del Athletic le pusieron todas las ganas del mundo, pero, como suele suceder cuando Messi muestra su mejor versión, todo esfuerzo resultó vano. La extrema vigilancia sobre el astro argentino dejó mayor libertad a hombres como el uruguayo Luis Suárez y Neymar, que no desaprovecharon el regalo.
El delantero brasileño avisó ya en el minuto nueve con un gol que el árbitro anuló con dudoso criterio; amenazó en el 25' con un remate que salvó Herrerín, y concretó en el 35', al rematar cerca del punto de penal un medido centro de Suárez desde la derecha tras una jugada del croata Iván Rakitic. Por entonces, y al dictado de Messi, el equipo dirigido por Luis Enrique era ya un vendaval ofensivo que el Athletic no supo cómo parar.
A la final de Copa le restaban aún 45 minutos, pero estaba sentenciada. Nada, ni siquiera el fabuloso aliento de la hinchada rojiblanca que no paró de animar durante todo el partido, pudo voltear el marcador.
Con la final de la Champions ante a la Juventus en el horizonte cercano, los azulgrana ahorraron esfuerzos, rebajaron el ritmo de partido y, más que generar ocasiones y juego, aprovecharon las contras que el Athletic les concedió para amenazar. Luis Enrique también movió el banco. Xavi, el capitán que minutos más tarde levantó el segundo título azulgrana en una semana, entró en sustitución de Andrés Iniesta, aquejado de algunas molestias.
La del Barcelona, un nuevo título que acabó de sellar, cómo no, Messi, con un gol que ilustró su insaciable voracidad: el crack argentino se adelantó a toda la defensa del Athletic para rematar, pierna en alto, un centro de Dani Alves que la zaga vasca creyó inocuo.
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